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Aquarius

¿Cuál es la relación entre los espacios que habitamos y nuestros recuerdos? Sobre eso reflexiona Kleber Mendonça Filho, cineasta brasileño, en su segundo largometraje
03 de Abril 2017
Especial
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POR ALEJANDRO ALEMÁN

Al inicio de Aquarius –el segundo largometraje del crítico de cine brasileño ahora convertido en cineasta, Kleber Mendonça Filho– somos testigos de una fiesta familiar donde se celebra el cumpleaños de una tía (ya algo mayor) de la familia. Conmovida por la presencia de sus hermanos y sobrinos, la mujer –junto con la cámara de Pedro Sotero– se abstrae de la celebración para recorrer mentalmente los espacios de su casa. De inmediato viene un flashback a su época adolescente; la cama, los muebles, las cortinas, cada rincón de ese departamento le recuerda aquella etapa donde tenía varios amantes y no había lugar dentro de esa casa donde no hubiera tenido sexo.

La obsesión muy particular de este director brasileño es mostrar la relación tan estrecha que hay entre los espacios que habitamos y los recuerdos que se contienen en nuestra memoria. Nuestra casa es mucho más que cuatro paredes y es importante no por los objetos que contenga, sino por las memorias que evocan esos objetos. Nuestro hogar es en gran medida nuestra memoria.

Estamos frente a un fascinante estudio de personaje que se vuelve espectacular gracias a la actuación orgánica de la famosa actriz brasileña Sonia Braga. Clara (Braga) es una mujer de 65 años que vive en un viejo edificio frente al mar en la playa de Recife en Brasil. Alrededor suyo las construcciones han cambiado, ahora son modernos rascacielos de cristal, edificios corporativos y demás comercios producto de la gentrificación, no así el Aquarius, una vieja construcción de los años 40 donde la única inquilina que no ha cedido a las presiones de una inmobiliaria (que ya ha comprado todos los departamentos) es justo la señora Clara.

¿Y por qué tendría que hacerlo? Desde el primer minuto del filme nos queda claro el vínculo emocional que tiene la señora con su precioso departamento frente al mar: ahí están sus recuerdos y su memoria. La historia de su vida encapsulada en esas paredes verdes y en esa vista hacia las olas. Clara no se dejará intimidar por el poder de la constructora, el chantaje de sus dueños ni mucho menos con la condescendencia con la que es tratada.


Así, además de lanzar varias críticas contra la gentrificación en Brasil –política inmobiliaria que está destruyendo sitios históricos– y la inseguridad en las colonias populares, Mendonça Filho también nos habla de esta mujer, sola contra el sistema, que no sólo se aferra a su departamento sino también a sus convicciones como mujer solitaria, que no niega su sexualidad ni tampoco su parte maternal y mucho menos el paso del tiempo.

En su lucha por defender su propia memoria, esta mujer indomable se ve obligada a revisar su vida, sus decisiones y su cuerpo –su sexualidad– a esta edad avanzada. Ahí la película trastoca la realidad puesto que la actriz, que recientemente libró la batalla contra el cáncer de mama, extrapola esta circunstancia a su personaje, una mujer que no se permitirá dejar morir por esta y que reclama de vuelta su vida, sexual, amorosa, fraternal.

Aquarius es un estudio de personaje, pero también en el fondo es una cinta sobre política. En un texto publicado en la revista Film Comment, Mendonça Filho no dudó en comparar la lucha de Clara con la de la hoy expresidenta Dilma Rousseff, cuya destitución la equipara a la de un golpe de estado. La osadía le costó cara al director toda vez que las autoridades brasileñas decidieron no enviar Aquarius a competir por el Oscar a Mejor Película Extranjera.

Todo esto no hace sino elevar la cinta a niveles de culto, ya sea por el tema, por su circunstancia o por la poderosa actuación de Sonia Braga en uno de los mejores papeles de su carrera.

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