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Tecnología para la paz

El área de oportunidad para utilizar la tecnología con el fin de promover la cultura de paz es muy grande, y las posibilidades que existen son tan amplias como la imaginación para desarrollar soluciones innovadoras, interesantes, realistas y útiles
12 de Enero 2019
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Hoy, la desigualdad en el mundo no solamente se mide por el ingreso económico o la calidad de vida de las personas, también por el acceso que tienen a la tecnología.

La inteligencia artificial, el 5G, la impresión 3D, los robots y el big data son algunas de las tecnologías que crecen hoy en el planeta, y que en los próximos años se consolidarán como parte importante de la vida cotidiana de la humanidad.

No obstante, si bien hoy más gente usa Internet o tiene un teléfono celular, el acceso a la tecnología sigue siendo desigual, aunque de manera diferente a la que se medía hasta hace unos años.

La nueva brecha digital

En los 90, cuando se popularizó el uso de las computadoras domésticas, se empezó a hablar de “la brecha digital”, es decir, cuánta gente quedaba fuera del uso de las tecnologías.

Así, primero se analizaba cuánta gente sabía usar una computadora; después, en cuántos hogares había uno de estos dispositivos, más adelante se medía la cantidad de personas que usaban internet, para más tarde medir cuántos tenían ese servicio en casa.

Ya en el siglo XXI, con la llegada de los smartphones, esas cifras crecieron rápidamente en países como México, donde prácticamente “cualquier persona” puede tener un teléfono celular que se conecte a la red.

De acuerdo con la Encuesta nacional sobre disponibilidad y uso de tecnologías de la información en los hogares, el número de mexicanos que usan Internet pasó de 62.4 millones en 2015 a 71.3 millones en 2017, es decir, creció de 57.4 % a 63.9 % en solamente dos años.

Sin embargo, al analizar más a fondo los datos, se revela que, en el ámbito rural, solamente 14 % de los habitantes tiene acceso a Internet, contra 86 % en las zonas urbanas.

De esta manera se puede detectar que, como en otras áreas, existe una disparidad importante en el acceso a la tecnología.

Y si nos vamos todavía más a fondo, nos podemos preguntar: ¿para qué usan las personas la tecnología a la que tienen acceso? Las cifras oficiales son únicamente cuantitativas: “Obtener información (96.9%), entretenimiento (91.4 %), comunicación (90.0 %), acceso a contenidos audiovisuales (78.1%) y acceso a las redes sociales (76.6 por ciento).

Pero, ¿qué valor tiene que un alto porcentaje de las 64.7 millones de personas que tienen un smartphone en México lo usen principalmente con el objetivo de mandar cadenitas de piolines, difundir fake news o compartir memes en su Facebook?

Asimismo, sería importante analizar la calidad de los contenidos generados en la red; por ejemplo, de acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en México solamente 40 % de los negocios tienen una página de Internet, contra casi 100 % registrado en países como Finlandia.

Así que una cosa es tener acceso a las tecnología y otra muy distinta es utilizarla de manera correcta. Este nuevo estilo de “analfabetismo” digital podría generar nuevos riesgos para las personas.

Focos rojos

Un ejemplo de ello es lo que ocurre en las redes sociales, las cuales tienen la finalidad de que algunas personas promuevan discursos de odio mediante, por ejemplo, mensajes racistas o sexistas, así como atacar a otros usuarios por sus ideas o por su actividad.

Todo esto se agrava cuando el famoso “algoritmo” de Internet (como el de Facebook o el de YouTube) solamente te deja ver información relacionada con tus gustos y con personas o empresas que piensan igual que tú.

Irónicamente, y contrario a lo que se pensaba hace un par de décadas, esto ha reducido el mundo para muchos usuarios, creando verdaderas burbujas que impiden ver el panorama completo de la realidad.

Y ya que estamos en el escenario catastrófico, hay que señalar que es muy probable que el próximo gran ataque a la seguridad de un país no se lleve a cabo mediante un atentado con bomba o derribando un edificio icónico, sino que tendrá lugar en un nuevo campo de batalla: el ciberespacio.

De esta manera, hoy la humanidad debe reflexionar respecto a que la tecnología se puede volver peligrosa, por lo que debe utilizarse de manera consciente. Las empresas, por su parte, necesitan impulsar más valores éticos para desarrollar sus productos, mientras que los gobiernos deben ir pensando en educar a las personas en el uso de estas herramientas.

Opciones positivas

Una manera de impulsar este cambio consiste en pensar en el uso de las herramientas tecnológicas para promover una cultura de paz.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, la cultura de paz consiste en “una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones”.

Es decir, el uso adecuado de las tecnologías podría ayudar a promover temas como la democracia, la defensa de los derechos humanos y la eliminación de las desigualdades, así como impulsar sociedades en donde haya mayor equidad, justicia, paz y solidaridad.

Esto no significa que basta con poner computadoras en las escuelas e Internet en lugares públicos, como muchos gobiernos del mundo piensan, sino que debe ser una plataforma integrada que impulse acciones en beneficio de las personas.

Por ejemplo, las escuelas deben utilizar las herramientas tecnológicas de mejor manera para fomentar la educación, además de enseñar a los alumnos a que les sequen el mayor provecho posible. Sin embargo, con el propósito de lograrlo (aquí viene el “pero”), es necesario capacitar a los profesores y generar e implantar desarrollos acordes a cada nivel y entidad (en países como México, hay mucho camino por recorrer en ese sentido).

Con respecto a la defensa de los derechos humanos, algunas instituciones en el planeta han utilizado el big data con el fin de detectar discursos de odio en las redes sociales para denunciar y combatir problemas que pueden llegar a ser más grandes fuera del mundo virtual.

Asimismo, no siempre es necesario “inventar el hilo negro” con el objetivo de aprovechar las tecnologías en beneficio de las personas. Por ejemplo, en los años 70, en México se produjeron telenovelas que ayudaron a reducir los índices de natalidad y de violencia intrafamiliar en el país, por lo que hoy se pueden aprovechar plataformas interactivas para generar y difundir contenidos de entretenimiento con mensajes que puedan ayudar en esos y otros conflictos del siglo XXI, como la migración o el tráfico de personas.

Otros avances, como las ciudades inteligentes, deben estar centrados en las personas. Por ejemplo, un sistema que detecte cuántas veces debe pasar un camión de basura en alguna comunidad ayudará a tener una sociedad más sana y un vecindario más limpio, de la misma forma en la que un buen sistema de monitoreo y alerta ayudaría a disminuir los índices de delincuencia (¿verdad que va más allá de poner wifi en un parque?).

En México no hay mucho trabajo al respecto, pero en Estados Unidos existen iniciativas como PeaceTech Accelerator (peacetechlab.org), una organización que apoya a startups que desarrollan o utilizan tecnologías que ayuden a acabar con conflictos y promover la paz sostenible.

El área de oportunidad para utilizar la tecnología con el fin de promover la cultura de paz es muy grande, y las posibilidades que existen son tan amplias como la imaginación para desarrollar soluciones innovadoras, interesantes, realistas y útiles.

Sí, la tecnología parece que deshumaniza a las personas y crea entornos cada vez más automatizados, pero hay algo importante que no debe perderse de vista: la tecnología es creada por personas. Entonces, ¿por qué no hacer la tecnología más humana?

Es urgente empezar a ver la tecnología como una herramienta, una ventaja para el bien, y no como una moda o una vía para hacer el mal. ¿Qué se te ocurre? 

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