Periodismo imprescindible Jueves 28 de Marzo 2024

Arctic Monkeys ¿cansados del rock?

Fueron los reyes del indie, de los ritmos de batería bailables, hicieron que el acento inglés estuviese de moda y lograron que toda una generación de chavos y chavas escucháramos sin tregua sus discos, pero tal parece que hasta ellos se han aburrido del rock n’ roll
25 de Mayo 2018
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POR JULIÁN VERÓN

Es el 2018: la gente sigue sin escuchar a Nick Cave en las fiestas, Maluma modela para Dolce & Gabbana y los memes gracias a Walmart son la manera más efectiva de lograr un contrato discográfico. Pruebas claras y concisas como estas, nos muestran que una banda de rock n’ roll tiene hoy en día menos porcentaje de oportunidad de ser realmente influyente en el mundo que la selección mexicana de llegar al quinto partido del mundial de futbol. Perdón Chicharito; todo bien contigo, ídolo.

El rock empezó a cambiar vidas desde los años sesenta: década de los satélites, la telefonía y la televisión a color. Los Beatles le pusieron sonido a todas esas revoluciones, es un momento irrepetible y no volverá a suceder jamás, a menos que tengamos una máquina para clonar coyunturas y revivir muertos. Espero que esto quede claro. El arte y los fenómenos culturales son reflejos exactos y reales de lo que se respira en la calle, son monstruos que se alimentan de los platos de comida coyunturales que hay en las aceras de las avenidas. Así que si algo está sucediendo y mueve fibras en el arte, es porque eso es precisamente lo que la sociedad pide y necesita. No voy a discutir esto.

Ahora, si cada década es absurdamente distinta y pide otros sentimientos, ¿cómo pensamos que una de las últimas bandas contemporáneas defensoras de los amplificadores, pedales de distorsión y con varios seres humanos que tocan guitarras fabricadas en empresas declaradas en bancarrota va a tener el mismo éxito que, digamos, Kendrick Lamar, Childish Gambino o J Balvin? Es imposible, y mejor hay que dejar de esperar esto o muchísimo dinero va a ser gastado en pastillitas para aliviar migrañas musicales.

Arctic Monkeys definió la primera década de los dos mil: fueron los reyes del indie, de los ritmos de batería bailables, hicieron que el acento inglés estuviese de moda y ayudaron a que una revista impresa fuese la más importante de la música. Lograron que toda una generación de chavos y chavas escucháramos sin tregua sus discos y sintiéramos que las letras de Alex Turner tocaban nuestro corazoncito post-emo de una manera que pocas bandas lograron. Vamos: pinche Suck It and See fue la banda sonora de cómo diablos conocí a mi primera novia y cómo logre coger por primera vez; Humbug, el disco que nos hizo pensar que no podía existir una mejor música en ningún lugar del planeta, y AM los consagró como la banda de guitarras más importante del mundo –¡coverearon a Drake en el 2013, por Dios!–.Y todo esto con el cabello del bueno de Alex Turner lleno de vaselina y sus pantalones bien apretaditos. Estaban en el Everest de la cultura pop, justo el mismo año que J Balvin sacó su primer disco, Familia; y precisamente el año en que empezó el reggaetón a destrozar carteleras y la gente empezaba a oír más y más al trap de Gucci Mane.

Hace poco estrenaron su nuevo disco, Tranquility Base Hotel, luego de un gran hype detrás del lanzamiento. Lo charlé con casi todos mis conocidos: una de las últimas esperanzas y balas en la pistola del viejo que aún defiende el rock en algún rincón lleno de polvo y soledad del lejano Oeste pasaba por estos chicos ingleses con ropa mucho más cara de la que empezaron.

“I just wanted to be one of The Strokes”, canta Alex Turner en “Star Treatment”, la rola que abre el disco. “Now look at the mess you made me make”, sigue. Alex, para este disco parece más un chico dorado (un Luis Miguel) en mala forma, retirándose del spotlight como si realmente nunca hubiese querido estar ahí desde un principio. Atrás quedaron los falsettos mágicos y las melodías pegajosísimas de AM, y quizás por eso decidieron lanzar este disco sin sencillos. Además, obviamente es una banda que puede darse ese lujo. Aun así, Tranquility Base termina siendo un disco con una magnitud rara, sumamente inmersivo, y es ese tipo de obras que se necesita escuchar muchas veces para ir cogiéndole más y más cariño y encontrando texturas nuevas. Bueno, como una relación una pareja que no te gustó a la primera cogida o cita. Algo así.

Ahora, con este disco sí podemos decir que los Arctic Monkeys se cansaron de ser los headliners de todos los pinches festivales del planeta tierra en los que se convirtieron luego de AM, así como también del título de “banda salvadora del rock del mundo mundial mundialísimo” que mucha gente les otorgó (sin que ellos lo buscaran). Estos ingleses fueron la banda que ponía música a todas las cogidas sin condón en los asientos traseros de un auto, con alguien que no sabías su nombre, chamarras de cuero, y estaban los dos bien drogados.

Éramos adolescentes y necesitábamos esa música, pero los integrantes de Arctic Monkeys crecieron, cumplieron varios años, tienen barba y les vale verga seguir siendo la banda insignia del rock n’ roll. O mejor aún: están aburridos del rock n’ roll al igual que nosotros.  

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