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Amor SIN FRENO

26 de Noviembre 2017
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¿Cómo se combate una pandemia? La más reciente película del director francés Robin Campillo, 120 latidos por minuto (120 battements par minute, Francia, 2017), describe la mecánica de la disidencia en la Francia de los años 90, cuando cientos de jóvenes tomaron las calles para protestar por las pobres políticas de salud que respecto al sida habría tomado el gobierno de Mitterrand.

Se trataba de un eco del movimiento conocido como ACT UP!, que naciera en Nueva York y que básicamente se convirtió en el refugio de las ansiedades, la desesperación y la angustia de un grupo de activistas e infectados cuyas únicas certezas eran que ni el gobierno ni los laboratorios los apoyaría de algún modo y que iban a morir.

Ganadora del Gran Premio del Jurado en la pasada edición del Festival de Cine de Cannes, Campillo tenía dos ases bajo la manga: haber sido partícipe, en su juventud, de aquel movimiento que tomó las calles de Francia y tener bajo su dirección make-essay.net essaysbuy essaysbuy al extraordinario actor de origen argentino Nahuel Pérez Biscayart.

Con experiencia en proyectos multinacionales y gran habilidad en el idioma, Biscayart llamó la atención del director por “ser un actor barroco, de múltiples tonos y con gran capacidad de reinvención… o al menos eso me ha dicho”, responde el propio Pérez Biscayart, quien en entrevista para CAMBIO platica sobre esta cinta que lo ha llevado hasta Cannes.

“La masa nos convoca a los latinoamericanos, siempre tomamos la calle, supongo que eso también le llamó la atención a Campillo”, y es que el personaje que interpreta Pérez Biscayart –Sean Dalmazo– es un joven francés infectado con VIH que se une al movimiento. Se trata de un personaje sumamente explosivo, líder nato que mueve a sus compañeros e incluso los hace rozar  el radicalismo al vandalizar las oficinas de una farmacéutica, o entregando volantes con información en las universidades y preparatorias. Cuando algunos de los alumnos se escandalizan por su homosexualidad, él responde a la homofobia besándose en público con su novio.

La preparación para el personaje vino de primera mano, ya que en su juventud el director, el co-guionista (Philippe Mageot) y el productor (Hugues Charbonneau) participaron activamente en el movimiento, por lo que hay algo de autobiográfico en esta película.

El resultado es, en efecto, poderoso y melancólico a la vez. Estos jóvenes discuten en forma  acalorada, pero siempre ordenada, las acciones a seguir. Organizan marchas, reparten información y en la noche van a la disco. Parece que tienen una energía vital interminable, aunque sabemos lo que les depara con la enfermedad. “En aquella época había que convertirse en político, enfermero, activista, terapeuta; creo que logramos plasmar esa pasión, esa diversidad y sonoridad del movimiento”.

El triunfo de esta cinta pone sobre el actor un reflector mucho más grande, sin embargo, no se deja seducir por el glamur. “Es extraño, haces películas y pasas días sin dormir, comiendo en el piso, trabajando horas… ¡eso es el cine y no las alfombras rojas! Para mí Cannes no era una meta, pero lo que sí descubrí ahí es que la película tendría mucho más público del que pensamos, el tema de la resistencia ante la muerte inminente es universal y aquí se retrata con una energía muy poderosa”.

120 latidos por minuto es una película de disidencia y resistencia, de amistad entre aquellos que se saben sentenciados, de la música que todas las noches los alimentaba y de tragedia al saber que todo era inútil: estaban condenados a muerte aunque, con un poco suerte, todo esto ayudaría a que alguien más se salvara de morir por amar sin frenoy sin protección.

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