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Cazador de cine mexicano

Para el crítico fílmico Jorge Ayala Blanco, escribir ensayos sobre películas nacionales es casi tan vital como respirar
28 de Agosto 2017
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Por: Javier Pérez

Si alguien puede presumir de haber visto casi todas las películas mexicanas producidas en el último medio siglo, al menos aquellas que alguna vez han sido exhibidas en una sala de cine aunque sea una sola vez, ese es Jorge Ayala Blanco. Todos los días, el crítico fílmico de 75 años se levanta a las cinco y media de la mañana, se pone sus lentes de contacto y enciende la computadora que tiene en su estudio en la colonia San Rafael. Escribe durante dos o tres horas antes de desayunar para salir a trabajar al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), la escuela de cine de la UNAM en la cual es decano.

“Respiro críticas de cine, respiro ensayo literario, trabajar el lenguaje todo el día es lo que realmente me mantiene vital”, me dice en uno de los confesionarios del CUEC, que no son otra cosa que pequeños cubículos.

Y lo seguirá haciendo, sostiene, tal y como lo ha hecho durante más de medio siglo. Así hasta que el cuerpo aguante porque hay más cine que vida. “Para mí sería muy difícil dejar de escribir. Es un hábito, una necesidad, 52 años de estar escribiendo ensayos sobre cine ya es como una manera de respirar”.

Ayala Blanco ha publicado 35 libros, 12 de ellos forman parte del Abecedario del Cine Mexicano, iniciado en 1968, una serie que será reeditada digitalmente en su totalidad por la Dirección General de Publicaciones de la Universidad Nacional: De la A a la L (de La aventura a La lucidez) y ya está en imprenta la M (La madurez); ya entregó la N y trabaja en la Ñ.

Son volúmenes que, contrario a la exhaustiva Cartelera cinematográfica que trabajó y concluyó junto con María Luisa Amador, y en la que dio cuenta de todos y cada uno de los estrenos cinematográficos que hubo en México en el siglo 20, son eternos “porque se va haciendo sobre la marcha. Cada libro actualiza el anterior”.

Y si en los primeros tomos el problema era reunir suficiente material por la escasa producción fílmica nacional, el problema ahora es que hay demasiadas películas y nunca incluye más de un centenar por tomo. “Son textos ensayísticos sobre cada película, buena mala o pésima, me da lo mismo. No es reseña ni crítica ni crónica. No me interesa si tuvieron o no mucha difusión o si tuvieron o no éxito. No me interesa el formato. Me importa la calidad del producto y sus características culturales. Nunca ha habido tantas y tan buenas películas en México. Un año de 160 películas era inimaginable”.

No obstante, si la producción vive un momento ideal, la exhibición no, y muchas películas no llegarán a la cartelera comercial, otras tantas no pasarán de los festivales o de la cartelera paralela. Así que verlas tiene algo de proeza. Le gusta aludir a la figura del cazador que  acecha a su presa; la suya es el cine mexicano. Y tiene razón cuando dice que si él no ha visto alguna película mexicana, prácticamente nadie más lo ha hecho.

Ayala Blanco, quien se ha dejado crecer un enorme bigote, nunca utiliza un concepto negativo alrededor del cual reunir sus ensayos. “Siempre es una aspiración del cine, aunque a veces lo abordes de una manera fallida. Por ejemplo, la idea de la lucidez me pareció formidable porque en el momento de mayor oscuridad en la historia del país, el cine mexicano trata de ver más allá, de hacer luz sobre lo que se vive. Se trata de registrar las búsquedas del cine de una manera sensible. O sea, no elijo de forma arbitraria el concepto que desarrollo ensayísticamente, sin embargo, tiene que ser fértil e inspirarme. Si me planteo una cosa negativa, no funciona”.

Además, ahora ya los escribe más rápido. “Es la conquista de la computadora. Me parece espeluznante, pero los cinco primeros tomos eran en máquina mecánica, que era el horror. Imagínate, ahora puedes acercarte a tu ideal literario porque corriges al infinito, hasta el cansancio, un poco lo que sucedía con la pintura, con la música, lo trabajas hasta que ya está. Y puedes hacer exactamente lo mismo en términos literarios. El trabajo con la computadora ofrece la posibilidad de desdecirte y autocorregirte al infinito. Además, me permite hacer un juego prismático porque es una especie de lo que llamaba Nietzsche estructura fragmentaria. O sea, cada fragmento como si fuera una totalidad. Yo parto de la idea de que las películas exigen ser vistas de determinada manera o de muchas maneras. Las películas más ricas, sobre todo las que no son simple ilustración del guion, necesitan varios acercamientos, son estructuras abiertas. Y me gusta que a mis libros de cine mexicano puedas entrar y salir como quieras. No me imagino a un lector del abecedario empezando por la página uno y terminando en la 480. Es lo que me motiva desde el punto de vista puramente literario”.

Con su serie del diccionario, Ayala Blanco se transformó en doce autores distintos que escriben sobre cine mexicano. “Siempre escribir el mismo sería pavoroso, repetirse al infinito; al contrario, cambias el concepto y cambia totalmente tu enfoque”. No siempre es fácil encontrar el concepto. El de la Ñ ha sido difícil. “Todo mundo te dice la ñoñez, aunque el cine mexicano es cualquier cosa menos ñoño. La ñáñara, pero no tiene ñáñaras, es otra cosa. Encontrar el concepto, que para mí era muy importante porque la eñe es la letra que define al idioma castellano porque su tilde tiene un valor mucho más que simbólico, es fundamental. La esencia de la lengua, decía por ahí algún filólogo. Entonces no podía saltármela, ya me salté la ch y la doble ele, que todavía se discute si son o no letras. Pero la eñe era indispensable”.

Lo que Jorge Ayala Blanco nunca cambia es el estilo. “Ese ya es tuyo y te lo llevarás hasta la muerte”.   

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