Revista Cambio

Jarmush y el milagro minimalista

POR ALEJANDRO ALEMÁN

El más reciente largometraje de Jim Jarmusch es un ejemplo de cine que habla sobre las cosas pequeñas, que busca la belleza en la rutina, que retrata a gente común que, sin embargo, hace cosas extraordinarias.

En Paterson, Adam Driver interpreta a un personaje que se llama como la pequeña ciudad en la que vive (que pertenece al condado de Passaic, en Nueva Jersey). Paterson vive con su novia, una guapa iraní llamada Laura, presumiblemente diseñadora, que un día se levanta y diseña cortinas, otro más decora sus vestidos o al siguiente decide que venderá cupcakes; siempre usa patrones simétricos y diseños en líneas o círculos en blanco y negro. La casa donde ambos viven es un muestrario de su arte.

El hombre parece oprimido por ese despliegue creativo de su hermosa mujer. Todos los días se levantan (él con pijama, ella desnuda), desayunan y Paterson va a su trabajo: chofer de autobús de transporte público. Durante ocho horas recorre la pequeña y apacible ciudad que ante sus ojos se despliega como viñetas en un Viewmaster. Su única distracción es escuchar las pequeñas conversaciones que sostienen sus pasajeros: que si tal boxeador oriundo del lugar es una leyenda, que si la anarquía es opción según dos estudiantes (cameo de los otrora niños de Moonrise Kingdom), que si a tal individuo se ligó a una mujer guapa.

En el almuerzo, Paterson va a un parque cercano y come lo que su amorosa novia le preparó en una pequeña lonchera. Por la tarde, regresa a casa y su mujer lo actualiza sobre sus nuevos proyectos para luego sacar a pasear al perro, no sin hacer escala en el bar local y tomar una cerveza. Un hombre común con una vida común excepto por un pequeño detalle: en sus pequeños momentos de tiempo libre, escribe poesía.

Según Jaime Sabines, el poeta es aquel ser que va por el mundo sin piel, dejándose afectar por las pequeñas cosas a su alrededor, sin nada que lo cubra y por ello, como respuesta a la vida, hace poesía. Justo así es Paterson. En una pequeña libreta, en los tiempos “muertos”, escribe poemas sobre las cosas más simples (una caja de cerillos) o más complicadas (el amor que tiene por su mujer), siempre influido por su entorno que no es sino el de un pequeño pueblo ávido de reconocimiento (al contrario de nuestro poeta, quien no hace copias de sus textos, como si la posteridad no estuviera en su mira).

La cinta está llena de autoreferencias circulares. Paterson es el nombre del personaje, inspirado en un poema del mismo nombre escrito por William Carlos Williams, oriundo de la ciudad de Paterson. Laura, la novia del personaje, hace arte mediante patrones (patterns). Paterson maneja un autobús y es interpretado por Adam Driver (driver, chofer en inglés). En la película, la gente de la ciudad insiste en mencionar personajes ilustres emanados de ella. Paterson por su parte, pareciera no tener la menor intención de volverse famoso.

En su afán por describir el proceso creativo que lleva a la poesía, Jarmusch reafirma su credo respecto al cine: la belleza está en la rutina, en la calle. La existencia no se desdobla en constantes momentos de sucesos extraordinarios, sino que va hilada de eventos triviales pero que tras de ellos se esconde cierta divinidad. El cine de Jarmusch va justo de eso, de personajes reflexivos, de eventos en apariencia intrascendentes, de conversaciones de café, de carreteras que se recorren mientras se escucha música en la radio, de introspección, de amor, desamor, hastío y humor.

Sólo un director como Jarmusch podría haber dirigido esta película, así como únicamente Adam Driver podría haberla protagonizado. Con una carrera meteórica que va del cine indie, la televisión, hasta Star Wars y de regreso a las películas pequeñas, Driver demuestra una contención de emociones absolutamente magistral, mezclada con cierta nostalgia melancólica en su siempre poderosa voz, e interpreta a un ser en apariencia mínimo que sin embargo esconde una veta artística fenomenal. Al igual que su pueblo, en apariencia aburrido y pequeño, Paterson esconde tras de sí la habilidad de observar su entorno, afectar y dejarse afectar. Es un poeta nato descrito por otro poeta de las emociones, un Jarmusch que todavía halla tiempo para detenerse ante lo simple, lo mundano, lo rutinario. La poesía de lo cotidiano.