Periodismo imprescindible Jueves 28 de Marzo 2024

#MillennialsDescubren ¡las telenovelas!

Netflix lo vuelve a hacer: lanza una telenovela y la adapta para una nueva generación, en una serie donde desbordan la diversidad sexual de sus personajes y una amplia gama de mujeres fuertes, siempre al borde de un ataque de nervios
19 de Agosto 2018
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Cuando en 2016 Televisa anunció que competiría al tú por tú contra Netflix mediante su recién estrenada plataforma (Blim), las redes se burlaron al unísono: mientras Netflix presentaba producciones de alta calidad y manufactura como House of Cards o Stranger Things, Televisa pretendía competir con sus telenovelas de siempre. ¿Quién querría ver telenovelas vía Internet?

La sorpresa es que al parecer sí hay un mercado enorme para las telenovelas por Internet, pero quien vino a descubrir eso no fue Televisa, sino Netflix mismo. Con Luis Miguel: la serie, Netflix (en coproducción con Telemundo), demostró que no sólo hay un público ávido de melodrama, además nos regresó a viejas prácticas como, por ejemplo, estar frente a nuestro televisor en un horario específico con el propósito de ver el nuevo capítulo de “la serie” que puso a medio México a comentar.

Aquellos millennials que se reían de Blim, de Televisa y sus telenovelas, hoy no pueden dejar de comentar en las redes los romances de Luismi, los desnudos de Boneta o la maldad de Luisito Rey. Mientras nuestras abuelas veían “la comedia” tejiendo, nosotros la vemos tuiteando. Netflix recicla el género y lo adapta a una nueva generación.

El fenómeno se repite una vez más –en dimensiones menos impresionantes– con La casa de las flores, la nueva serie de Netflix que además marca el regreso a la “televisión” de una de las grandes leyendas del género: Verónica Castro.

Escrita y dirigida por el prolífico director mexicano Manolo Caro (No sé si cortarme las venas o dejármelas largas, La vida inmoral de la pareja ideal), la serie narra las vicisitudes de la familia De la Mora, acaudalados dueños de una florería (“La casa de las flores” del título) donde la matriarca, Virginia (Verónica Castro), está a punto de festejar el cumpleaños de su esposo (Arturo Ríos) en un gran y opíparo festejo que se ve opacado al descubrirse el cuerpo de una suicida en plena florería. El tenebroso hallazgo abre una caja de Pandora: todos los miembros de la familia esconden un secreto y se verán obligados a revelarlos al descubrirse la identidad de la difunta.

En un estilo que recuerda a Desperate Housewives, Manolo Caro encuentra en el formato seriado el mejor vehículo para desplegar sus muy particulares obsesiones, a saber: el eterno homenaje a Almodóvar, la diversidad sexual de sus personajes y una amplia gama de mujeres fuertes pero siempre al borde de un ataque de nervios.

Sus diálogos, que siguen teniendo una veta profundamente telenovelera, encuentran en este formato su lugar natural. Y es que Manolo Caro se ha salido con la suya: si el hombre insistía en convertir su cine en una telenovela, aquí finalmente tiene la oportunidad de hacer una, llena de personajes que celebran las muchas formas del sexo, del amor y de la sexualidad: jóvenes que salen del clóset, hombres que se descubren transexuales, amorosos tríos, drags y travestis; todo cabe en esta familia y en esta novela.

Caro se da permiso de cometer toda clase de excesos argumentales y escénicos, aunque también se aferra a sus errores: una visible inconsistencia en el tono del relato (pasa caprichosamente del melodrama soporífero a la divertida comedia), problemas de continuidad, mala edición y un product placement ejecutado con el peor gusto posible.

Sin embargo, ello poco parece importar a los millennials quienes, a juzgar por el termómetro de las redes, se han dejado cautivar por esta telenovela que pareciera clínicamente manufacturada para ellos. Televisa, el otrora rey del género, es humillado en su propia cancha. Ciegos y sordos, Televisa sigue sin entender las pulsiones de la vida digital. La telenovela, género que pensaban muerto, sigue vivo como nunca, pero ya no a través de sus pantallas. El rey ha muerto, viva el rey.

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