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Un sueño de noventa minutos

El director mexicano Sebastián Hofmann recurre a los recuerdos de la infancia y a un lenguaje onírico para presentar su obra más reciente: Tiempo compartido, un filme que competirá en el próximo Festival de Cine de Sundance
21 de Enero 2018
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POR JAVIER PÉREZ

En el Festival de Cine de Sundance, el evento fílmico más importante de cine independiente en Estados Unidos, este año solo hay una película mexicana en competencia: Tiempo compartido. Es el segundo filme de Sebastián Hofmann, quien debutara con Halley (2012), interesante propuesta de terror sobre el inmortal vigilante de un gimnasio que, sin embargo, atraviesa un proceso de descomposición permanente. Como hizo en su ópera prima, Hofmann volvió a trabajar el guion con Julio Chavezmontes y en el trabajo fotográfico de Matías Penachino.

Pero esta vez las cosas son diferentes. Han dejado el estatismo de Halley y han recurrido a un reparto de actores mucho más conocido: Luis Gerardo Méndez, Cassandra Ciangherotti, Miguel Rodarte, Andrés Almeida, R. J. Meitte y Montserrat Marañón, para contar la historia de dos hombres que están convencidos de que Everfields International –compañía turística trasnacional que emplea a uno de ellos y al otro le ha vendido un tiempo compartido en Acapulco en un resort de lujo– ha diseñado un plan cuyo propósito es quitarles a sus familias.

“Hay cineastas que dicen que no filman para que sus películas se vean o que filman para ellos –sostiene Hofmann, también editor de la cinta–. Yo no, y a pesar de que he hecho trabajos mucho más experimentales, me gustaría que esta película encuentre una salida y que pueda llegar al mayor número de público posible”. Es por eso que su única expectativa de que el filme se exhiba en Sundance (además del pasado 20, también los días 21, 22, 26 y 27 de enero) es que Tiempo compartido encuentre distribución. Planea que la película cumpla su circuito de festivales durante el primer semestre del año y para el segundo entre a la cartelera comercial en México.

Chavezmontes, productor de la cinta y socio de Hofmann en Piano Films, dice que su única expectativa es crear las películas tratando de ser fieles a sus inquietudes y “congruentes con lo que queremos proponer. Lo demás realmente es el pilón. Nos emociona presentar este trabajo en Sundance y que la gente vea a estos grandes actores y vea el trabajo de Sebastián. Queremos escuchar lo que dice el público. Igual nos morimos de ganas de que pase lo mismo en México. Eso para nosotros siempre es la parte más gratificante: el contacto con el público. No hacemos las cosas con una intención específica de si el público nos va a aplaudir, nos van a dar premios o si va a hacer mucha taquilla”.

Hofmann dice que si bien Halley fue una película muy estática, lo fue en parte “porque no tenía dinero para mover la cámara y aquí dije ahora sí quiero mover la cámara. Y el fotógrafo y yo nos planteamos hacer una hiperrealidad. Para mí era muy importante que la película no se sintiera real, en el sentido de que los temas son más importantes que la historia o por lo menos ese siempre es mi acercamiento al cine. Y como la atmósfera y el tono son muy importantes en mi trabajo, quisimos darle idiosincrasias estéticas a la película. Pero no en el sentido de esta escuela de cine mexicano del realismo social, sino como un comic book. Me aburre el realismo social y me aburren las películas que tratan de emular la realidad. Me gusta el lenguaje de los sueños: yo crecí viendo cine de horror y cine fantástico, y sin duda esa es mi primer influencia de la infancia y es algo que cargo desde siempre y que espero haber podido plasmar en esta película”.

La historia, por el lado de Sebastián, surge de su propia experiencia de vida. Mientras era niño, vivió un año en un hotel de Puerto Vallarta porque su mamá vendía tiempos compartidos. Siempre le había parecido buena idea crear una película acerca de eso. Según Julio, también surge de sus recuerdos de infancia, de sus vacaciones familiares. “Cuando vas a estos lugares que uno ve como el paraíso, que son la playa y el mar, espera en automático que todos los problemas que traes dentro encuentren resolución de inmediato. Pero no es así. Para mí fue muy interesante la idea de ver qué pasa cuando no funciona así”.

En la película, el hotel hospeda dos familias en la misma villa, pero “más allá de ese error, todo lo demás que sigue es más bien de los propios personajes, de su propia incapacidad de adaptarse”, dice el guionista. Son los personajes de Miguel Rodarte y Luis Gerardo Méndez los que “no encajan. Son los que pretendían salvar a sus familias y llevar el control de ciertas cosas, pero se ven desplazados del rol que asumen para sí mismos”.

De acuerdo con Sebastián, su interés por dirigir cine no parte del hecho de “contar historias, sino de crear estas experiencias, estos sueños de noventa minutos en una sala oscura. Me gusta, nunca he querido hacer nada más, no he hecho nada más, y tengo muchísimos años trabajando en esta industria (ha sido editor de una decena de filmes). Soy un gran enamorado del cine”. 

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