Revista Cambio

Colecciones de cuatro décadas

POR LUCÍA BURBANO

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana, nacía una saga de películas que encandiló a niños y adultos. Fue el 25 de mayo de 1977, cuando Star Wars Episodio IV: Una nueva esperanza se estrenaba en Estados Unidos. Pocos pensaban que sería el principio de una serie de secuelas y precuelas de ocho películas (y contando) protagonizadas, originalmente, por Luke Skywalker, la princesa Leia, Han Solo, Chewbacca, R2-D2 y 3-CP0 en su lucha contra el malvado Imperio.

Con Una nueva esperanza arrancaba un fenómeno que hasta el día de hoy ninguna otra película ha conseguido igualar: fue la primera en generar un volumen masivo de mercadotecnia dirigida a un público infantil. Con el paso de los años, esos niños crecieron, y en un ejercicio de nostalgia comenzaron a revisitar su pasado a través de Star Wars. Son los coleccionistas.

Este furor comenzó a finales de los años 80 y principios de los 90. “Series de ciencia ficción como Buck Rogers in the 25th Century –emitida en la televisión de EE.UU, entre 1979 y 1981– fue también muy popular en términos de mercadotecnia, pero se emitía semanalmente, mientras que una película ibas a verla al cine sólo una vez. Aquí radica la diferencia”, explica Brian Stillman, director del documental Plastic Galaxy: The Story of Star Wars Toys (2014).

Una nueva esperanza fue la primera película que estuvo un año en los cines, cuando lo habitual, aun hoy, es que los estrenos no permanezcan más de tres o cuatro semanas en cartelera. “La gente iba a verla una y otra vez y todo el mundo hablaba de ella”, recuerda Stillman, quien tenía dos años cuando fue a verla con su padre.

EL GOLPE MAESTRO

Este éxito no se entendería sin Kenner Products. En 1977, otras empresas de juguetes de mayor tamaño como Mattel rechazaron la propuesta de Lucasfilm –productora de Star Wars presidida por George Lucas– de adquirir la licencia para manufacturar artículos relacionados con la película. Por aquel entonces, Kenner era una compañía relativamente pequeña pero ya había cosechado éxitos con los productos de la serie de ciencia ficción The Six Million Dollar Man (1973-1978).

Al principio, el lanzamiento fue modesto sin embargo la sorprendente recaudación que la película estaba cosechando y la proximidad de la campaña de navidad hizo que Kenner reaccionara e ideara una novedosa estrategia de mercadotecnia: como no tenían tiempo para sacar al mercado una colección de juguetes, venderían un certificado con doce imágenes de los personajes principales de la película. El comprador pagaría cuatro figuras por adelantado (Luke Skywalker, Leia, Chewbacca y R2-D2) enviando sus datos por correo postal a la compañía, lo cual generó un sentimiento de anticipación en niños y niñas. Una vez que fabricó las figuras al año siguiente, las despachó a las casas correspondientes.

“Otra estrategia brillante fue el lanzamiento de una figura de acción de todos los personajes, incluidos los secundarios. Además, emitieron una serie de anuncios televisivos que animaban a los niños no sólo a recrear las escenas de la película, sino a que idearan las suyas propias, despertando su imaginación”, dice Stillman.

Los ingresos totales que genera la mercadotecnia se estima que son billonarios, pero no se han difundido cifras exactas. En 1991, Hasbro adquiere Kenner –que desaparece en el 2000– y es hoy la propietaria de los derechos de los juguetes de acción, incluso tras la compra de Lucasfilm por parte de Disney en 2012 a cambio de 4 billones de dólares.

LOS COLECCIONISTAS

“La gente cree que los coleccionistas somos unos bichos raros que estamos todo el día navegando en Internet comprando figuras que después exponemos en estanterías. Nada más lejos de la realidad”, afirma Stillman, quien colecciona objetos de ciencia ficción de los años 1940 y 1950, además de artículos relacionados con Una nueva esperanza.

Stillman dice que para poder adquirir artículos realmente especiales vende aquellos de su colección que han perdido su valor sentimental. Este vínculo con la infancia suele ser el hilo conductor de los coleccionistas.

Aclara que el precio que pueden alcanzar algunos de estos objetos “lo fija el deseo que despiertan”. Los más costosos, cuenta, son los prototipos y cita como ejemplo una figura de Boba Fett que portaba un cohete real en la espalda, que al final no se manufacturó por motivos de seguridad. “Su precio ha llegado a alcanzar los 800 000 dólares”, revela.

En Inglaterra, Keith Guppy, gerente de una empresa de logística, tiene la mayor colección de figuras de acción del país. “Todo empezó en 1982, cuando mis padres me regalaron dos figuras, un AT-AT y un aerodeslizador –ambas de El Imperio contraataca (1980)– por Navidad”, explica. De pequeño, el ático de su casa era el escenario donde jugaba a crear aventuras con los personajes, y ahora, su colección de 2 000 figuras y aproximadamente 600 naves y otra parafernalia ocupa 40 m2 de su hogar.

Actualmente está focalizado en tasar el estado de conservación de sus figuras a través de Action Figure Authority. “Tengo las 92 originales producidas por Hasbro y mi objetivo es conseguir que todas logren una calificación de entre 85 y 90 (sobre 100)”, comparte. Las expone en su casa según el año de lanzamiento y explica que las adquiere, generalmente, en el portal ebay.

A LA MEXICANA

Luis Villagómez Sánchez, nacido en Querétaro capital, es tatuador, trabaja como asesor para un museo de juguetes y es propietario de la tienda en línea para coleccionistas tesorosdelahistoria.com.

Villagómez es una de las máximas autoridades sobre Star Wars en México. Ha escrito libros, ha participado en conferencias y en varios documentales. El último es The Toys That Made Us, producido por Netflix, y pendiente de estrenarse este año.

La primera película que vio fue El Imperio contraataca en 1980, en el cine, cuando tenía tres años. “¡Me escapé de casa con mi tío y como no sabíamos qué transporte público tomar nos retrasamos y llegamos 15 minutos antes de que acabara la película!”, recuerda.

Dice que la mercadotecnia era para él “como tener un pedazo de la película”. Su especialidad es coleccionar “todo lo que tiene que ver con el proceso de producción de un juguete, como moldes, prototipos y diseños originales”, explica.

Comparte que fue el visionado de un documental sobre el making-off de El retorno del Jedi (1984) lo que definió su futuro. “Fue fascinante comprobar que Star Wars era posible gracias a profesionales que hacían juguetes en miniatura”, explica. Es entonces, describe, cuando se convirtió en un historiador de su infancia.

Cuando Una nueva esperanza se estrenó en México, en diciembre de 1977, Lili Ledy lideraba el mercado local y obtuvo una licencia para producir una línea propia de juguetes de acción de un tamaño mayor, de 12 pulgadas, que las manufacturadas en EU, que eran de 7 pulgadas.

Hace veinte años, los mexicanos estaban más interesados en coleccionar figuras extranjeras. Ahora es al revés. “Las diez figuras de El Imperio contraataca que manufacturaba Lili Ledy, si se encuentran en su empaque y burbuja originales, pueden llegar a costar entre 25 000 y 30 000 dólares”, comparte.

Su interés radica en compilar objetos únicos, de los cuales sólo hay uno en todo el mundo. Aún así, Villagómez tiene treinta relacionados directamente con las películas. “Tengo piezas de la Estrella de la Muerte en miniatura que se emplearon para filmar primeros planos o la chamarra de uno de los soldados rebeldes”, cita como ejemplos.

¿Y cómo los consiguió? “Soy amigo de mucha gente que participó en las películas, algunos los obtengo en mercados secundarios donde participan exempleados, y que por tanto, se trata de piezas originales”, comparte.

Si tuviera que quedarse con uno de los más de mil que posee, lo tiene claro. “Las que me han regalado mis familiares porque lo hacen con mucho cariño”. Para Villagómez, lo emocionante no es el destino sino recorrer el trayecto. “Con cada objeto coleccionas una historia”, concluye el mexicano.