Revista Cambio

Canadá a la mexicana

Por Alejandra del Castillo

 

Todos comienzan a irse desde el momento que empiezan a considerarlo. No es fácil dejar México, el país que reconoces como tu lugar y el mismo sitio que sabemos en crisis desde que se tiene memoria. Arturo Mondragón veía claramente las señales para emigrar: la violencia, la inseguridad en las calles, los asaltos, los secuestros y que a sus 33 años era cada vez más difícil conseguir un buen empleo.

Arturo y su esposa Adriana comenzaron a pensar en el futuro y un seminario de emigración a Canadá por parte de la universidad La Salle dirigió la brújula hacia el Norte. Él es ingeniero en Energía Eléctrica y Sistemas Electrónicos por La Salle y tiene una maestría en Administración de Empresas por la University of Phoenix, Adriana se graduó de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ambos cubrían los requisitos para aplicar como candidatos a emigrar legalmente al país de la hoja de maple. Era 2007 y en medio del papeleo se les presentó la oportunidad de establecer un negocio en Pittsburgh, Pennsylvania. Viajaron con muchas expectativas y pocas se consolidaron, su negocio rindió frutos durante tres años y luego, Canadá se volvió a poner en el mapa.

Iniciaron de nuevo el papeleo, tuvieron que comprobar que su estancia en Estados Unidos se encontraba en regla y esperaron ser aceptados por la embajada canadiense. Vendieron su casa, cargaron la camioneta y continuaron hacia Toronto, Canadá.

Emigrar a Canadá no es una cosa sencilla, es un país que decide aceptar a los migrantes. Para ellos vino la residencia temporal y luego la permanente, con eso adquirieron todos los derechos y obligaciones como ciudadanos, excepto votar y ser votado. Justo ahí, volvieron al inicio, Arturo tuvo que empezar de cero, cubría el requisito del idioma, básico para encontrar un trabajo además de la experiencia. Consiguió su primer empleo a los dos meses de llegar y ha crecido poco a poco, ahora tiene una casa, disfruta de la seguridad, el orden y experiencia multicultural que este país le ha dado a él y su familia.

Me quiso desde que llegué

Claudia Rodríguez tenía 30 años y no pensaba en novios o casarse, ella quería conocer el mundo y expandir su mente. Investigó sobre los países con mejor nivel de vida y entre Australia y Canadá, eligió quedarse en América.

Dejó Guadalajara, la escuela que tenía y no sintió ni un poco de nostalgia porque le entusiasmaba su nueva vida. Llegó a Toronto para estudiar inglés y se colocó como vendedora en una tienda de ropa interior. Podía estudiar, trabajar, vivir bien, viajar y no sentirse estresada.

Recuerda con sorpresa lo que significa acostumbrarse a una sociedad donde prevalece la seguridad y el respeto, a los mexicanos nos cuesta desacostumbrarnos a pensar que todo nos puede ser quitado y entender a una sociedad que se rige por el respeto.

Canadá es un país que confía en que sus ciudadanos cumplirán sus responsabilidades en función del orden social.
Después de los idiomas, se capacitó para ser maestra en un Early child education program y después de algunos años ahora tiene un servicio de cuidado infantil (daycare) en su apartamento.

Cuando abre la puerta de su hogar todo se pinta de colores, personajes para niños, juguetes y material educativo. Puede cuidar únicamente cinco niños y generalmente son los hijos de los doctores de otras partes del mundo que vienen a formarse y trabajar.

Claudia es la mexicana que siempre se ríe, tiene buen ánimo y su espíritu contagia, ha logrado la cercanía con los niños que cuida y también con sus familias. Los niños, sin distinción de nacionalidades aman la comida mexicana, las quesadillas, los chocolate beans –como llaman a los frijoles refritos– y hasta las lentejas. En más de una ocasión ha tenido que compartir con los padres de los pequeños las recetas y los secretos de la gastronomía mexicana.

México siempre me llama

El sueño de Juan Carlos Navarro era poner un pie en un estudio para FILMAR una película de animación. Era 2008, salía de la universidad especializado en la animación de personajes y algo le faltaba, porque mientras soñaba que su trabajo animado se viera como las grandes producciones de Pixar o Dreamworks, comparaba sus materiales con los de su misma edad y sabía que todavía no era capaz de comunicarse como él quería.

Tomó un curso en línea en Animation Mentor por año y medio y cada movimiento que daba parecía una oportunidad. Cuando empezó a subir sus creaciones a internet fue seleccionado para integrarse al equipo de producción de la película animada Huevocartoon en Guadalajara, y aunque no le resultaba uno de sus contenidos favoritos pensó que era una buena oportunidad.

“¡Está sucediendo!”, pensó. Era un golpe de realidad, y mientras mudarse a Guadalajara le parecía estar del otro lado del mundo, Huevocartoon resultó una gran experiencia, pues el estudio logró que la animación saliera a la pantalla grande cuidando el bien de todos los artistas y el trabajo quedó resumido en una frase: “Como buenos mexicanos nos echamos la chamba”.

Volvió a la Ciudad de México y un amigo suyo lo llamó para decirle que había dos vacantes en Bardel Entreteiment Inc; en Vancouver, Canadá.

Juan Carlos pensó que aquello era mucho más lejos que Guadalajara, dudó un poco de salir de su zona de confort, sin embargo para diciembre de 2012 decidió mover su vida a donde alguna vez estuvieron dispuestos sus sueños.
Un joven como él, cuando se va, mete todo lo que le signifique México en la mochila, desde los dulces picositos hasta la estampa de la virgen que le regaló la abuela.

Juan Carlos llegó con una invitación de trabajo y donde empezaron tres mexicanos, ahora son 17. La experiencia multicultural es fascinante porque todos los días escucha por lo menos tres idiomas y no deja de aprender de las diferentes culturas con las que convive; ahora aprende un poco de portugués.

Extraña México y a su familia y descubre todos los días cómo los mexicanos hablan muy orgullosos de su país, también reconoce que a la sociedad en la que creció le hace mucha falta entender que se puede vivir de otra forma, una mucho mejor y con mejores oportunidades.

Ahora anima series como Angry birds y El gato con botas, se quedará a buscar la residencia y no descarta volver a México. “Siempre me va a llamar de vuelta aunque esté jodido, amo mi país, amo mi gente y soy mexicano”.

Las narrativas de la vida

Claudio Palomares escribió El lugar más triste para soñar, una novela que cuenta del amor transnacional cuando un migrante se enamora de una québécois. La historia resulta una alegoría de la migración y mantiene paralelismos con la razón por la que Claudio llegó en 2001 a vivir a Canadá.

Salió de México cuando era sólo un adolescente y ahora es profesor, escritor y músico. Claudio pertenece a una generación de mexicanos que vive el exilio, porque salir de México también es una forma de escapar. En su propia experiencia, el proceso de migración lo vivió desde entender dónde estaba, cuál era su realidad y así tratar de funcionar, es por eso que las nuevas narrativas de los inmigrantes no se ocupan de las tristezas o añoranzas, lo que cuentan es la realidad que se vive en otros países partiendo del origen.

Escribe en español porque lo hace sentir cómodo y disfruta de sus sutilezas. Así también participó en el libro colectivo Historias de Toronto (Editorial Lugar común), la antología de escritores hispanocanadienses cuenta la experiencia y su relación con Toronto. Para ello, Claudio escribió “El mapa”, el relato sobre un chico cuyo proyecto de tesis consiste en diseñar un mapa emocional de Toronto para contar su relación afectiva con los espacios de la ciudad entre bancas, parques, cafés, calles y espacios.

Claudio considera que el tema de la identidad aumenta el potencial de conflicto en lugar de crear puentes y lazos entre la gente, para él la identidad separa a la gente y piensa que ciudades como Toronto y Montreal son el experimento de sociedades donde caben todos y sus orígenes.

El escritor piensa que migrar y sus procesos no son fáciles y que mucho tiene que ver la decisión y el azar.