Revista Cambio

Un día como hoy murió de Chavela Vargas

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María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano había nacido un 17 de abril de 1919 en el barrio San Joaquín de Flores, en Heredia, Costa Rica. Pero la mera mención de su país natal la llenaba de feos recuerdos.

Yo nací en el fin del mundo, de niña casi no veía a mi mamá. Mis padres se separaron y fui a parar a lo de unos tíos que me hacían trabajar duramente. Recogía frutas. Unas cinco mil naranjas cada día. Pero yo no sentía odio ni resentimiento, más bien sentía que en todo mi ser, que en mis venas corría un tremendo coraje. Tanto coraje que por momentos pensaba que si me lanzaba contra una pared podía romperla. Yo quería tener un nombre, tener una carrera, pero era la niña más humilde y la más pobre

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José Alfredo Jiménez, para muchos el mayor artista y compositor de estilo ranchero que ha dado México, solía decir de Chavela que era quien mejor interpretaba sus composiciones. Y seguramente eso era real pues “La Chamana” (como luego iban a comenzar a llamarla) conocía a la perfección cada una de las historias detrás de las canciones del autor. Y luego, claro, los unió su adicción al alcohol.

Jiménez murió en 1973 de cirrosis hepática, y Chavela llegó al velorio con una guitarra, su pistola al cinto y su botella de tequila. Se quedó sentada en el piso, cerca del féretro toda la noche, cantando sus canciones, bebiendo y llorando en cada estrofa. Pero el estigma de Chavela no provenía sólo de la bebida sino y antes bien por haberse reconocido públicamente como lesbiana desde muy temprano. Y eso, en una sociedad mojigata como la del México de aquellos años, era algo prácticamente imperdonable.

Chavela Vargas fue una mujer de particular belleza, que se acrecentaba a través de sus interpretaciones.

En su juventud Chavela fue una mujer hermosa. Y esa belleza particular, distinta, se agigantaba con las letras de aquellas canciones sufridas, lo cual irremediablemente dejaba un tendal de pretendientes por el camino.Esa mezcla de pasión y desgarro sumada a su estampa supo incluso enamorar a la mismísima Frida Kahlo.

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