En los últimos años, las poblaciones de abejas a nivel mundial han registrado una muerte acelerada, principalmente por el influjo del ser humano dentro de su ecosistema.
Las abejas y otros insectos polinizadores juegan un papel vital en la biodiversidad y la agricultura. En gran medida, de estos animales depende la polinización y por ende la producción de los alimentos más consumidos por el ser humano y por miles de especies de fauna terrestre.
Rémy Vandale, investigador del Colegio de la Frontera Sur, señala que en México, hasta ahora, no hay registros estadísticos claros del efecto dañino que cultivos y fertilizantes provocan en las abejas; sin embargo hay datos alarmantes registrados en los últimos años.
En 2012, los apicultores de Hopelchén, Campeche, denunciaron la muerte de 2 000 colmenas de abejas y acusaron a la empresa de agroquímicos y biotecnología Monsanto por la aplicación de un insecticida a 2 000 hectáreas de cultivos de maíz.
Al inicio del 2016, en la zona de La Laguna (ubicada en Coahuila y Durango) los apicultores estimaron una pérdida de abejas del 53 por ciento.
Actualmente, la asociación Slow Food comenzó una campaña para dar a conocer la problemática y recomienda consumir productos agroecológicos de sistemas basados en la rotación de cultivos, la diversificación y la protección de insectos beneficiosos, que no usen insecticidas neonicotinoides ni otras sustancias de síntesis química.