Periodismo imprescindible Jueves 18 de Abril 2024

¿Culpable o inocente?

¿La ley se debe obedecer al pie de la letra? ¿Lo que es legal es lo correcto?, ¿quién decide esto? Como espectador de Terror, estarás obligado a participar en la obra, ya que de ti dependerá el final del juicio al piloto que derribó un avión para salvar a 70 000 personas, aunque por su acto mató a 164
09 de Septiembre 2018
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POR JAVIER PÉREZ

Desde antes de que entres a la sala, la obra ya ha empezado. Mientras esperas el acceso, ves a unos chicos con pancartas improvisadas. En unas se lee “Culpable” y en otras, “Inocente”. Junto con tu programa de mano recibes un par de tarjetas, una con un lado rojo y otra con uno verde. Las ocuparás casi al final porque el papel del público no es sólo  de espectador, sino como jurado. Y es que Terror, obra de Ferdinand von Schirach, uno de los escritores alemanes más connotados de los últimos años, tiene dos finales distintos dependiendo de la decisión tomada. El personaje del juez, voz en off de por medio, justificará la decisión.

La historia se desarrolla en una sala de juzgado, en un proceso cuyo centro es el dilema entre lo que es correcto e incorrecto, entre la ética, lo legal y la moral. El acusado es un oficial del ejército, un piloto alemán de un escuadrón de élite antiterrorista que, sin acatar las órdenes de sus superiores, derribó un avión comercial secuestrado, con 164 personas a bordo, que estaba amenazado con ser estrellado contra un estadio de futbol en Munich en el cual había 70 000 personas. El piloto está acusado del homicidio de las 164 personas, y un juez (Sergio Zurita), una fiscal (Ana Graham), un abogado defensor (Alejandro Morales), un testigo (Antonio Vega, quien también dirige) y la esposa de una de las víctimas (Belén Aguilar) argumentarán si el piloto (Juan Pablo Gil) es héroe o asesino.

“Como muchos de los textos que montamos en la compañía por Piedad Producciones –me dice Antonio Vega una tarde calurosa afuera del salón de ensayos de Once Once Producciones, la otra compañía involucrada en la producción–, este lo encontró Ana, lo leyó y luego empezó a investigar. Supo que había sido montado en muchos lugares y que estaba teniendo mucho éxito. Después fuimos a Miami a verlo. Nos gustó plantear en forma de una obra de teatro este dilema ético y moral: ¿lo que es legal es lo correcto?, ¿quién lo decide?, ¿se debe siempre obedecer la ley? Me parecía interesante que el público votara y decidiera la suerte del acusado y si eso se puede manipular desde la dirección, si podemos hacer que un día, porque hagamos la obra de cierta manera, el público vote más por culpable o inocente. Además, siempre me han gustado los dramas de la corte y los juicios”.

La obra, que se presenta de jueves a domingo en el Teatro Helénico hasta el 7 de octubre, transcurre únicamente en la sala de juzgado durante el juicio. La defensa y la fiscalía presentarán sus argumentos, el acusado expondrá los porqués de su decisión, el testigo recreará y explicará el mecanismo de operación del centro de seguridad nacional alemán y la codemandante presentará el punto de vista de los familiares de los pasajeros del avión derribado.

“Durante la obra –explica Antonio– se ponen varios ejemplos de dilemas éticos y morales, hay uno muy famoso: el dilema del tren. Un vagón se desengancha del tren, viene cuesta abajo y va a estrellarse contra un tren que está en una estación, seguramente causando cientos de muertes. Se te da la opción de desviar ese vagón a una vía secundaria, aunque matará a cinco personas. ¿Tomas la decisión de desviarlo? Pero hay una variante: en vez de que mueran cinco, puede ser sólo uno. El problema es que lo tienes que matar y aventar a la vía desde un puente. Cuando activamente tienes que matar a alguien, cambian las cosas, y eso planteamos en la obra. Idealmente quisiera que al final la gente se vaya a cenar o se vaya a su casa y que tal vez dentro de una misma pareja o una familia una persona haya votado a favor y otra en contra y que realmente discutamos lo que está bien, lo que está mal, lo que no está justificado o sí”.

Generar preguntas, además de entretener y divertir. Y es que como señala el actor Juan Pablo Gil, la obra tiene suspenso, drama y humor. Su personaje del piloto “vive una carga emocional muy fuerte: hay 164 víctimas, pero él se siente héroe por haber salvado 70 000, aunque al fin y al cabo desobedeció una orden conscientemente. Existe esta doble moral de saber qué era lo correcto. Toda la obra es contra él y es difícil estar como soldado sin perder el porte y convencido de tu inocencia. Desde que lo leí me encantó el personaje”.

La escenografía de Víctor Zapatero (quien hace también la iluminación) y Ana Adrià remite a lo que en el imaginario colectivo es una sala de juicios. “No será el show de escenografía, no será el show de la música ni el de las grandes actuaciones –sostiene Vega, quien tradujo la obra junto con su esposa, Ana Graham–. Quisiera que fuera un conjunto de propuestas que se conviertan en una cosa sólida, que es la obra”.

El reto de montar Terror, dice, es “trasladarla para un público mexicano, porque no vamos a tropicalizar la obra ni el texto. Cuando hacemos a Shakespeare no pretendemos que estamos en el reino de Gran Tenochtitlán. No necesariamente tenemos que hacer una adaptación, esto es una traducción, y el reto es que quede claro, que el público entre a nuestra convención. No queremos engañar a nadie pretendiendo que somos alemanes, sino invitarlos a que se suban con nosotros a nuestra montaña rusa y que cuando llegue el momento de votar estén muy interesados en ganar, que se sientan realmente parte del jurado, que se sientan importantes porque en esta obra el público tiene una participación fundamental: decide cuál es el final, la vida o la libertad de un personaje”.

Es la primera vez que Antonio Vega dirige una obra con tantos actores. “Generalmente había dirigido cosas de dos actores y yo siendo uno de ellos. En esta ocasión también actúo, pero soy digamos el menos importante, porque no podría hacer un personaje con más peso y dirigirlo al mismo tiempo”. La obra requiere paciencia y meticulosidad. Cada actor tiene por lo menos una intervención intensa, casi a la manera de un monólogo.

“Ver que otras personas confían en lo que estás proponiendo ya es una recompensa suficiente y lo es más si trabajas en conjunto para un mismo fin. Con lograr eso, ya valió la pena. Y si la gente lo recibe bien, es una recompensa extra, fantástica y extraordinaria. En resumen, el trabajo es en sí mismo la recompensa. Terror me parece una cosa divertidísima, y creo que está siendo y puede ser una experiencia bastante enriquecedora”.

El único elemento que sí está de terror en la obra es toparse con un empleado estresado del Teatro Helénico, que te pida disculpas –cuando pasa corriendo con un atril y te golpea– con un tono y una actitud más amenazadora que conciliadora –que incluye tomarte del brazo con fuerza– y que sólo intenta modificar cuando el coordinador de operación escénica del foro se lo pide; sin embargo, cuando se trata de recibir el boleto para una actriz famosa, se deshace en atenciones.

Teatro Helénico (Revolución 1500), de $160 a $400, boletos sólo en taquilla. Jueves y viernes, 20:30 h; sábado, 18 y 20:30 h; domingo, 18 h.

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