Revista Cambio

El espejismo de lo “Hecho en México”

El 1 de febrero, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, acompañado por los líderes de la cúpula empresarial, relanzó la campaña “Hecho en México” con el objetivo de animar a los consumidores a que adquieran más productos nacionales.

En medio de un ambiente hostil en el que en tan sólo un mes de ejercer el poder el presidente de Estados Unidos Donald Trump ha declarado a México una guerra comercial no escrita –trata de desalentar a empresas para invertir en el país y amenaza con imponer un impuesto de hasta 35 % a las importaciones aztecas–, ahora el gobierno invita a voltear hacia lo nacional.

La idea de Enrique Peña Nieto no es mala y embona en el “neonacionalismo” que la era Trump ha despertado entre los ciudadanos. El problema es que lo “Hecho en México” es un esfuerzo que se debió de haber apoyado de manera importante y sostenida desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) signado con Estados Unidos y Canadá y que entró en vigor en 1994.

Con este nuevo impulso a la campaña, el Gobierno federal pretende resaltar el talento, la calidad y la creatividad de los productores mexicanos. Al mismo tiempo que se fortalecería a empresas ya consolidadas y se impulsaría a pequeños y medianos negocios.

Sin embargo, analistas coinciden en que la idea de comprar sólo lo mexicano “nos encanta a todos”, el problema es que gran parte de lo que consumimos tiene insumos extranjeros, empezando por la tortilla, ya que para completar la demanda anual de maíz, importamos más de 6 millones de toneladas.

Todos los electrodomésticos en el país se fabrican con insumos importados. La industria automotriz también utiliza un importante porcentaje de componentes extranjeros.

Ignacio Martínez, coordinador del Laboratorio de Análisis de Comercio Exterior (Lacen), un think thank especializado en el comercio exterior y su impacto en la economía mexicana, asegura que para confirmar que el nuevo impulso a “Hecho en México” es un proyecto sin bases hay que hacer un ejercicio tan sencillo como abrir el guardarropa.

“Tan sólo en ropa y calzado, el 47 % de lo que vas a encontrar en tu clóset es importado”, ejemplifica.

“La iniciativa ayuda, pero no somos capaces de satisfacer esa demanda de manera interna, lo que podemos hacer es hacer menos grande el déficit comercial que tenemos”, asegura por su parte Juan Musi, director de CI Estrategias, firma que administra portafolios y fondos de inversión.

“La iniciativa me encanta porque es una campaña para ayudarnos entre nosotros. Si nos dan a escoger, obviamente vamos a ayudar a familias productoras”, añade; el problema, coincide, es que primero es necesario desarrollar toda una cadena de proveedores, abaratar costos y mejorar los salarios de los trabajadores.

 

LARGO ALIENTO

“Hecho en México” es un logotipo impuesto por el gobierno en 1978, para identificar todos aquellos productos fabricados en el país.

Con la llegada de los gobiernos neoliberales, a inicios de la década de los ochenta, en México se dejó de impulsar el desarrollo de la industria interna, se dejaron de producir insumos para el agro, como fertilizantes, y gran parte de los apoyos al campo se concentraron en productores exportadores, como sucedió con el caso de Sinaloa, que llegó a ser la primera potencia agrícola del país.

En 2009, el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, mediante el Acuerdo para la Economía Nacional y el Empleo, también anunció un impulso a lo “Hecho en México” como una respuesta a la crisis de 2008.

Sin embargo, los esfuerzos no prosperaron ante la falta de un proyecto integral que realmente favoreciera a empresas y productos nacionales.

Por otro lado, la industria a nivel nacional empezó a enfrentar dos problemas que pegan directamente sobre sus ganancias: los altos impuestos y las extorsiones del crimen organizado.

Un análisis de Lacen muestra que el costo de producción de una mercancía que al público se vende en 10 pesos, es de 3 pesos, de esos, 4 se tienen que pagar al fisco en forma de Impuesto Especial Sobre Productos y Servicios (IEPS) o Impuesto Sobre la Renta (ISR); 3 pesos se destinan a pago de extorsiones del crimen organizado, por lo que para obtener alguna ganancia, el empresario tiene que vender el producto más caro.

“Pagas IVA, IEPS e ISR y aparte pagas impuestos municipales y estatales, uno de esos es el predial que depende la zona donde esté el negocio. También hay que agregar las tarifas de luz que cada mes suben y si estamos hablando de una fábrica, el flujo eléctrico es constante. Hay que dar más facilidades a la industria local”, recomienda Martínez.

“El sello ‘Hecho en México’ no va más allá de la demagogia a raíz de que no está fomentado productos realmente de consumo inmediato, por ejemplo: lo que vestimos calzamos y comemos… Abre el refrigerador y ve cuántos de los perecederos que tienes son importados. Ve tu sala y vas a ver cuántos electrónicos son importados, esto de ‘Hecho en México’ no pesa en la producción nacional porque durante décadas se dejó de apoyar”, reitera.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó que en 2016 la balanza comercial de México con el mundo mostró un déficit de 13 135 millones de dólares, que, a pesar de ser menor al registrado en 2015 –14 609 millones de dólares– deja en claro que el país todavía compra más de lo que vende.

Lo “Hecho en México” puede encontrar ahora su momento o correr el riesgo de ser usado nuevamente con un fin meramente político.