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Juguetes que no nos trajeron

Pedir un Fabuloso Fred, pero encontrar bajo el árbol una calculadora con música porque José López Portillo cerró las fronteras
03 de Enero 2018
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Cuando se acerca el 6 de enero, todos los niños escriben con ilusión su carta a los Reyes Magos esperando que les cumplan sus deseos, ¿pero qué pasa cuando no ven bajo el árbol el regalo que esperaban?

Le preguntamos a varios adultos cuáles fueron los juguetes que siempre pidieron y nunca les trajeron. Aquí el resumen de sus respuestas, en las cuales encontramos muchas (muchas) coincidencias.

El más negado
Hoy, el competidor número uno de los juguetes son los teléfonos celulares y dispositivos como las tablets, los cuales son, inclusive, más pedidos en México que las consolas de videojuegos, pero para los niños ochenteros siempre fue una especie de acto mágico tener un juguete con cualquier elemento tecnológico, aunque éste fuera un simple foco.

Así, el juguete que nunca llegó el 6 de enero que tuvo más menciones fue el Horno Mágico Lili, el cual funcionaba con uno o dos focos (dependiendo la versión) de hasta 100 watts que servían para preparar pequeños pastelitos.

Incluía unos moldes de aluminio y sobres con una masa especial, pero su manejo era tan delicado que había niñas a quienes, a pesar de sí tenerlo, no se les permitía jugar con él porque corrían el riesgo de sufrir alguna quemadura.

“Años después (ya siendo adulta y madre) lo encontré como nuevo, arrumbado en un clóset. No sé qué es más frustrante: tener el juguete y que no puedas usarlo o desearlo y no tenerlo”, reflexiona Gabrielita.

Era fabuloso, pero escaso

Entre los juguetes más mencionados fue el Fabuloso Fred, que era un tablero de plástico con nueve teclas de colores con luz y que emitía diferentes sonidos. Servía para jugar memorama, tocar música como si fuera un órgano y otro par de juegos más.

Era realmente un precursor de los juegos del celular o de cualquier juguete electrónico para bebés del siglo 21, pero en los 80 era todo un adelanto tecnológico que inclusive precedió a la popularización de los videojuegos.

Por lo mismo tenía un precio alto y, en esa época de crisis y fronteras cerradas (las cerró José López Portillo), a veces era difícil encontrarlo, a pesar de que era distribuido por una empresa nacional.

“Una vez ya no había y me trajeron a cambio una calculadora muy padre, que entonces era un lujito; tenía musiquita”, escribe Sandrita.

La muñeca consentida
Hoy se puede llenar un pasillo completo de cualquier juguetería con diferentes versiones y accesorios de Barbie, pero hasta hace un par de décadas, cada año salía algún nuevo modelo y otros más desaparecían del mercado.

Así que los Reyes Magos recibían diferentes tipos de solicitudes, ya sea de la Barbie que le crecía el cabello o su Porsche o su casa con elevador, los cuales, digamos, siempre estuvieron al nivel del estilo de vida de esta popular muñeca, lo que muchas veces provocaba que se saliera del presupuesto estimado inicialmente.

“Yo quería una Barbie, pero jamás me lo cumplieron… hasta que yo me la pude comprar”, comparte la pequeña Anel.

Pero también había veces que alguien que ya tenía suerte una vez, buscaba tenerla de nuevo, lo cual tampoco cumplían los Reyes Magos.

“Yo pedí una nueva casa de Barbie porque la que tenía se rompió y jamás me la repusieron”, lamenta Gabriellita.

Los vehículos
Los patines y las Avalanchas son otros de los regalos que, según mencionaron, nunca llegaron al árbol, pero las bicicletas ocupan un lugar especial porque para muchos fue un regalo verdaderamente deseado.

Muchas veces, la bici no llegó por temas de dinero, pero por increíble que parezca, también fue por temas de género, como comenta Lucerito: “Mis papás eran muy conservadores, no me dejaban salir a jugar; a mi hermano sí se la trajeron cuando ya era más grande y podía usarla”.

Pero a veces, los Reyes sí tenían razones verdaderamente poderosas para no traerla, aunque los pequeños no lo comprendieran en su momento.

“Una bici siempre fue mi sueño, no sabía por qué nunca me la trajeron, pero de grande me dijo mi mamá que una vez tomé la bici de mi hermano y me le perdí en el pueblo”, confiesa Erikita.

Y los demás
El Nintendo, los coches de control remoto (incluyendo los “computarizados” de Ensueño), el Halcón Milenario, la muñeca “Comiditas”, la Máquina de Raspados (¡fiesta de sabor!) y los microscopios, telescopios y juegos de Química de MiAlegría (“aprendemos-y-ju-ga-mos”) complementan esta lista.

También se puede mencionar a las niñas que no recibieron una Cabbage Patch porque le daban miedo a sus papás, como los de Leticita, Sandrita y Georginita.

O como cuando los Reyes nunca entendieron lo que querían los niños, como en el caso de Adrianita, que siempre pidió una Casita del Árbol: “Por alguna razón, mi padre creía que sólo vivíamos de Lego y Playmobil”.

A Lizbetcita le pasó algo similar, ya que siempre deseó una pelota, pero los Reyes no se la traían porque creían que era muy poco. “Y siempre me compraban regalos muy caros, ¡y yo sólo quería una pelota!”.

Y otros, aunque tenían muy claro qué querían, tampoco lo tenían, como Normita: “Yo quería una Minnie de mi tamaño que vendían en Sanborns. Yo la veía enorme, pero supongo que no era tan grande”, apunta.

Pero que los Reyes no trajeran un regalo muy deseado, definitivamente ayudaba a formar la personalidad de los pequeños y a desarrollar fortalezas, como la tolerancia a la frustración… bueno, menos cuando sí se lo traían a un vecino o los primos… ahí sí que nadie se podía aguantar el coraje.

Así la historia de esos regalos que nunca llegaron.

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