Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

La fiesta de los que ya no están

El Día de Muertos, y toda la celebración que conlleva, es, quizá, lo que más identifica a México en todo el mundo; por ello, la tradición ha evolucionado con el paso de los años... y de las películas 
26 de Octubre 2018
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Hace tres años, cuando filmaron la película Spectre –de la saga de James Bond– en la Ciudad de México, dieron la vuelta al mundo las imágenes de grandes calaveras que desfilaban por el Centro Histórico y de miles de personas disfrazadas con motivos del Día de Muertos.

En esos días yo vivía en Cancún, y un alemán que estaba de vacaciones me preguntó en qué fecha hacían ese desfile porque le gustaría verlo. Su cara fue de sorpresa y desilusión cuando le respondí que ese espectáculo solamente había sido montado para la película.

“Pues ustedes se lo han estado perdiendo”, me contestó y siguió leyendo el periódico de cortesía que estaba en el lobby de su hotel y que mostraba las fotos de la filmación de esa escena en su primera plana.

El Día de Muertos es la celebración nacional más importante de México, por encima del 15-16 de septiembre, el marchito 20 de noviembre o el religioso 12 de diciembre. Inclusive es más esperado que la Semana Santa o un partido de la Selección Nacional.

Además, el Día de Muertos y todo lo que le rodea es, quizá, lo que más identifica a México en todo el mundo, y lo ha sido durante muchos años. “¿Entonces por qué esa fecha no se celebra a lo grande en el país?”, pensé.

Así, cuando platicaba con otras personas que sería buena idea que hubiera un desfile como el de la película de James Bond, no faltó quien me dijera que “hay cosas más importantes”, “no vamos a hacer lo que diga Hollywood” o el contundente “qué bueno que en México no se hacen esas mamadas”.

Poco más de un año después, estaba en Paseo de la Reforma haciendo un Facebook Live con entrevistas a los chavos que estaban a punto de participar en el primer desfile de Día de Muertos que se celebraba en toda la historia y que, definitivamente, inspiró la película Spectre.

Hay personas que califican esto como “una imposición de Hollywood”, “un atentado a las tradiciones” y hasta “la comercialización de una fiesta de origen prehispánico” o “algo más parecido al Halloween”, aunque pocos saben que la celebración del Día de Muertos, tal y como la conocemos hoy, es una colección de símbolos que se han incorporado a lo largo de la historia del país y quizá por eso es tan rica.

El cine

Spectre inspiró el desfile de Día de Muertos e hizo que la celebración se viera en todo el planeta. Por si fuera poco, el año pasado llegó Coco, que provocó que personas de países como China cayeran rendidas ante la curiosidad de saber más sobre esa tradición.

Pero no fue la primera vez que el cine suscitaba algo similar por el Día de Muertos, ya que desde la década de los 30, ese medio sirvió para que lo conocieran en el mundo.

Atraído por diversas crónicas que había leído sobre México, el cineasta soviético Sergei Eisenstein llegó al país en 1930 con el propósito de filmar una película que iba a retratar las tradiciones nacionales y que llevaría el título ¡Que viva México!; sin embargo, el director de El acorazado Potemkin no pudo terminar su obra por diversas causas (una de ellas fue que tardo tanto tiempo que se le acabó el dinero)

En 1972, Grigori Aleksandrov –otro cineasta soviético– retomó el proyecto y logró editar una versión de esta película que consta de cuatro episodios: “Sandunga”, “Maguey”, “Fiesta” y “Soldadera”, además de un prólogo y un epílogo.

Precisamente la parte final está dedicada al Día de Muertos e inspirada, entre otras cosas, en los grabados de José Guadalupe Posada. Así, Eisenstein fue el primero que llevó al mundo, a través del cine, esta festividad que tanto le había llamado la atención.

La Catrina

Curiosamente, ¡Que viva México! se hizo mundialmente famosa en los 70, cuando quedó terminada, aunque muchos de sus fragmentos, especialmente el del Día de Muertos, se conocieron desde antes.

En esa misma década, la pintora Frida Kahlo (murió en 1954) también empezó a adquirir más fama en el mundo, especialmente porque hubo grupos que la tomaron como una bandera del feminismo, movimiento que tuvo un impulso muy importante en los años 70.

Para la década de los 80, la fama de Frida Kahlo en México alcanzó los niveles que tiene hoy en día gracias también al impulso que le dio el cine cuando el director Renato Leduc (era mexicano, nacido en Tlalpan) estrenó en 1983 la película Frida. Naturaleza viva, protagonizada por la actriz Ofelia Medina.

Frida viene al caso porque también se le suele relacionar con la festividad de Día de Muertos, lo cual se debe a que ella fue una de las principales impulsoras de esa tradición, especialmente en la década de los 40, cuando los símbolos nacionales estaban por todas partes porque se intentaba construir una nueva imagen nacional después de la Revolución.

Otro de los impulsores del Día de Muertos fue su esposo, el pintor Diego Rivera, quien era un apasionado del tema, y gracias a él también se hizo famosa otra imagen recurrente de esa celebración: La Catrina.

Si esto fuera Twitter, aquí ya hubieran saltado las voces de “No es cierto, no es cierto. La Catrina es de José Guadalupe Posada, maldito ignorante”. Y sí, es verdad, pero Diego nos dio la imagen que conocemos hoy en día y que se usa en gráficas, disfraces y decoraciones.

Resulta que los caricaturistas de finales del siglo XIX e inicios del XX solían usar las calaveras con la finalidad de hacer crítica social, y uno de esos personajes fue la que hoy conocemos como La Catrina, la cual fue dibujada en 1912 por Posada y que se trata del último grabado de esas características que hizo antes de morir (solía hacerlos justo para las fechas del Día de Muertos).

Ese dibujo únicamente mostraba la cara y la parte superior del torso de una calavera que no tenía ropa y solamente portaba un elegante sombrero de plumas. Esa calavera en realidad era La Garbancera: así llamaban a las mujeres de origen indígena que vendían garbanzos durante la temporada en la que se daba esta leguminosa y el resto del año trabajaban como empleadas domésticas.

Muchas de estas garbanceras aprovechaban la época de vacaciones con el objetivo de tomar “prestada” la ropa de sus “patronas” que estaban de viaje, y se la ponían para salir a lucirla a la calle como si fuera de ellas, lo cual era también una manera de renegar de sus raíces. Ese fue el personaje que retrató Posada.

Unos 35 años después, en 1947, Diego Rivera la retomó con el fin de darle un cuerpo, un vestido completo, accesorios y hasta una clase social: en su mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, que pintó en el restaurante Versalles del Hotel Del Prado –se encontraba en la Avenida Juárez del Centro Histórico de la Ciudad de México– el artista se autorretrató como un niño que le da la mano a una calavera, ella porta un elegante vestido que hace juego con su viejo sombrero.

Dicho personaje, que aparece en la parte central del famoso mural, provocó que esa calavera adquiriera más popularidad y se le quedara para siempre el apodo de La Catrina.

Aunque sí se le consideraba un elemento de Día de Muertos, en realidad se empezó a usar con más fuerza durante esas fechas, hasta por allá de los años 80, cuando en diferentes movimientos culturales, como el rock y otras expresiones, hubo una corriente que escarbaba en los orígenes mexicanos con el propósito de buscar diferentes tipos de identidad.

Diego Rivera fue también un impulsor de tradiciones como la ofrenda de Día de Muertos, así que por todo esto, él, Frida y La Catrina hoy son símbolos que se incorporaron en las últimas décadas a esta celebración. Por cierto, Coyoacán es un lugar muy visitado esos días, ya que ambos vivieron mucho tiempo en ese barrio de la Ciudad e México.

El pan de muerto

Otro elemento que se incorporó a la festividad del Día de Muertos y que hoy consideramos muy mexicano es el pan de muerto (el tradicional, no las versiones rebuscadas que hoy venden en las panaderías hípsters y que son más parecidas, curiosamente, a los postres estadounidenses).

El llamado “culto a la muerte” que había en el México prehispánico no era del gusto de los españoles que llegaron durante la Conquista, por lo que rechazaban todo lo relacionado con los sacrificios y rituales similares.

Ante eso, decidieron crear un pan de trigo en forma de corazón, bañado de azúcar y que era pintado de rojo para simular que era la sangre de una doncella (eso hoy suena todavía más terrorífico).

Ese es el antecedente del pan de muerto, que luego fue redondo con “huesitos” o “lágrimas” y todos los demás significados que, en realidad, le han dado los panaderos de origen europeo con el tiempo.

Y Disney

Así que lo rico de la festividad del Día de Muertos es que se ha enriquecido con el paso de los años, adoptando elementos de cada época, incluyendo extranjeros, como las calaveritas de azúcar que son creadas con un dulce de origen árabe y que trajeron los españoles, o los tecnológicos, como las fotografías.

Y el año pasado, la película Coco se encargó de darle un toque integrador al Día de Muertos, en donde combina tradición y modernidad agregando elementos que le quedan muy bien, como los alebrijes o el mundo donde viven las personas que ya murieron con un toque urbano interesante.

Además, ese filme ya está entre los más vistos de la historia de Disney-Pixar, y fue muy popular en países como China o Rusia. Esto nos lleva al tema con el que iniciamos: hace unos días, platiqué con Alina Benítez Huerta, la encargada de coordinar a los voluntarios que participan en el desfile de Día de Muertos en la Ciudad de México, quien me dijo que este año llegó gente desde esos países para integrarse al evento.

Así que el Día de Muertos, irónicamente, es una tradición viva, que evoluciona y que actualmente es mucho más masiva y famosa a nivel mundial. ¿Entonces por qué hay quien se enoja cundo se modifica? Es el siglo XXI, y hoy, el Día de Muertos se ha adaptado a él. A disfrutarlo, pues.

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