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La visita de las 7 Cantinas

La costumbre católica dicta que cada jueves Santo, miles caminan por siete templos distintos ¿qué te parece cambiar la tradición de iglesias por unas cantinas?
25 de Marzo 2018
Fotos: Liliana Betancourt
Fotos: Liliana Betancourt

POR JULIETA SÁNCHEZ Y JAVIER PÉREZ

En Y retiemble en sus centros la tierra, el escritor Gonzalo Celorio narraba el viacrucis de un alcohólico. Basados en esa idea, decidimos hacer la visita de las siete casas de Semana Santa, pero modificamos las iglesias por cantinas del Centro Histórico. Y así, entre edificios coloniales, un palacio, un templo azteca, iglesias y una catedral, hallamos estos espacios donde, además de que disfrutarás un rato ameno, puedes aprender varios datos históricos.

La Peninsular

Remodelada hace unos años, en los noventa adquirió fama porque supuestamente aquí se había filmado El callejón de los milagros (1995) –destacan la escena del juego de dominó que abría cada uno de los episodios del filme de Jorge Fons–, pero también se dice que sólo aparece su puerta. Ubicada en la calle de Corregidora y Roldán en el barrio de La Merced, se adjudica el título de la cantina más vieja de la Ciudad de México pues abrió en 1872. Entre las muchas historias que se cuentan está la de la visita de Lucha Villa en su época dorada. Como desde hace tiempo, tiene entre los comerciantes y compradores a su público más asiduo, aunque también hay turistas y oficinistas. La botana es gratis en la compra de cuatro cervezas o cuatro tragos largos. Si no se consumen, hay que pagar 60 pesos (20 más los sábados) para que la sirvan. De lunes a miércoles es “Menú Godín” a tres tiempos; el jueves es pozolero (con tostadas de tinga y pata), el viernes es marisquero o taquero (pastor, arrachera, suadero y bistec), según la temporada, y el sábado es paellero. Se sirve hasta agotar existencias. Hay carta, con tortas muy recomendables. El sábado se oye son cubano en vivo; jueves y viernes, un trío versátil. El trago más caro es el coñac, a 130 pesos. Venden cerveza de barril. El “blue” es el coctel más solicitado: piña, naranja, curazao azul, vodka y ron. Cierran temprano porque la vida en los alrededores acaba temprano y en la noche la zona, dicen, es peligrosa.

La Peninsular, Alhóndiga 26, Centro Histórico. Lun-sáb. de 11-20 h, efectivo y tarjeta, $200-$250 p/persona, 5522 4089.

La Potosina

En la esquina de Jesús María y Moneda se encuentra este lugar pequeño y tradicional al que su administrador ha querido mantener como antaño. Algunos antropólogos le han dicho a don Roberto Lozano, quien llegó a trabajar aquí como lavador de baños en los años ochenta, que quizá podría ser la cantina más vieja del Centro. Ofrece botana todos los días, alrededor de las dos de la tarde, que él mismo prepara en un rincón de la barra, donde tiene la estufa. También se encarga de servir los tragos y atender las mesas, aunque tiene un ayudante. Diario llegan clientes frecuentes, a los que se ve sentados en la barra; uno de ellos pone siempre grunge de los noventa en la rocola de a diez pesos tres rolas. El trago que más le piden es “la lagartija”, mezcla licuada de vodka, jarabe natural y limones enteros al que don Roberto le ha cambiado la yerbabuena por menta. Aunque la zona es de comercios, los clientes llegan por recomendación o porque ya conocen el lugar. Aquí, dice, se sabe que Emiliano Zapata entró a tomarse un trago; de hecho, la calle de Moneda cambia de nombre a Zapata pasando Circunvalación, pues era el camino que tomaba el caudillo cuando llega a la ciudad y se hospedaba cerca. Los nietos de Zapata lo han visitado. En los noventa, los miembros del equipo Atlante, entonces campeón del futbol de la Primera División, llegaban al lugar reconocido como centro de reunión de la hinchada del club. Incluso, Félix Fernández, el portero del equipo, le llamó “la Protosina”, en alusión al sobrenombre del equipo. Dice que los “malandrines” de la zona respetan el local y a sus parroquianos, y que las cantinas están desapareciendo; que para nada son centro de reunión de delincuentes ni prostitutas. Don Roberto tiene un reconocimiento al local como negocio centenario, el cual le dieron en la administración de Calderón. Hay wifi y TV por cable.

La Potosina, Jesús María 21, Centro Histórico. Lun-sáb. de 10-24 h; dom. de 10-17 h, efectivo y tarjeta, $150, 5522 4089.

La Casa de las Sirenas

La construcción del siglo XVIII está dividida en tres zonas de consumo: mezcalería, salón y terraza. El local recibe su nombre por las sirenas originales que adornan el friso con motivos florales y remates de sirenas. Se ubica detrás de la catedral, en la que se considera la primera calle de América: Calzada a Tlacopan en el siglo XIV, calle Bergantines en el XVI, Escalerillas en el XVII y República de Guatemala desde 1917. El cierre de la zona debido a la remodelación del Museo del Templo Mayor, que duró siete años, no menguó la afluencia al lugar. En su mezcalería se encuentra una amplia variedad de destilados de agave, una muestra representativa de las bebidas de este tipo de todo el país, como raicilla, sotol y charanda además de mezcal. Un clásico del lugar es el coctel “María Bonita”, uno de los ganadores de los concursos bianuales de los maestros mezcaleros; también tienen de sandía y chía y de albahaca. El consumo no está condicionado con los alimentos ni viceversa. También ofrecen una carta generosa de cervezas artesanales. Para acompañar, pide las botanas de gusanos de maguey, chapulines y escamoles (se venden aparte); se sirven en sopes o con guacamole o en platillos con salsas a base de estos ingredientes. Aquí puedes ir en familia, incluso con la mascota. En fines de semana y días festivos suele ser muy concurrido. Por cierto, hay un vitral gemelo de La bienvenida ubicado en el museo de San Ildefonso. La terraza tiene una vista espectacular. Los platillos le hacen honor a la gastronomía mexicana, como chiles rellenos, panuchos y salpicón de machaca, pato confitado con naranja y yerbas de olor, servido con tortillas hechas a mano: siempre hay una señora echándolas en el comal.

La Casa de las Sirenas. República de Guatemala 32, Centro Histórico. Lun-sáb. de 11-23 h; dom. de 11-19 h, efectivo y tarjeta. $400 a $600 p/persona.

Buenos Aires

Esta cantina abrió sus puertas el 31 de mayo de 1940, en la parte baja del hotel Buenos Aires, un concepto bastante tradicional para la época. Se ubica en lo que fue un convento, y hay historias de que repentinamente aparece una monja en la zona de los baños, ubicada al fondo. Hay una figura de Pedro Infante con la que los parroquianos se toman fotos. En una de las paredes cuelga una máscara de Zapata, de su fallecimiento, que les donó su nieto. Dice Angélica Ochoa, una de las encargadas, que de lo que se trata es de que el cliente viva una experiencia al venir aquí. El ambiente y la decoración son agradables. Ofrece botana, de dos a cinco de la tarde, de cuatro tiempos, de tiempo por copa, que puede ser incluso de bebidas no alcohólicas. Los viernes hay indefectiblemente mariscos. También tienen alimentos a la carta y participa en el tour de cantinas. En el aniversario 75, se hizo un mural en reconocimiento a Zapata. Es un local grande que hasta tiene una fuente, con peces vivos, a fin de dividir la zona de fumadores, separada por una puerta. Además tienen una sala cerrada que puede funcionar para juntas de trabajo. Pasándola se encuentra el espacio donde se presenta el grupo en vivo y está el área de karaoke. Hay cerveza artesanal Minerva. El trago más caro está en 180. El coctel más pedido es el “Barcelona”, que se prepara con rodaja de naranja, ginger ale y whisky. Los chamorros, al albañil o al pibil, son su especialidad a la carta, al igual que las manitas de puerco a la vinagreta. Los viernes desde temprano el lugar empieza a estar concurrido.

Buenos Aires, Motolinía 21, Centro Histórico. Lun-jue. de 10-23 h, vie. 10-13 h y sáb. de 10-24 h. Efectivo y tarjeta.  $250 a $300 p/persona.

La Ópera Bar

Abrió en 1895 como cantina. Su decoración art nouveau del interior atrajo hasta a Porfirio Díaz y su esposa. Tiempo después, se dice que Pancho Villa perforó el techo con uno de sus disparos, cuya bala aún está incrustada. La bebida de la casa lleva su nombre: se sirve en un pepino al que se le da forma de caballito tequilero, se escarcha con sal y chile piquín y se le sirve tequila; en un jitomate guaje, también cortado a manera de caballito, se vierte la sangrita. Su carta de bebidas largas es abundante. Sus especialidades en platillos son una combinación de gastronomía mexicana y española, por lo que debes probar el pulpo y chamarro a la gallega, caracoles en chipotle o la lengua a la veracruzana. Las hermanas Boulangeot, de origen francés, fueron las dueñas. Ellas empezaron con una pastelería fina, y bajo la estética de las cafeterías parisinas recrearon esta cantina de alcurnia, lista para recibir a los asistentes a la ópera del Teatro Principal, ubicado donde hoy está la Torre Latinoamericana. La decoración es impresionante, pero su barra de caoba tallada en Nueva Orleans es una belleza, lo mismo que los techos decorados con hoja de oro y los gabinetes con asientos tapizados en terciopelo rojo, en los que se retrataron diversos personajes, como Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas, Jacobo Zabludovsky, Gabriel García Márquez, Octavio Paz y casi todos los presidentes de México.

5 de Mayo núm. 10, Centro Histórico. Lun-sáb. de 13-24 h; dom. de 13-18 h.  $300 a $450 p/persona.

El Gallo de Oro

“Desde 1872”, se lee en la fachada de esta cantina ubicada en la esquina de Venustiano Carranza y Bolívar. Al cruzar su puerta de madera con cristales, no sin antes leer en una hoja tamaño carta el menú del día, se percibe un ambiente cálido. Debido a la luz tenue de sus lámparas, parece que has dado un brinco hacia atrás en el tiempo, por el ambiente y la decoración retro, como los gabinetes. Destacan sus vitrinas de madera donde se alojan diversos licores. La familia Valle Durán, dueños de la cantina desde principios del siglo XX, la remodelaron y le dieron un toque de lujo añejo. En los años setenta era una cantina exclusiva y la más cara de México, pues en las calles aledañas estaban las sedes de la Bolsa Mexicana de Valores, la Nacional Financiera, el Banco de Comercio o el Banco de Londres y México, por lo que banqueros como el empresario Manuel Espinosa Yglesias, los Longoria, los Arango de Aurrerá, por ejemplo, pasaban a tomarse una copita a este elegante lugar. También fue visitada por poetas y escritores que se reunían en la plazuela donde se encuentra hoy el reloj otomano. Las bebidas no incluyen botana. todo es a la carta, y cada semana hay un menú diferente. Los meseros con mandil negro y camisa blanca te atienden amablemente. Los sábados ofrecen un bufet de siete guisos, entre ellos moles, chicharrón en salsa o albóndigas en caldillo. La especialidad es el “gallo de oro”: pollo a la leche adobado y cocinado a las brasas. Podrás pedir cerveza, tequila o mezcal, pero la especialidad de la casa es un coctel veracruzano llamado “menyul”, que se prepara con yerbabuena, azúcar, hielo, ginebra y Ron Negrita.

Venustiano Carranza 35, Centro Histórico.  Lun-dom. de 13-22 h. Costo: $300 p/persona.

El Negresco

Contrario a lo que ocurre en otros lugares, aquí no les importa mucho cuántos años tiene el local. Es suficiente con saber que ha cumplido muchas décadas, tal vez nueve. Su ubicación invaluable, a dos cuadras del Teatro Metropólitan, lo vuelve un punto de reunión idóneo antes de un concierto. En una de sus paredes, justo encima de la rocola, hay un reloj de 1942 cuyas manecillas no corren: es para recordarnos que aquí no pasa el tiempo, dice el encargado. Los olores que se mezclan apenas entras te recuerdan que guarda historias muy viejas. Fue refugio de personalidades como Jorge Negrete, Agustín Lara y Cantinflas. De la cocina, ubicada al fondo, salen platillos como hechos en casa: chambarete en pasilla, mole de olla, cochito al horno, chamorros al achiote, conejo adobado y pollo en salsa verde de habanero. Si sólo quieres comer, el menú cuesta 80 pesos e incluye dos guisados más sopa, entremés y frijoles de la olla. De miércoles a sábado hay música en vivo con un grupo muy versátil. Si compras una botella (de Torres X, whisky, vodka Absolut o tequila Don Julio, por ejemplo) te dan un kilo de arrachera. Los tarros y yardas están al 2×1 de jueves a sábado durante todo el día; los viernes, a partir de las 20 horas. Es decir, la cerveza aquí es la reina. Si entras por Balderas, te recibirá la barra: si lo haces por Victoria, entrarás a un rincón plácido del local. Tiene wifi.

Balderas 76, Centro Histórico. Lun-sáb. de 11-23 h. Tarjeta y efectivo. $150, 5510 2683

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