Revista Cambio

Los venenos blancos

POR GABRIELA GUTIÉRREZ M.
La letalidad de un veneno no está en la sustancia, sino en la dosis y la frecuencia con la que se consume. Por ello, los alimentos que ingerimos cotidianamente son los que, a la larga, nos alimentan o nos matan, pues se convierten en hábitos y –lo que es peor– los hábitos se heredan.
Algunos alimentos que históricamente se han catalogado como nutritivos podrían no serlo tanto y, por el contrario, tener efectos nocivos, como obesidad, ansiedad, desajustes hormonales e, incluso, cáncer.
Entre los que han creado un #okupa en el refrigerador familiar se encuentran cinco alimentos cuya blancura los disfraza con un falso aspecto de inocuidad, como la leche, la sal, el azúcar, la harina y el arroz blanco.
Leche
El ser humano es el único animal que consume leche en la edad adulta y que, aún más, consume la leche de otra especie. Eso, de entrada, debería ofrecer alguna pista de que algo no anda bien. Sin embargo, fueron la Universidad de Uppsala y el Instituto Karolinska –eligen al Premio Nobel de Medicina cada año– las instancias que en 2014 advirtieron que consumir entre 600 y 800 mililitros diarios reducía la esperanza de vida y aumentaba las fracturas.
La explicación del porqué es la siguiente: la leche estimula los biomarcadores 8-iso-PGF2α y la interleucina 6 (gen IL6) que activan el estrés oxidativo y la inflamación. El estrés oxidativo (radicales libres) favorece el proceso de envejecimiento y de algunas enfermedades, como el cáncer, el infarto cardiaco y la muerte celular.
Sal
La sal se usó en el pasado como conservador de alimentos, a falta de refrigeradores. De ahí que las personas comenzaron a acostumbrarse y a disfrutar su sabor; sin embargo, se ha demostrado que tiene un rol importante en la obstrucción vascular, lo que aumenta la presión arterial y favorece la aparición de infartos.
Alrededor de 1.6 millones de personas mueran cada año por el excesivo consumo de sal, estima la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con el propósito de evitar el riesgo, esta organización recomienda consumir menos de 5 gramos al día. ¿5 gramos?, suena a mucho más de lo que se utiliza para preparar un platillo, aunque es preciso recordar que la mayor parte de los alimentos procesados (refrescos, embutidos, etc.) utilizan sal como parte de sus ingredientes, así que, si se suma la sal integrada en los demás alimentos, el resultado es una bomba salitre de entre 9 y 12 gramos diarios.
Azúcar
No aporta nada al cuerpo, más que sabor dulce y calorías. Se puede aprovechar en energía, pero ante la inactividad se acumula y se convierte en grasa.
El azúcar en su color natural es café, pues proviene de la remolacha de la caña de azúcar; sin embargo, para blanquearla y hacerla ver más apetecible y saludable, pasa por un proceso químico de blanqueamiento.
Además de caries dental, el sobrepeso y la obesidad, favorece la aparición de la diabetes tipo 2, de acuerdo con una investigación hecha por la Universidad de California.
Harina
Cereales de cajita, panes, tostadas, espagueti, pizza, galletas. Abrir la alacena de un hogar promedio y no encontrar harinas refinadas es casi imposible. El problema es que la harina refinada produce los mismos efectos que el azúcar después de ingerirse.
Una persona promedio consume 10 porciones de granos refinados al día. A medida que el apetito nacional por la harina aumenta, también crece la incidencia de enfermedades relacionadas con la dieta, como la obesidad, los padecimientos cardiacos y la diabetes.

Arroz
Para más de uno, vivir sin comer arroz probablemente sea una acción sin sentido. Pero el riesgo es real. Un estudio de la Universidad de Harvard alertó de que consumir más de 340 gramos de arroz blanco a la semana aumenta en 16 % el riesgo de contraer diabetes tipo 2.
El arroz blanco se produce mediante la eliminación de la cáscara del arroz integral. Esas capas descartadas contienen nutrientes (como el magnesio y la fibra insoluble), que protegen al cuerpo humano de padecer diabetes.