Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

Paraíso escondido

Las vacaciones familiares no tienen que transcurrir con los padres acostados junto a la alberca en la que juegan sus hijos todo el día porque ¿cuál sería la razón de pagar tanto e ir tan lejos a hacer nada? Así que para los amantes de las opciones diferentes en familia, nos enfilamos a conocer un pueblito costero único
07 de Enero 2018
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En estas vacaciones, mi familia y yo decidimos cambiar la comodidad del modelo all inclusive para agarrar carretera y conocer un nuevo lugar que, sinceramente, ni siquiera sabíamos que existía en el mapa: San Pancho.

Antes de empezar a recorrer el lugar, nuestro guía me contó la historia del origen de San Pancho, la cual tiene valor periodístico, histórico y político: hasta finales de los 60, era un apacible pueblo pesquero y rural a la orilla del mar, sin embargo, el presidente Luis Echeverría, que gobernó México de 1970 a 1976, amaba este destino (el porqué no está muy claro, pero los lugareños cuentan diferentes historias, ninguna confirmada).

Gracias a eso, Echeverría construyó aquí una residencia en el mejor lugar de la playa, aunque también trajo vías de acceso, casas, un moderno hospital que todavía funciona, escuelas que aún existen y hasta empezó a construir un campus de su Universidad del Tercer Mundo. Sí, ese tercer mundo al cual, decía el político priista, era un honor pertenecer.

El presidente creó aquí un modelo de autosuficiencia que, decía, los demás países en vías de desarrollo debían copiar. Ese orgullo político y nacionalista se refleja hasta hoy en las placas que tienen el nombre de la calle en la que nos estacionamos: Avenida del Tercer Mundo.

Esa es la calle principal del pueblo –en realidad se llama San Francisco, pero nadie le dice así–; no es muy ancha y tiene banquetas pequeñas, muy al estilo mexicano, las calles que la rodean también tienen nombres de países tercermundistas (en los 70, ese adjetivo no eran mal visto del todo), como Ceilán, Camboya, Pakistán, Egipto, Honduras, El Salvador y, por supuesto, México.

Se crearon parcelas con la finalidad de sembrar fruta y se impulsó la pesca, por lo que también se construyeron grandes procesadoras para completar la labor de producción.

Echeverría solía aterrizar en su helicóptero presidencial varias veces al mes con el objetivo de descansar y disfrutar de San Pancho. De hecho, dicen que planeaba vivir aquí al terminar su mandato, en una residencia de 8 000 metros cuadrados y de más de kilómetro y medio de playa, pero finalmente tuvo que salir del país y todos sus proyectos se interrumpieron (como pasa con todos los planes presidenciales al final del sexenio).

Entonces, todo ese desarrollo impulsado desde el gobierno se esfumó, sin embargo, los habitantes decidieron no caer en el olvido.

El nuevo San Pancho

Durante los siguientes años, este poblado regresó a su tranquilidad (con su propia infraestructura que ahora parecía, irónicamente, “de primer mundo” comparada con otros poblados de la zona) y se mantuvo ajeno al auge que durante esos sexenios tuvieron lugares como Puerto Vallarta (a unos 90 minutos de distancia) y su vecino, Sayulita.

Pese a que por ahí de los 90 llegaron las inmobiliarias internacionales para vender terrenos, los habitantes de San Pancho se dedicaron a protegerlo de los grandes desarrollos turísticos que empezaban a crecer en la zona, todo mediante iniciativas encabezadas por asociaciones civiles locales.

De esa manera, se mantuvo la tranquilidad y tradición del lugar. Aunque en sus calles ya hay cafeterías, restaurantes gourmet y hoteles boutique al estilo hípster, todavía se pueden encontrar negocios para quienes busquen una experiencia más “tradicional”, como hostales, puestos de artesanías y hasta tiendas especializadas para surfistas. Todo se complementa con la infaltable tienda de conveniencia y algunas lujosos residencias de playa.

Así, por aquí conviven turistas nacionales y extranjeros, pobladores locales y gente que viene a vivir desde lugares lejanos con el propósito de cambiar de aires.

La estrella: su playa

Su avenida principal –tras “cruzar” un pequeño puente que es prácticamente de adorno y que es conocido como el “Golden Gate” (en honor al que hay en San Francisco, California)– termina en la playa, una bella e impresionante playa, para ser exactos.

La arena es suave y, en comparación con otras donde hay grandes hoteles, es muy ancha, por lo que combinada con el oleaje del océano Pacífico luce enorme e inspira sentimientos de libertad y relajación.

Las puestas de sol aquí son espectaculares y, aseguran los pobladores, ninguna es igual, por lo que puedes ir a admirarla todos los días para presenciar un nuevo “espectáculo” natural.

No está lleno de restaurantes o vendedores, tampoco hay grandes altavoces con reguetón ni personal de seguridad que te impida el paso hacia algún lado. Hay gente practicando surf, probando mate (o alguno otra yerba en otro tipo de preparación), jugando con sus perros o leyendo un libro. Todo en un ambiente cuyo sonido es dominado por el ruido de las olas del mar.

Obviamente, los fines de semana y al atardecer esta paz se altera un poco, pero si llegas temprano y entre semana, se puede gozar este ambiente, que ya es muy extraño en las playas mexicanas.

Conciencia social

San Pancho no sólo es mar y tranquilidad. Aquí hay una conciencia ecológica y social que se aprecia a simple vista y de la que los visitantes pueden formar parte.

EntreAmigos es una organización sin fines de lucro enfocada en la educación, ecología y cultura de los niños y familias de San Pancho, por lo que cuenta con un centro de educación en ecología y sustentabilidad que fue habilitado en una de las procesadoras abandonadas después de la bonanza de los años 70.

Ellos fomentan que San Pancho sea un pueblo autosustentable mediante el reciclaje de basura y la generación de empleos, además de crear conciencia mediante talleres y cursos para niños, entre otras actividades, en las cuales los habitantes del lugar suelen involucrarse directamente.

Tiene programas de voluntariado y siempre están al pendiente de las necesidades de la localidad. En su centro hay una librería y varias tiendas, por lo que es una parada obligada al visitar San Pancho.

Otra iniciativa social desarrollada en este pueblo es el Circo de los Niños, una organización creada en 2011 por Gilles Ste-Croix, cofundador de Cirque Du Soleil, con la finalidad de apoyar precisamente a EntreAmigos con la recaudación de fondos.

Así, el Circo del Sol donó equipo, y un grupo de personas viajó desde Canadá para montar un espectáculo con niños de la localidad, quienes fueron entrenados por artistas internacionales y voluntarios locales.

Hoy, es una escuela de artes circenses cuyo objetivo es fomentar el desarrollo integral de los niños y adultos jóvenes mediante las habilidades artísticas, creativas, motoras y de comunicación, así como la capacidad de tomar riesgos en un ambiente seguro.

¿Verdad que San Pancho suena como un gran lugar para disfrutar en familia y mucho más divertido que participar en concursos en la alberca o tomar 30 minutos de tiro con arco? Es un lugar mágico que, ojalá, permanezca así en los próximos años.

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