Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

Todos nos dimos, nos damos y nos daremos

Sí, tener sexo es tan antiguo como la humanidad misma, pero a pesar de que es muy natural, como cantaba George Michael en los años 80, es un tema difícil de tratar en público; sin embargo, con el paso de los años y las décadas comienzan a romperse muchos tabúes
01 de Septiembre 2018
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“El sexo es natural, el sexo es bueno. No todos lo hacen, aunque todos deberían. El sexo es natural, el sexo es divertido. El sexo es mejor cuando es: uno a uno”. Ahora que la escribo, veo que la letra en español de “I want your sex”, de George Michael, es menos sensual que en inglés. De todas formas, esta canción ochentera sirve para ilustrar cómo se vivía el sexo en esa época, en la que todavía había que convencer a la pareja de que el sexo era algo normal.

La letra de esta rola se consideró “sugestiva” en 1987, por lo que la radio prácticamente no la tocaba, y el “sensual” videoclip estuvo prohibido durante años en MTV. Si vemos hoy ese video, parecería una pieza muy light si se compara con una canción de reggaetón o hasta con un capítulo de La rosa de Guadalupe.

Eso mismo ha pasado con la forma en que la humanidad considera las relaciones sexuales, que hoy es un tema natural para las nuevas generaciones, aunque menos importante.

En México se conservan todavía muchos tabúes al respecto, pero ya desde los ochenta (incluso antes que George Michael) José José ya cantaba: “Esta noche te voy a estrenar, y a beberme tu amor, de un solo trago”, sin que muchos se escandalizaran.

Coger es algo tan antiguo como la humanidad misma, sin embargo, a pesar de que es muy natural, como dice George Michael, siempre ha sido un tema difícil de tratar en público.

No se trata de que todos vayamos por la calle hablando sobre lo sabrosa que estuvo la relación sexual que tuvimos anoche, pero a veces pareciera que las personas no quieren que nadie más sepa que cogen, y tampoco ellas quieren pensar en cómo cogen los otros.

Así, para muchos, sus papás no tienen sexo, y es como si hubieran sido concebidos por algún proceso mágico, mientras que para otros el tema se limita a su pareja en turno o a la pornografía que ven en su celular antes de dormir.

No obstante, la realidad es que sí, todo el tiempo la gente está teniendo relaciones sexuales a nuestro alrededor. Vayamos por partes.

CUANDO EL PUDOR LLEGÓ

En la época prehispánica, los antiguos mexicanos tenían todo tipo de prácticas e iniciaciones sexuales –algunas de ellas parecerían “extravagantes” para los valores actuales–, como relaciones bisexuales, violaciones u otras que hasta terminaban en sacrificios humanos.

Pero cuando llegaron los españoles al Nuevo Mundo, estas prácticas les parecieron escandalosas y hasta pensaron que el mismísimo diablo habitaba los cuerpos de los indígenas por el simple hecho de no profesar la fe cristiana o por algunas de sus costumbres “salvajes”, como entrar desnudos al temazcal hombres y mujeres por igual (los güeros se imaginaban que ahí se armaban unas tremendas orgías).

Así, con el propósito de controlar los instintos de los indígenas y, de paso, su reproducción, los conquistadores inculcaron en ellos algunas “tradiciones” importadas de Europa, como la culpa, el pecado y el pudor. Además, años más adelante, llegaron algunos “gadgets” de la época, como los cinturones de castidad, e instituciones como la Inquisición, que se encargaba de, ente otras cosas, mantener la mente de todas las personas apartadas del sexo.

Todo eso permaneció arraigado durante siglos e, inclusive, en México fue todavía más fuerte que en otros lugares del planeta, ya que tardaron en llegar –o nunca llegaron– muchos de los vientos renovadores que ya se sentían en tierras europeas en ciertas épocas, especialmente por allá del siglo XVIII.

De esta forma, temas como llegar vírgenes al matrimonio, sentir culpa por practicar el sexo o coger únicamente para procrear fueron prácticas socialmente aceptadas durante siglos.

Fue hasta el siglo XX, cuando la llamada “revolución sexual” tuvo presencia en México (un poco más fresa que en otros lugares del mundo, pero llegó), que muchos empezaron a abrirse un poco más en estos temas que eran todavía catalogados como “malditos” por las buenas conciencias.

SEXO EN EL CINE FAMILIAR

En los años 40 y 50, la vida nocturna en diversos lugares, especialmente la Ciudad de México, tenía una gran oferta con lugares como los cabarets, que eran frecuentados por todo tipo de público, incluyendo intelectuales, artistas, políticos y empresarios.

Aunque desde muchos años antes temas como la prostitución eran comunes en México, fue hasta entonces que estuvieron a la vista de todos, de manera más o menos legal y hasta anunciados con marquesinas luminosas.

Eso llegó al cine con personajes memorables, como Tongolele, que pusieron de moda a las vedettes que por ese entonces eran conocidas como “exóticas”, y que escandalizaban a unos y admiraban a otros, ya que bailaban con movimientos “provocadores” y con poca ropa ante públicos formados principalmente por caballeros.

Sin embargo, pese a tanto erotismo que abundaba en las calles, los cines y los antros, las relaciones sexuales todavía eran temas, para fines prácticos, prohibidos y no aptos para las buenas conciencias.

En la película El inocente, unos padres (Sara García y Óscar Ortiz de Pinedo) encuentran a su hija (Silvia Pinal) durmiendo con alguien a quien acababa de conocer unas horas atrás (Pedro Infante), y como se imaginaron que habían cogido (en realidad no lo habían hecho), los obligaron a casarse. Así eran las conciencias de la época y así se trataba el tema del sexo en el cine familiar.

SE ACABÓ LA FIESTA

Ese “desenfrene” terminó cuando llegó un regente (así se le conocía a la figura equivalente a lo que hoy es el jefe de gobierno de la Ciudad de México) de mano dura, llamado Ernesto P. Uruchurtu, quien escandalizado por lo que pasaba durante esa vida nocturna, ordenó cerrar todo tipo de cabarets y negocios similares.

Esto, obviamente, no terminó con esas distracciones, pero sí lo convirtió en un ambiente subterráneo o, en sus excepciones, muy caro.

Al mismo tiempo, en el mundo empezaba a tomar fuerza la revolución sexual, un movimiento que combinaba temas como la recuperación de la sexualidad como parte integral de la condición humana, el feminismo, la desnudez, la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales y los métodos anticonceptivos.

De esta forma, los jóvenes empezaron a tomar el sexo como una bandera de libertad y de diferenciación con otras generaciones. En México, ese movimiento fue algo más discreto y, paradójicamente, tuvo que buscar cabida en algunos lugares más íntimos, como los hoteles de paso.

LUCES NEÓN

En la época de la Colonia y hasta muy entrado el siglo XX, a las afueras –o en este caso, entradas– de la Ciudad de México había pequeñas posadas que servían, principalmente, para los comerciantes que llegaban a la capital y debían pasar periodos cortos en ella en tiempos donde la transportación era en carretas.

Así, en zonas como Sullivan, en donde había un par de estaciones de ferrocarril, o la calzada de Tlalpan, que era la entrada de Cuernavaca (por ahí arribaron desde Acapulco durante muchos años los productos que llegaban a bordo de la Nao China), había varias de esas posadas que, con el tiempo, fueron conocidas como “hoteles de paso”, ya que las personas únicamente permanecían en ellas uno o dos días en lo que vendían o compraban algo en la ciudad; luego regresaban a sus lugares de origen.

A finales de la década de los 30 cerraron esas estaciones del tren, y los viajes en automóvil eran más rápidos y comunes, por lo que esos hoteles dejaron de ser utilizados. Los dueños buscaron la manera de mantenerse a flote, y recurrieron a la prostitución para que las habitaciones de sus negocios volvieran a tener demanda. La idea fue todo un éxito.

Pero el final de la vida nocturna de la ciudad decretado por Uruchurtu también afectó ese servicio, por lo que, otra vez, esos hoteles tuvieron que enfrentar una crisis.

No obstante, los jóvenes y los autos eran ya una excelente combinación en la década de los 60, por lo que los hoteleros ampliaron sus negocios con un estacionamiento, al que bautizaron como “garage” y ofrecieron servicios de estancia por horas con el fin de que las nuevas generaciones pudieran expresar libremente su sexualidad… discretamente, al interior de sus habitaciones y sin que nadie pudiera ver su coche desde la calle.

Así, poco a poco, los letreros de neón con la leyenda “Hotel Garage” empezaron a invadir las ciudades. Este tipo de “posadas” se convirtieron en un negocio muy lucrativo, hasta hoy en día. Sin embargo, a pesar de su éxito, nadie aceptaba que los usaba, o al pasar frente a ellos, las personas evitaban pensar que, detrás de sus ventanas, había parejas teniendo sexo con “libertad”.

En el cine también había una sexualidad cada vez más “directa”: desde filmes como Un hombre y una mujer, hasta otros como La laguna azul exploraban diferentes formas de sexo en sus personajes y situaciones.

Hacia finales de los 70, la sexualidad parecía que se convertiría en un asunto más normal en el mundo occidental, y en México, aunque prevalecían las costumbres conservadoras, nacía cierta apertura. Pero en los 80 llegó algo que detuvo súbitamente el avance de esa revolución sexual: el sida.

PRÁCTICA DE ALTO RIESGO

Si bien ya se habían presentado algunos casos, hasta 1981 se habló en público del descubrimiento del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), una nueva enfermedad que muchos interpretaron que estaba relacionada con el sexo, aunque varios no entendían muy bien por qué y en qué consistía.

Los primeros casos habían sido detectados en personas homosexuales, por lo que en esos años se pensaba que era una enfermedad exclusiva de ese sector. En México, el primer paciente se registró en 1983.

Pero la enfermedad se reveló mundialmente y se conoció su alta peligrosidad hasta que una celebridad anunció que la padecía. Rock Hudson, uno de los galanes más famosos de Hollywood en la década de los 60, admitió a inicios de 1985 que padecía sida y que era homosexual. Murió en octubre de ese mismo año.

Al poco tiempo se supo que también podía afectar a cualquier persona, y para finales de los 80, la libertad sexual que venía de la década pasada, prácticamente había llegado a su fin por culpa del sida.

Según esa generación, tener relaciones sexuales se convirtió en una especie de práctica de alto riesgo; el uso del condón era el símbolo de que el sexo ya no era tan libre como parecía una década atrás (por ejemplo, en el video de “I want your sex” George Michael escribía en el cuerpo de su chica la frase “Explora la monogamia”).

ME QUIERO, ME CUIDO

Para mediados de los 90, las nuevas generaciones ya tomaban en cuenta el “sexo responsable”, y descubrieron que, de esa manera, podían tener relaciones sexuales seguras con sus parejas si usaban condón y si se hacían periódicamente la “prueba del sida”.

En países como México, series como Beverly Hills 90210 les enseñaron a muchos jóvenes que con ese mismo sexo seguro podían tener varias parejas y que, si bien había  cierto riesgo, si “se cuidaban” nada podría salir mal.

Obviamente, durante todos estos años prevalecía el conservadurismo en gran parte de la sociedad, aunque los jóvenes empezaban a tener más confianza en la práctica del sexo y se volvió algo más consciente y menos instintivo.

EL SEXO MILLENNIAL

Durante los inicios del siglo XXI, como nunca antes en la historia de la humanidad, los y las jóvenes de las nuevas generaciones empezaron a tener a su alcance mayor información sobre sexualidad.

Esto los hizo más conscientes de su cuerpo, de sus parejas, de sus preferencias sexuales, de sus decisiones y de sus prácticas. El sexo empezó a ser un asunto más cotidiano, y hasta era el tema principal de series como Sex and the city. Hablar de sexo ya no espantaba a (casi) nadie.

El mayor acceso a la información, combinado con factores como las telecomunicaciones, las facilidades para viajar, el aumento de opciones laborales y de estudio, así como las dinámicas familiares en las que los jóvenes vivían más tiempo en casa de sus papás y hasta las crisis económicas hicieron que, para la nueva generación –los millennials–, el sexo ya no fuera tan relevante.

Así, los jóvenes de hoy tienen menos parejas sexuales y relaciones que las personas que tenían su edad en los 70 u 80. Ya no necesitan esconderse en un hotel de paso con el propósito de mostrar su sexualidad porque pueden tener encuentros eróticos a través de su celular y el contacto físico ya no es un tabú.

Es más, los hoteles de paso ya no se limitan a ofrecer una cama y una regadera como en los 70, ahora están equipados con “potros”, columpios, tubos y todo tipo de amenidades porque lo chido es la experiencia, no solamente ir a coger.

Hay que admitir que en México prevalecen temas como los embarazos de adolescentes, los abusos y las enfermedades de transmisión sexual, pero hay más apertura e información que en épocas pasadas.

Sí, el sexo hoy es más natural y divertido.

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