Revista Cambio

Transforma un viaje de trabajo en aventura y placer (no te emociones, no se trata de sexo)

FOTOS CARLOS TOMASINI

Soy una persona afortunada porque gracias a mi trabajo he podido conocer, para fines prácticos, los cinco continentes y estar en lugares en los que de otra forma difícilmente podría haber estado.

Cuando voy a cubrir lo que los periodistas llaman “la fuente de viajes”, soy un suertudo que tiene una habitación de lujo para él solo, pese a que únicamente duerma en ella cuatro horas; coma abundantemente en los mejores lugares; me transporten por aire, mar o tierra a los atractivos más remotos y me expliquen con detalle prácticamente todo lo que vea.

Pero si el trabajo consiste en cubrir una conferencia, asistir a un congreso o atestiguar la presentación de un programa de televisión, hay que darse sus mañas con el fin de escaparse y, aunque sea durante un par de horas, conocer el lugar en el que te encuentras. Así, por lo menos podrás presumir una selfie en tus redes sociales para que tus amigos piensen que estás turisteando (bueno, de todas formas lo piensan y te dirán cosas que, repetidas muchas veces, dejan de ser graciosas, como “¡uy, cómo trabajas!”).

En los viajes de trabajo regularmente se llevan viáticos limitados (o, si eres freelance, no existen), además de que dispones de poco tiempo libre, por lo que tampoco es posible darse grandes lujos o alargar demasiado una estancia.

Sin embargo, siempre hay formas de aprovechar con el objetivo de conocer un poco, ya sea quitándole horas al sueño durante un par de días, “sacrificando” la hora de comida o reprogramando alguna actividad.

Salir muy temprano 
y regresar muy tarde

Cambiar un vuelo o pagar una o dos noches extra de hotel para aprovechar un fin de semana son opciones que pocos se pueden dar, pero se pueden explotar otras oportunidades. Por ejemplo, a veces puedes elegir tú mismo los horarios del viaje, por lo que un buen consejo es comprar boletos con salidas lo más temprano y regresos lo más tarde posible.

Así, al llegar a tu destino, tienes tiempo para dar una vuelta, por lo menos en los alrededores de tu hotel. Por ejemplo, una vez llegué a Nueva York a las 04:00 de la mañana y mi habitación estaría lista hasta las 13:00, por lo que tuve que dejar mi maleta con el “botones” y me di una vuelta por las calles del centro de Manhattan, que al amanecer tienen una apariencia única y que permite ver desde la eficiente manera en la que se recoge la basura en esa ciudad hasta sorprenderse con que la transmisión de un noticiario matutino es un atractivo turístico del lugar.

En ocasiones, pasas varios días en una ciudad y solamente puedes ver por la ventanilla del coche lugares que te gustaría conocer de cerca. Eso me pasó en Berlín con la Puerta de Brandenburgo, la cual quería admirar y tomarle fotos, pero la vez que estuve más próximo a ella el paso se encontraba cerrado porque en los alrededores estaba hospedado un árabe millonario. Dos días después, antes de irme al aeropuerto, aproveché para ir a conocerla de frente, aunque como era de noche, ya no le pude tomar las fotos que quería, o al menos con la calidad que buscaba. Eso sí, la pude admirar y con eso estuve satisfecho. Llegué tarde al check-in y volé en el asiento de en medio de la última fila, pero valió la pena.

Las escalas

En Alemania he tenido la suerte de aprovechar un par de largas escalas a la mitad de un viaje. Y no es casualidad: este país tiene conexiones de transporte tan buenas que es relativamente fácil planear una escapada a la calle.

En Múnich tenía seis horas libres a las 7:00 de la mañana antes de que despegara mi siguiente vuelo, por lo que salí corriendo al tren que se toma prácticamente en la puerta del aeropuerto y que te deja en la Marienplatz, el corazón de la ciudad y en el que se encuentran sus más importantes edificios. No son dos puntos cercanos porque están a una hora de distancia y los trenes tienen horarios exactos, por lo que hay que organizar la escapada contemplando tiempo suficiente para evitar cualquier imprevisto. A mí me dio tiempo de caminar por el lugar y apreciarlo al amanecer, además de tomar fotos y hasta platicar con un alemán que hablaba un fluido español.

También en Alemania, me tocó una escala menos larga en Frankfurt, en donde estaba  con un grupo de cansados periodistas que regresábamos de una cobertura, pero uno de ellos nos convenció de salir a conocer la ciudad. A pesar de que todos eran de la pomposa fuente de “tecnología”, solamente uno de nosotros tenía datos en su celular con qué consultar en Google Maps cómo podíamos llegar a la Plaza Römerberg, el lugar más importante de ese destino. Tomamos el tren y, aunque al llegar a la estación marcada la siguiente instrucción era tomar el Metro, vimos que podía ser más rápido caminar. También era muy temprano y pudimos apreciar el lugar, desayunar con cerveza, tomar fotos y, eso sí, correr como locos para alcanzar el tren de regreso al aeropuerto.

Haz ejercicio

Y a propósito de correr, hacer ejercicio es otra forma de aprovechar una estancia corta con el propósito de conocer un lugar. Así que los que son muy deportistas pueden intercambiar un par de horas en el gimnasio del hotel por salir a la calle a hacer exactamente lo mismo que harían sobre una caminadora.

Las Vegas es un lugar en el que suele haber muchos eventos, pero como yo siempre he ido con poco dinero en la cartera, más de una vez he intercambio las caras salidas nocturnas por una saludable carrera matutina por Las Vegas Boulevard (o “el Strip” para los cuates). Mi meta es el famoso letrero de neón de “Welcome to Fabulous Las Vegas”, el cual, dependiendo de dónde empieces a correr, queda a un máximo de 5 kilómetros de distancia del hotel más lejano. En el camino hay que subir puentes y cruzar por lobbys de hotel, sin embargo, resulta divertido ver todos esos exóticos lugares que representan una pirámide egipcia o una minitorre Eiffel. Debe hacerse muy temprano, porque a mediodía el clima es incómodo y por la noche hay demasiada gente.

En Washington DC, una tarde dominical de otoño pude correr en una gran ruta entre la Casa Blanca y el Capitolio, atravesando el llamado National Mall, en donde se encuentran icónicos lugares como el Monumento a Washington. También son unos 5 kilómetros entre un punto y otro en un ambiente agradable e histórico. Una desventaja de esta opción es que casi no te puedes parar a tomar fotos, aunque el lado bueno es que recorres muchos lugares en poco tiempo. Sí, también se pueden hacer en bicicleta, pero pues así cualquiera lo puede recorrer, ¿no?

Aprovecha las oportunidades

La idea de estas escapadas es aprovechar todas las oportunidades que tengas, incluyendo los incidentes. Por ejemplo, en un viaje que requería una escala en Lima, perdí la conexión por un retraso en el aeropuerto de la Ciudad de México (¡que raro!). En Perú, la aerolínea se hizo cargo y nos llevó a un hotel porque no podríamos irnos sino hasta la noche siguiente; así que, sin planearlo, tenía casi un día para recorrer el centro de la ciudad y, de paso, hasta hacer una especie de visita sorpresa con el fin de saludar a unos buenos amigos que vivían ahí y que, por cierto, me llevaron a comer a un bonito lugar.

Desaprovechar todas las oportunidades que se te presenten en un viaje puede privarte de experiencias únicas que difícilmente podrías volver a tener. Hace unos años viajé a una cobertura periodística en Arabia Saudita y, el último día, salí a caminar en compañía de dos compañeras periodistas por las calles de Riad, que a esa hora se inundan de los sonidos de cantos que provienen de las bocinas colocadas en lo alto de las mezquitas con el objetivo de indicar que es tiempo de iniciar los rezos. En varios locales y puestos callejeros había unos “trompos” similares a los que los chilangos vemos todos los días en los tacos al pastor, pero aquí eran de carne de cordero y se servían en unos panes árabes acompañados de una especie de té negro. Verlos me producía una mezcla de antojo y asco, no obstante, me ganó lo segundo debido a un malestar estomacal que tenía; estoy arrepentido de no haber probado esa comida con el propósito de vivir la experiencia completa que pude haber disfrutado seguida de un par de antiácidos.

Para los más tradicionales, siempre estará la opción de tomar un turibús o hasta contratar un recorrido guiado, aunque el inconveniente de esto es que se ajustan a un horario que, en este tipo de viajes, resulta difícil cumplir la mayoría de las veces.

Pero la idea es que en un viaje de trabajo no te limites a la sala de juntas, el hotel o el salón de convenciones en el que te encuentres, especialmente si estás en un lugar lejano que vale la pena conocer, y lo mejor es que lo puedes hacer sin gastar mucho dinero.