Periodismo imprescindible Martes 16 de Abril 2024

Un futuro cercano

El recorte de agua que recién vivimos en la capital del país lo podemos ver como un ejercicio que nos está preparando para el futuro, lo peor es que ese futuro puede llegar mucho antes de lo esperado si no replanteamos la visión que tenemos del agua en la megaurbe donde vivimos
04 de Noviembre 2018
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POR SEBASTÍAN SERRANO

Recién nos estamos reponiendo del corte de agua que afectó a 480 colonias de la Ciudad de México y 13 municipios del Estado de México. Se calcula que, tan sólo en la Ciudad, más de 4 millones de personas se quedaron sin una gota de agua durante 3 días. Sin embargo, este evento que duró prácticamente un fin de semana nos puede estar preparando para el futuro cercano.

No necesitamos una sequía para quedarnos sin agua. El 55 % de nuestro abastecimiento viene de los acuíferos, y este gran almacenamiento que duró siglos en formarse lo estamos agotando. Según información del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), estamos en peligro de que a partir de 2040, no podamos extraer una gota más, un punto de quiebre que nos llama a replantearnos la visión que tenemos del agua en la megaurbe donde vivimos.

A lo largo de 500 años la ciudad ha tenido un modelo de manejo del agua basado, en un inicio, en drenar y secar los lagos con el fin de evitar inundaciones catastróficas y problemas de salud, y luego, en un complejo sistema de tubos de drenaje profundos para tirar el agua hacia Hidalgo.

Por otro lado, con el propósito de traer agua a una población de 8 millones de habitantes –más los otros 14 de la zona conurbada–, se creó un gran acueducto que importa el 30 % de nuestra agua desde Michoacán y el Estado de México. No obstante, como lo hemos visto en años recientes, y es cada vez más evidente, este modelo se está agotando y no es sustentable a ningún nivel –social, económico o ambiental–. Por esta razón, en las últimas décadas se han promovido soluciones que replantean el desarrollo de la ciudad para restituir la forma como manejamos el agua.

Hablé con Loreta Castro, urbanista que desde 2012 trabaja con el doctor Manuel Perló con el objetivo de promover la aplicación Acupunturas hidrourbanas, que consiste en estrategias pequeñas que impactan en el cuerpo de la ciudad, intervenciones puntuales y concretas en zonas neurálgicas. “Es cuestión de encontrar espacios que tengan el potencial de resolver más de un problema a la vez: recuperación del espacio público, inundaciones, falta de agua, movilidad, inseguridad”.

Un ejemplo de esta aplicación es La Quebradora, que está por terminarse este año y en donde se aplican varias de estas soluciones.

Loreta conoció esta tendencia mundial cuando realizaba su investigación de maestría y ganó un premio para conocer diferentes ciudades que están diseñadas y viven en torno al agua. Me dice que una de las ciudades que más le impresionó fue Curitiba, en Brasil –ahí conoció el concepto de acupuntura urbana de Jaime Lerner–. En esa ciudad todos los parques retienen el agua de lluvia antes de que llegue a las partes bajas, así evitan inundaciones en las planicies de la ciudad.

También le impactó que en Venecia cada plaza es una cisterna que recolecta agua de lluvia. Además, China se está convirtiendo en un referente de buenas prácticas con su modelo de ciudades esponja que se diseñan de tal forma que toda la infraestructura urbana absorbe y retiene el agua; y también conoció ciudades ancestrales en la India, que están recuperando prácticas con el fin de almacenar y recuperar el agua en los parques.

La idea es aprovechar todos los espacios en los que se pueda generar este tipo de proyectos, afirma Loreta. Precisamente ella y el doctor Perló empezaron en Iztapalapa, donde han estudiado las condiciones de la zona, tanto geográficas como hídricas, y plantearon 20 estrategias que se podrían aplicar, desde huertos urbanos regados con agua de lluvia, un sistema paralelo de uso de aguas pluviales y tratadas, hasta pequeñas intervenciones en lugares clave que se pueden desarrollar a nivel barrial.

BAJO IMPACTO

Diferentes personas, empresas, despachos, organizaciones ya trabajan en este tipo de alternativas para desarrollar una ciudad diferente –captación pluvial, jardines infiltrantes y pozos de absorción, por ejemplo.

Hablé con Miguel García, ingeniero de proyectos de Soluciones Hidropluviales, quien es un defensor a ultranza del desarrollo de bajo impacto. Me explica que en esta práctica aplican técnicas que se asemejan lo más posible a procesos naturales, así generan el mínimo de efectos en el ambiente. En el caso del manejo del agua de lluvia, se buscan sobre todo cuatro estrategias: retrasar el agua que escurre desde las partes altas cuidando y recuperando reservorios naturales; en otros puntos de la ciudad, retener si se puede en parques o tanques, y una vez almacenada el agua, reutilizarla –después de un tratamiento adecuado– ya sea para usos generales o con el propósito de infiltrarla y regresarla al acuífero como se hacía antes de manera natural.

Me explica además que es un enfoque que se puede aplicar a pequeña escala en casas y edificios, o en proyectos grandes a nivel urbano con el objetivo de mejorar los espacios públicos. “Porque lo importante es distribuir las soluciones a lo largo de la ciudad y así tener varias zonas de amortiguación, en vez de conducir toda el agua por medio de drenajes profundos para luego reunirla en un solo punto y descargarla contaminada. Así también se evita que se sature y falle la infraestructura que cada vez se queda más corta ante el desarrollo urbano mal llevado”. Se trata de realizar modificaciones lo menos invasivas posibles, con el fin de recuperar los sistemas naturales de la zona, que se vuelvan más verdes y mejoren la calidad de vida.

Todo esto suena muy bien, pero cuántas veces hemos visto infraestructura pública, incluso privada, abandonada porque no se le da el mantenimiento apropiado. En este sentido, de acuerdo con Miguel, el mantenimiento debe ser parte del proyecto, soportado por un programa adecuado, sencillo y económico que promueva la conservación de la infraestructura y su funcionalidad.

Loreta me dice al respeto que se deben desarrollar sistemas híbridos y servicios que  ayuden a pagar la operación y mantenimiento del mismo. Por ejemplo, en La Quebradora: “El cobro de los baños públicos ayuda a pagar el mantenimiento de este servicio y también parte del parque. El agua de la planta de tratamiento que sobra se puede vender y generar un recurso extra. Además se construyeron locales que se rentan para ventas o espacios para actividades comunitarias, como clases de baile; de igual forma, se ofrecen espacios dónde anunciarse. La idea es que todo esto aporte recursos para el mantenimiento y operación del espacio”.

También es fundamental que la comunidad se involucre con el fin de que exija y reporte que todo funciona de forma adecuada. Además, Loreta considera que se deben plantear programas que vayan más allá del gobierno de turno; que no se queden atorados por los cambios de administración. En el caso de La Quebradora, está convencida de que la alcaldesa entrante, Clara Brugada, va a recibir el proyecto con muy buenos ojos, porque es virtuoso en varios sentidos y da pasos muy grandes a nivel ciudad.

500 AÑOS

Según Loreta, tenemos que cambiar la relación tensa y contrastante que tiene la Ciudad de México con el agua: o te hace falta o te inundas. Una ciudad que era de agua, la transformamos en una megaurbe que extrae agua de otros lugares, la ensucia y la tira. Por eso para ella es fundamental que se genere una relación real entre los habitantes y el agua, “en donde el Tejido urbano se convierta en infraestructura que como una esponja absorba el agua y libere el espacio de drenaje”.

Miguel agrega que desde el gobierno se debe generar un esquema que impulse e invite a que personas y empresas desarrollen este tipo de proyectos por medio de incentivos; que haya bonificaciones, como reducir el predial o la tarifa del agua. De igual forma, también deben aplicar multas a quien no lo haga o lo haga mal, porque está afectando la ciudad.

En la actualidad, la Ley de Aguas de la Ciudad impulsa la captación y se exige en el reglamento de construcción. Sin embargo, se aplica a medias, porque sólo se hace para el permiso de construcción y no se revisa la operación del sistema. Tampoco es muy específica en asuntos técnicos, como el diseño del sistema ni los dispositivos de tratamiento y almacenamiento, detalles fundamentales si se desea que funcione.

De acuerdo con Miguel, si al menos el 20 % de la ciudad aplicara estas soluciones, podría aportar mucho con el propósito de mejorar nuestra situación hídrica. “Si en la zonas densamente pobladas se pudiera tener por lo menos, en cada esquina, un jardín infiltrante, se estaría haciendo mucho por mejorar el manejo del agua de lluvia, y las condiciones de los habitantes”.

A corto plazo son opciones que mitigan las inundaciones, reducen el número de las personas afectadas y los riegos a la salud pública, también disminuyen las pérdidas económicas y los conflictos viales; a mediano plazo, generarán un suministro alternativo de agua en temporada de lluvia; y a largo plazo, se conseguirá un equilibrio virtuoso entre lo que se extrae del acuífero y lo que se recarga, lo cual además de mejorar la calidad del agua contenida, va a amortiguar el hundimiento de la ciudad.

Sin embargo, son resultados que tardarán varios años en verse, pues no se puede resolver un problema tan complejo de la noche a la mañana, aunque hay que empezar a aplicarlas desde ya, porque vamos tarde. “No se oye una visión a largo plazo que nos invite a tomar conciencia sobre nuestra utilización del agua, que busque reducir el consumo para exigirle menos agua al sistema, que se revisen fugas y se cambie a sistemas más eficientes, tampoco se impulsa la adopción de fuentes alternativas que nos permitan generar un bajo impacto a mediano y largo plazo”.

Loreta considera que es fundamental darnos cuenta de que el manejo del agua en México no es broma. “Nos quedan 50 años de agua. Debemos preparar la ciudad para el siglo XXI, en donde se utilicen todos los recursos disponibles: comprender que llueve muchísimo y que es un recurso que no podemos seguir desperdiciando; así como las aguas tratadas, no podemos regalarlas y tirarlas al drenaje”.

El sistema que tenemos ya agotó su capacidad. Estamos justo a tiempo para empezar a implementar el modelo de manejo de agua que dará viabilidad a la ciudad a largo plazo, y les asegure a las próximas generaciones que va a funcionar otros 500 años.

 

Técnicas de bajo impacto para manejo de lluvia

Cosecha de lluvia

Se puede aplicar en casas, edificios, comercios, almacenes mediante sistemas que recolecten la lluvia de los techos –el área menos contaminada–, con el fin de tratarla e incluso potabilizarla. Se puede usar en sanitarios, regaderas, lavado de ropa y limpieza varias superficies. El agua que no se puede almacenar o que viene de estacionamientos, se puede descargar a jardines infiltrantes que permitan que se recargue el acuífero.

Manejo de agua de tormenta

La lluvia que escurre por las calles o en grandes superficies, como industrias, centros comerciales y estacionamientos, también se puede captar, almacenar y reutilizar para usos industriales, sanitarios o limpieza de vehículos; pero también se pueden aplicar diferentes técnicas con el objetivo de retener e infiltrar el agua de lluvia, desde galerías o tanques de infiltración hasta pozos que regresen el agua al acuífero; sobre todo se requiere recuperar espacios públicos, desde banquetas hasta parques, con el propósito de que recuperen su capacidad para contener y absorber el agua.

 

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