Revista Cambio

Vivir junto al muro

Por Frank Jack Daniel / REUTERS / CIUDAD JUÁREZ, MÉXICO

En su gran mayoría, los mexicanos se oponen al muro que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha prometido construir a lo largo de la frontera con México.

Pero en la fronteriza Ciudad Juárez, que tiene frente a ella una extensa valla que Estados Unidos colocó, los habitantes tienen una visión menos radical de lo que puede significar un muro. Dicen que la cerca en Juárez ha sido tanto causa como solución de problemas en la ciudad y zonas aledañas.

Algunos comentan que la cerca ha mejorado la calidad de vida en Juárez, pues desvía la trata de personas y el tráfico de drogas a lugares más remotos donde es más fácil cruzar la frontera.

Otros dicen que la elevada cerca atrajo un nuevo tipo de crimen al incentivar que narcotraficantes, a quienes les resulta difícil transportar su mercancía a través de la frontera, distribuyan parte de su producto en un mercado local que crece.

El recién elegido presidente municipal de Juárez, Armando Cabada, comparte ambas perspectivas. Menciona que la cerca, las cámaras, los sensores y los controles más estrictos en los puentes fronterizos han frenado el cruce de mexicanos indocumentados al centro de El Paso en Texas, frente a la ciudad, justo al otro lado de la frontera fortificada.

Pero, al hacer un balance, lo negativo ha superado a lo positivo, según Cabada, quien sostiene que poco después de que se instaló la cerca, Juárez se hundió en una guerra infernal entre cárteles que la convirtieron en la capital mundial del homicidio, mientras que El Paso se mantuvo como la ciudad más segura de su tamaño en Estados Unidos.
Después de reforzar la frontera, “los narcotraficantes batallaron mucho más para pasar la droga a los Estados Unidos y mucha de esta droga se quedaba aquí”, dice Cabada.

La mayor oferta de narcóticos cambió la dinámica social en Juárez donde la adicción y los delitos menores se dispararon, explicó.

Es difícil aislar las causas del caos en que se sumergió Juárez en 2008, cuando los cárteles de Sinaloa y Juárez lucharon por las rutas para traficar droga, pero la visión de que los controles más estrictos contribuyeron a la espiral mortífera está muy extendida entre líderes empresariales, funcionarios de seguridad y políticos consultados por Reuters.

La ciudad de 1.4 millones de habitantes vio crecer el número de homicidios desde 336 en 2007, cuando comenzó la construcción de la cerca, hasta 3 047 en 2010, cuando casi concluía la obra. En contraste, en El Paso se registraron dos homicidios en 2010 comparado con ocho en 2006.

La cifra de homicidios del año pasado fue menor a la de 2007 y la vida ha comenzado a volver a la normalidad, pero la fuerte demanda de metanfetaminas en Juárez ha desatado una batalla local y un nuevo pico de violencia, según Cabada y funcionarios de seguridad de la ciudad.

Las encuestas de salud del Gobierno revelan que el consumo de drogas se encuentra entre los más altos del territorio mexicano.

MENOS CAOS

En una encuesta realizada en mayo por Baselice & Associates Inc. para Cronkite News y otros medios, se encontró que de 1 500 entrevistados en 14 ciudades fronterizas, tanto en México como en Estados Unidos, 72 % del lado de Estados Unidos y 86 % del mexicano se oponen a la construcción del muro.

Esteban Sabedra, un obrero de Anapra, un barrio de clase trabajadora en el occidente de Juárez, está dentro de la minoría de mexicanos a quienes les gustaría ver más seguridad en la valla fronteriza.
A una cuadra de su casa, la Oficina de Aduanas y Protección de la Frontera de Estados Unidos reemplaza una rústica cerca de alambre, que separa a Juárez de El Paso desde 1980, por una de metal de dos kilómetros de largo y casi cinco metros de altura.

Sabedra ve con gusto la nueva estructura y dice que espera que desaliente el tráfico de personas y de drogas, que es una plaga en el barrio e intimida a los habitantes.

El muro “no nos afecta nada. Al contrario, está mejor y no se arrima tanta gente porque es por aquí que pasan”, dijo Sabedra, quién gana 150 pesos al día por fabricar partes para frenos destinadas al mercado estadounidense en una planta en Ciudad Juárez.

De hecho, la instalación de la reja, según expertos, ha sido uno de los factores detrás de la abrupta caída en las aprehensiones en la frontera norte de México, mientras que otro de los determinantes ha sido el cambio de ruta de los indocumentados a zonas menos vigiladas.

EN RUINAS
Jorge Arnaldo Nava López, fiscal general de Ciudad Juárez, atribuye el severo aumento del crimen a lo largo de la desértica franja fronteriza del Valle de Juárez a la edificación del muro.

El repunte del crimen ha sido particularmente marcado cerca del municipio de Guadalupe en dónde termina la barrera.
“Está propiciando que haya desplazamiento hacia las zonas que están pobladas que están afuera de Ciudad de Juárez”, señaló.

Valle de Juárez solía ser un destino popular de fin de semana para la clase media de Juárez. Ahora, invadido por la violencia y abandonado por la policía municipal, muchos de sus centros de descanso, casas de fin de semana y campos de algodón están en ruinas.

Funcionarios y migrantes cuentan que algunos mexicanos y centroamericanos pagan a las pandillas miles de dólares para escabullirse a través de una parte estrecha del río y probar suerte esquivando a los guardias fronterizos y así alcanzar las ciudades de Tornillo y Fabens, en Estados Unidos.

El reforzamiento de la frontera podría contagiar el caos a otras zonas. Pero Nava, quién antes encabezaba la agencia antisecuestros de Chihuahua, teme que también pueda desencadenarse un aumento en las extorsiones y secuestros si las bandas locales que ahora se dedican a la venta de estupefacientes en pequeñas cantidades ven frustrados sus planes a causa del nuevo muro.

“Pero no estamos exentos a que pudieran empezar a repuntar este tipo de delitos, y la droga que se pretendía ingresar a los Estados Unidos se empieza a quedar aquí en Ciudad Juárez”, dijo Nava.