Periodismo imprescindible Viernes 29 de Marzo 2024

Festivales
del caos

16 de Octubre 2017
Rogelio Segoviano
Rogelio Segoviano

Hace unas semanas, un grupo de veteranos periodistas culturales se lamentaban de la ineptitud, corrupción, burocracia, grilla, despilfarro y deficiente organización que desde hace algunos años aniquila los diferentes encuentros artísticos que se desarrollan en el país. De por sí, con presupuestos de la iniciativa privada cada vez más limitados para sacarlos adelante, la mayoría de los festivales y ferias culturales dependen de los apoyos oficiales –en efectivo y en especie– que gobiernos y funcionarios locales, estatales y federales les puedan brindar, como si se tratara de hacerles un favor a los artistas y al público en general, a costa de su propio dinero.

“Entendemos que los políticos y burócratas de la cultura hagan tonterías y crean que son ellos quienes, cada tanto, inventan una serie de eventos que satisfacen las necesidades de las personas para acceder a libros, música, danza, películas, pinturas, fotografías, obras de teatro, ópera y conferencias –señalan mis colegas–. Pero lo que nos cuesta trabajo entender a los periodistas es que ahora sean los propios organizadores y promotores culturales quienes, lejos de hacer mejor su trabajo y sacar el máximo provecho a los mínimos recursos con los que cuentan, ahora sólo buscan protagonismo, poder y beneficios individuales de todo tipo”.

Sobran los ejemplos de los vicios que los periodistas culturales señalan, y lo mismo se encuentran en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y el Festival Internacional Cervantino, que en la Feria Internacional del Libro o el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, entre muchos otros.

Uno de los más recientes escándalos ocurrió hace algunas semanas, cuando Sarah Hoch, titular del encuentro fílmico de Guanajuato, contrató a una compañía especializada en el manejo de prensa y relaciones públicas para que se hicieran cargo de la acreditación y atención a los medios de comunicación que cubrirían el evento; sin embargo, lo primero que hicieron fue limitar las acreditaciones e incluso negárselas a publicaciones que tradicionalmente dan seguimiento a este festival, como La Jornada, Proceso, La Crónica, El Financiero y hasta a la reconocida revista Toma, especializada desde hace muchos años en el séptimo arte y en la crónica de encuentros de este tipo.

En cambio, los brillantes publirrelacionistas consideraron que quienes deberían ser invitados como prensa al Festival Internacional de Cine de Guanajuato, eran, en su mayoría, empleados o directivos de sitios de Internet con alto tráfico de usuarios (onda Sopitas y Deforma), así como los llamados influencers y vlogueros, pues aunque ninguno de ellos tuviera idea de lo que es el trabajo periodístico, cualquier comentario en sus plataformas podría volverse viral y eso tendría mucho más eco que cualquier entrevista, reseña, crónica o reportaje que los incómodos profesionales pudieran hacer.

En días pasados inició, también en Guanajuato, el Festival Internacional Cervantino, y junto con este llegó otro escándalo, pues, al parecer, se quiso condicionar la acreditación del reportero Luis Carlos Sánchez del periódico Excélsior, a que el medio no fuera tan crítico con los espectáculos que habría y a que “tratara bien” a los funcionarios del festival. Excélsior rechazó la acreditación y reclamó a María Cristina García Cepeda (Maraki), secretaría de Cultura federal, quien a su vez, con el propósito de que no le dieran un “periodicazo” acusándola de censura, exigió “la cabeza” de algún chivo expiatorio. Así, la directora del Cervantino, Marcela Diez, sacrificó a Lourdes Gómez, su jefa de prensa, para que no se hablara más del asunto.

Pero con lo que Maraki no contaba era que Lourdes Gómez, a diferencia de otros coordinadores de prensa, goza de prestigio profesional entre muchos artistas y reporteros, quienes no sólo ponen en duda la versión del periodista de Excélsior, sino que critican el exabrupto de la secretaria de Cultura, quien con tal de proteger su chamba –y los privilegios que conlleva, por supuesto– envió al paredón a quien parecía ser una de sus más eficientes colaboradoras, sin haber investigado antes si era culpable de lo que se le acusaba.

Habrá que ver si no les sale el tiro por la culata.

 

*Periodista especializado en cultura.

@rogersegoviano

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