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Sexo, amor y otras adicciones

18 de Noviembre 2018
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POR VALERIA GALVÁN

Iván era adicto al sexo. Me contó su historia. Así empezó todo.

“Era mi cumpleaños número 27, mis amigos y yo estábamos celebrando cuando a alguien se le ocurrió preguntarme ‘¿A cuántas viejas te has dado?’. Yo respondí, pero  como ellos me consideraban el galán del grupo no me creyeron, ya que mi número era bastante bajo para sus expectativas. Hubo alguien que lanzó el reto. Me dijo que tenía un año a partir de esa noche para llegar a 100. Estábamos estúpidos y la regla era simple. Yo tenía exactamente hasta mi próximo cumpleaños para entregarles una lista con el nombre o referencia de cada uno de mis ‘trofeos’”.

Francamente no creí su historia, y menos en el número. Las cuentas no me salían. Descontando sus relaciones sexuales previas, la cantidad me parecía imposible de cumplir. “¿Cómo le hiciste?, ¿lo lograste?, ¿qué significa para un hombre un reto así?”, le pregunté, muy curiosa.

Iván respondió: “¿Cómo lo hice? Es más sencillo de lo que crees: para coger, con cualquiera, sólo debes abrir el Whats, Facebook, Tinder o hacer una llamada a alguna vieja amiga. Con algunas puedes aplicar el ‘verbo’ y vas preparando terreno. Lograr un ‘acostón’ con una chava a la que tenía que ‘seducir’ me llevaba entre tres días y una semana, con otras la cosa era más simple. La liberación sexual de nuestros días me ayudó y sólo tenía que decir ‘¡Qué onda!, ¿nos vemos?’ o hablarles muy claramente. Sí, sí lo logré. Hice mi lista y de las del fin de semana ni me acordaba. Obviamente me metí en problemas en algunas ocasiones. A las que les apliqué el ‘verbo’, pues se clavaron y yo tuve que decir el típico ‘no eres tú soy yo’. Un reto de estos para un hombre es eso: un reto. A la mera hora no importa si la persona te gusta o no tanto. Después de ese año ya no pude parar, fue un infierno. Lo único que quería era tener sexo, hasta que pasó lo peor.

“Después de acostarme con todo tipo de mujeres y a punto de tenerlo con un hombre, un día no había nadie disponible y yo me volvía loco. Le pedí ayuda a una amiga y me consiguió una ‘cita’. Pasé por ella en la moto, no la vi bien porque no me importaba cómo estuviera. Le puse el casco y subió. Cuando llegamos a mi casa ya no había marcha atrás, mi cabeza se convertía en un globo lleno de aire mientras iba quitándole la ropa sin poder creer lo que estaba frente a mí: una mujer con hipertricosis, o bueno, síndrome del hombre lobo.

“Cuando todo terminó y le pedí que se fuera, corrí al baño, vomité y me puse a llorar. Había tocado fondo. Decidí entrar a un grupo de ayuda, y lo demás es historia”.

Cualquier adicción puede enfermarnos, dañarnos o matarnos. El cigarro, alcohol, drogas son adicciones comunes y “socialmente” presentes. Estamos acostumbrados a tratar todos los días con un adicto; sin embargo, hay algunos de los que nadie sabe, adictos a una emoción, a un sentimiento, a una persona o a un pensamiento. Estas adicciones nos matan emocional o socialmente.

En lo personal, me declaro una ex adicta al enamoramiento. Mi caso es muy simple: mi vida no estaba completa si no existía una persona por la que tuviera sentimientos “románticos”. No era feliz sin ese ingrediente que me hacía ver la vida en tonos rosas. ¿Qué hice yo? (violines por favor). Hice dos cosas: La primera, investigué sobre el amor (aún no termino); la segunda (se leerá como una “jalada”, pero es real), me tuve que concentrar en una sola persona: en mí. Traducido al lenguaje del romance y la superación personal, tuve que enamorarme de mí misma para controlar mi criterio y dedicar ese tiempo y energía a otras cosas más objetivas.

Este tipo de adicciones no sólo nos dañan a nosotros, lastiman a los que nos rodean ya que nuestras acciones y decisiones son impulsivas, egoístas y poco asertivas. ¡Vive sin adicciones!

*Valeria Galván es buscadora de historias urbanas de sus contemporáneos millennials. Ponte atento, tu historia puede ser la próxima.

@valeria_galvanl

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