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Un país pirata

13 de Noviembre 2017
Rogelio Segoviano
Rogelio Segoviano

La cifra es alarmante: en lo que va del año, más de 
42 millones de mexicanos han adquirido de manera consciente algún producto pirata, que puede ir desde una cajetilla de Marlboro rancios, una botella de Jonnhy Walker adulterado o una mala copia en DVD de la película de estreno en cartelera, hasta un pantalón Levi’s que se rompe a la segunda lavada, unos tenis Converse a los que se les levanta la suela en una semana o un bolso Louis Vuitton de plastipiel.

En contraparte, se estima que sólo 10 millones de mexicanos han adquirido siempre productos de manera legal y rechazan de manera tajante los artículos apócrifos, aunque sean considerablemente más baratos, pues además de saber que su calidad es infinitamente superior, reconocen que gran parte de los ingresos por la venta del material ilegal terminará en manos de los grupos criminales que tanto daño hacen a la sociedad.

Pero tal es el delirio del grueso de la población por los productos pirata, que México está entre los países que podrían terminar 2017 en la nada honorable lista de las 10 naciones que más piratería consumen, de acuerdo con el reporte especial de hace unos días de la Oficina de Comercio Exterior de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) sobre las violaciones de los derechos de propiedad intelectual y patentes a nivel mundial.

Según la Encuesta para la medición de la piratería en México, realizada de marzo de 2016 a marzo de este año, a solicitud de la Coalición para el Acceso Legal a la Cultura, 80 % de los mexicanos mayores de 18 años gastaron casi 
21 000 millones de pesos en la compra de algún artículo que no es original –los más recurrentes son música, películas, videojuegos, programas de software y libros.

De acuerdo con el estudio, 37.5 millones de personas compran discos pirata en tianguis, mercados y puestos ambulantes, mientras que 34 millones adquieren por estas mismas vías copias apócrifas de películas y series de televisión, lo que genera importantes pérdidas a la economía formal. Y eso, sin contar con el acelerado crecimiento, en los últimos años, de las descargas ilegales en Internet de canciones y contenidos audiovisuales, equivalentes, según la la industria del entretenimiento, a unos 6 400 millones de pesos anuales. Dicen los expertos que sólo el narcotráfico resulta un negocio ilícito más redituable que la piratería.

Lo que resulta difícil de entender es la poca disposición de muchas autoridades para combatir y abatir este problema tan grave. Por ejemplo, se sabe que de los 120 sitios en Internet más visitados por los cibernautas mexicanos con el propósito de realizar descargas de música y películas, sólo 14 de ellos son legales, mientras que el resto son clandestinos, sin embargo, ni la policía cibernética ni nadie hace nada por cerrarlos o seguirle la pista a los responsables a fin de que paguen las consecuencias.

Otro dato contundente: se estima que anualmente el mercado mexicano consume, de manera legal, casi 50 millones de DVD vírgenes para ser utilizados en diversas áreas, principalmente en la industria del entretenimiento y la educación, pero que al revisar los registros de importación se ha detectado que ingresan al país embarques hasta por 900 millones de unidades, y a ninguna autoridad le parece extraño o le asalta la duda en torno a saber en qué ocuparán esos 850 millones de discos vírgenes que sobran. ¿Será acaso que ese excedente lo utilizarán con el objetivo de grabar materiales apócrifos e inundar el mercado con piratería? No, no puede ser, mejor dejemos que las tres o cuatro empresas que los importan se los lleven sin problemas ni investigación alguna. Total, somos un país de piratas.

*Periodista especializado en cultura.

@rogersegoviano

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