Revista Cambio

#CuandoDicen
TodasJuntas

POR ALEJANDRA DEL CASTILLO

“Las mujeres han sido normalmente castigadas e intimidadas por intentar hacer efectiva la más simple de las libertades, salir a caminar, porque su caminar y, de hecho todo su ser, ha sido construido como algo inevitable y continuamente sexual”, escribe Rebecca Solnit en el ensayo Caminar después de medianoche: mujeres, sexo y espacio mientras cuenta la historia de Caroline Wyburgh, una chica londinense que salió a caminar con un marino y noches más tarde fue arrestada, porque cualquier mujer podía ser aprehendida bajo sospecha de prostitución. Ante la resistencia de Caroline, una “violación quirúrgica” confirmó que no era “una chica mala”.

Algo similar sucede en palabras de Mary Beard en el texto La voz pública de las mujeres, cuando registra la primera vez que en la literatura occidental un hombre le ordena a una mujer  “ ‘que se calle’, diciéndole que su voz no debe ser usada en público” cuando se refiere a las palabras que Telémaco le dirige a Penélope, su madre, en La Odisea.

Entre el silencio y la inmovilidad, a las mujeres las eliminaron de la historia, y el ejercicio permanente de violencia sobre ellas legitimizó y normalizó su rol en la dulzura, el sacrificio y su disposición hacia los hombres.

Sin embargo, cuando una mujer no es nombrada descartamos su existencia, y cuando las decimos a ellas y las decimos juntas suena a sororidad.

Decir en colectivo es todavía mucho más poderoso, si en 1971 hubieran existido las redes sociales como ahora las conocemos, las 343 putas posicionarían como tendencia la etiqueta #YoHeAbortado.

Sucedió en Francia cuando se publicó el “Manifiesto de las 343 salopes” en la revista Le Nouvel Observateur, con una confesión abierta: “Yo he abortado”.

Durante esa época, el aborto era un delito en Francia, y las mujeres solían viajar a otros países para interrumpir sus embarazos en clínicas clandestinas.

El tema era tan actual como ahora, y con esta manifestación las mujeres francesas demandaban el aborto libre y gratuito, además del acceso a los métodos anticonceptivos. El manifiesto lo firmaban 343 mujeres que se autoinculpaban de haber abortado, aunque con ello corrían el riesgo de ser encarceladas. La lista incluía mujeres como Simone de Beauvoir, la actriz Catherine Deneuve, las escritoras Monique Wittig, Violette Leduc, la cineasta Agnès Varda, la periodista Dominique Desanti y la abogada Gisèle Halimi, entre otras.

En la misma lógica, en 1976 se posicionaría el hashtag #YoTambiénSoyAdúltera, que iniciaría en España un año después de la muerte de Franco. La historia que desató esta manifestación es la de María de los Ángeles Muñoz, quien había sido acusada de adulterio por su esposo en la lucha por la custodia de su hija.

Ramón Soto Gómez abandonó a María cuando su hija Yolanda tenía sólo dos meses. Al enterarse de que María rehizo su vida con una nueva pareja y un nuevo bebé, él volvió para acusarla de adulterio; la condena oscilaba entre seis meses y seis años.

En apoyo a María de los Ángeles Muñoz, el movimiento feminista salió a las calles en un acto masivo de desobediencia civil con carteles y pancartas que decían “Yo también soy adúltera” y así, 5 000 mujeres se manifestaron contra la penalización del adulterio.

Los frutos de esa lucha llegaron dos años después cuando se derogaron los artículos 449 y 452 referentes a la penalización del adulterio en la Constitución española.

Y aunque el derecho a la voz, a reunirse y caminar juntas les era negado, las mujeres estaban decididas a sacrificar su libertad por devolverse esos derechos.

Entre 1977 y 1978, en Gran Bretaña, Alemania e Italia se organizaron movilizaciones nocturnas bajo la consigna #ReclamarlaNoche, las movilizaciones exigían para las mujeres espacios nocturnos seguros y que permitieran su libre movilidad.

En los nuevos tiempos feministas, la exigencia también se convertiría en denuncia, porque si las mujeres han sido oprimidas por un sistema patriarcal cargado de privilegios de género, su lucha no está completa sin la denuncia de acciones y los señalamientos pertinentes.

El hashtag #PrimerioAssedio nació en Brasil a finales de octubre de 2015, cuando la periodista Juliana Faria, fundadora de la organización feminista Think Olga, descubrió los comentarios sexistas, violentos y misóginos en Twitter hacia Valentina Schulz, una chica de 12 años, participante del programa Master Chef Junior. #MiPrimerAcoso es el hermano mexicano de #PrimerioAssedio, y los testimonios en la red social socializaron que el acoso no era ajeno a ninguna mujer y que, incluso, muchas de ellas reconocían en sus palabras que su primer hostigamiento había sucedido cuando apenas eran unas niñas.

En su intensidad, las etiquetas han sido mucho más reveladoras. En México, el 4 de agosto de 2017 nació el #SiMeMatan, así viralizó la criminalización de la que sería objeto Lesvy Berlín Osorio, cuando se le responsabilizó de su propia muerte y las autoridades lo asumieron como un suicidio omitiendo la obligación de investigarlo bajo perspectiva de género, como debería ser investigada toda muerte violenta de una mujer.

Para octubre de 2017 cobraría relevancia el movimiento #MeToo –iniciado originalmente en el 2006 por Tarana Burke– con el fin de denunciar las violaciones, agresiones y acoso de tipo sexual, en esta ocasión, dirigidas especialmente hacia el productor de Hollywood Harvey Weinstein; denuncia a la cual se sumarían miles de mujeres en todo el planeta.

Al tiempo, parece que estamos listos para escuchar que la mujer de cualquier parte del mundo dirige sus pasos y es libre de expresarse; ella, por lo menos, está lista para los cambios y andar con sus palabras.

 

Fuentes:

Beard, Mary. (2017). La voz pública de las mujeres. México: UNAM / Antílope.

Solnit, Rebecca. (2015). Wanderlust. Santiago de Chile: Huerders.

Varela, Nuria. (2008). Feminismo para principiantes. España: Ediciones B.