Revista Cambio

El crédito eterno

POR ROGER VELA

La primera vez que Natalia pensó en sacar un crédito tenía 23 años. En ese entonces no tenía un trabajo estable. De lunes a viernes estudiaba en la universidad y trabajaba de mesera los fines de semana por un sueldo de 100 pesos más propinas, que iban de los 300 a los 600 pesos por jornada. A pesar de eso, necesitaba una tarjeta para sacar un teléfono celular en un plan tarifario, pagar un viaje a Cancún y renovar su guardarropa. Con su sueldo, costear todo aquello al contado parecía imposible, pero una tarjeta de crédito podría ser la solución.

En un módulo bancario, ubicado cerca del campus principal de la UNAM, tramitó una tarjeta de débito universitaria. Su asesor financiero, un muchacho simpático que parecía un buen tipo, no le exigió un monto mínimo en la cuenta, y con amabilidad le mencionó la posibilidad de tramitar una tarjeta de crédito con un tope máximo de 2 000 pesos –así, nada más, sin ningún comprobante de ingresos–. Ella no pensó que fuera tan sencillo tener el plástico de las ilusiones monetarias en tan poco tiempo, sin embargo, tardó menos de un mes para tener entre sus manos su primera tarjeta de crédito.

Durante casi un año sólo la utilizó con el fin de pagar su plan de celular y cada mes liquidaba el total del gasto en la tarjeta, no generaba intereses y se mantenía al corriente con sus pagos. Este comportamiento bancario le ayudó a generar una nueva ilusión adquisitiva, una tarjeta con más crédito: el ejecutivo le ofreció un tope de 9 800 pesos, también sin comprobar los montos de sus entradas de dinero. “Si ya había funcionado una vez, ¿por qué ahora no podría ser similar?”, pensó. Su empleo había cambiado, ahora era demostradora de temporada en tiendas departamentales.

El ofrecimiento parecía ideal para seguir con sus anhelos de comprar a crédito, pero casi sin darse cuenta, gastó más de lo que ganaba y de un día a otro se quedó sin empleo. Como era de esperarse, el crédito se terminó, los intereses corrieron y rebasaron el tope por 3 000 pesos. Su única opción fue retirar dinero en efectivo de la misma tarjeta con el fin de pagarla. Es decir, pagar una deuda generando otra.

MALOS HÁBITOS

La anterior es una de las historias más clásicas en este país. Y es que Natalia no es la única cuentahabiente que ha aplicado ese viejo y riesgoso truco, todos tenemos algún familiar, amigo o vecino con un caso similar. Son muchos los ciudadanos que solicitan créditos en este país.

Según datos del informe Indicadores básicos de créditos personales del Banco de México, en el 2017 se otorgaron en México 6 000 310 créditos personales, de los que el 46 % fueron por montos menores a 5 000 pesos. En ese sentido, el importe promedio de los créditos personales otorgados fue de 18 700 pesos.

¿Por qué nos atraen tanto los créditos?, ¿qué sector de la población mexicana adquiere más cosas bajo este esquema? Para platicar sobre este comportamiento de los consumidores mexicanos, contactamos al economista Israel Piedras Evangelistas, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Él sostiene que los malos hábitos financieros son uno de los principales problemas entre los ciudadanos de nuestro país: “El gran problema es que la mayoría ven el crédito como un ingreso extra y no como un medio de pago que se descuenta cada mes de tus ingresos”; señala el especialista. Además, ubica a la mayoría de los deudores de créditos dentro de la clase media baja.

Natalia incrementó su deuda porque sólo pagaba el monto mínimo que, de acuerdo con Israel Piedras, sólo sirve para pagar los intereses, “abonas muy poco capital y es una deuda que no va desaparecer”. El error de la universitaria fue justo pagar el mínimo y tomar como un ingreso extra el dinero que retiraba de su tarjeta, y pese a que esta no cobra una comisión por disposición en el cajero, sí genera una deuda completa que no puede pagarse a meses sin intereses. Entonces, ¿qué opciones tienen los universitarios?

Para aquellos que aún cursan la licenciatura, existen dos alternativas. Por un lado las tarjetas de crédito de tiendas departamentales, o tarjetas universitarias, pero deben conocer sus cuotas por manejos mínimos o nulos y sus beneficios, de lo contrario el sueño crediticio se podría convertir en pesadilla de deudor.

Ante eso, el economista no recomienda los pagos pequeños porque son un engaño y se alargan hasta el infinito. “Por ejemplo, si pagas 120 pesos mensuales por una pantalla, la trampa radica en que liquidas montos mínimos pero lo haces durante bastante tiempo, y en ocasiones el precio en ese esquema duplica o triplica el precio al contado”.

La ilusión de adquirir bienes, pese a no estar totalmente pagados, genera un círculo vicioso donde las personas compran con el propósito de guardar las apariencias y mantener un estilo que no les resulta costeable o fingir algo que no son, por eso Israel destaca que dichas actitudes contribuyen a que los deudores vivan eternamente angustiados pensando en pagar o en evadir a los despachos de cobranza.

El modelo de endeudamiento por créditos no es algo nuevo en México, basta recordar a las tiendas de raya que antes de la Revolución mantenían a los trabajadores con una deuda impagable, y aunque en este caso se adquirían artículos de primera necesidad la lógica era la misma: mantener a los obreros dominados con exorbitantes cuentas.

Ahora es muy parecido. Una de las máximas de los banqueros es que las instituciones crediticias nunca pierdan. “El plus en ese modelo de negocios es que con los créditos los bancos ganen más”, menciona Israel.

COSA DEL DIABLO

No es que los créditos sean Satanás, por eso te compartimos las maneras de convertirlos en tus aliados financieros, con el objetivo de que mejores tu economía y compres de manera más responsable, para ello es necesario que fijes plazos, te propongas metas de pago y que ubiques en distintos lugares tanto el dinero de los intereses cómo la liquidación de la deuda, así no extenderás el plazo de los pagos.

Israel Piedras menciona los Do’s y Dont’s para adquirir cosas a crédito. Vamos con los Do’s: muebles, aparatos electrónicos o automóviles a plazos sin intereses, emergencias médicas; sin embargo, ten cuidado de no dar el tarjetazo a cada rato y de no exceder los pagos al tiempo establecidos desde un inicio. Respecto a los Dont’s: comida, Uber, noches de fiesta o las cuentas en un bar o antro.

Recuerda la famosa escena de El Lobo de Wall Street: cuando Jordan Belfort, interpretado por Leonardo DiCaprio, pregunta sobre el futuro de los ahorradores, su jefe le responde: “Que los clientes se jodan. Nuestro único objetivo es llevar dinero del cliente a nuestro bolsillo. Ese dinero es algo fugaz, realmente no existe, bueno, sí en el papel, pero no en la realidad”. Lo mismo pasa con las tarjetas de crédito, es pedirle prestado al futuro algo que nada te asegura que podrás pagar.

Comprar a crédito es eso: una ilusión que enamora a la clase media, que nos hace sentir que tenemos un mayor nivel adquisitivo y que estamos más cerca de la clase alta que de la baja. ¿Cuántas veces no hemos visto a los Reyes Magos endeudados por adquirir juguetes caros o amigos turistas que dan el tarjetazo al pagar sus vuelos al extranjero? Terminan pagando en años una semana de vacaciones. Lo malo no está en usar la tarjeta para dicho fin, sino en postergar el plazo fijado, porque bajo esas circunstancias los plásticos resultan un lastre que estanca las finanzas personales.

Sabemos que causa cierto placer pasar la tarjeta una y otra vez; muestra que hemos hecho algo de nuestra vida y que somos solventes financieramente, al menos en es momento, pero ¿a qué costo? Recuerda que una compra informada siempre será la clave si deseas vivir días libres de estrés; de lo contrario, estarás desviando llamadas en tu celular a cada rato para evitar la molesta voz de empleados que te exigen pagar lo que debes. Finalmente nadie te obligó a tramitar un crédito y debes afrontar tus responsabilidades crediticias en algún momento.

Recuerda que una tarjeta de crédito es como saborear un helado mientras estás vestido con ropa blanca: es muy probable que lo disfrutes, aunque corres el riesgo de embarrarte y es muy probable que tardes más tiempo del esperado en quitar las manchas. Natalia sigue tallando.