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Mujeres que toman la calle contra el acoso 

Tres mujeres de la Ciudad de México cuentan por qué eligieron la bicicleta como su medio de transporte predilecto y qué hacen para promover su uso entre más mujeres
08 de Marzo 2018
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Fotos: Liliana Betancourt

Nada revela más “autonomía” que usar tu cuerpo como combustible para moverte con la ayuda de dos ruedas. ¿Quién iba a pensar que un medio tan sencillo como una bicicleta sería el aliado de las mujeres más útil (y bajo en huella de carbono)?

En la Ciudad de México hay mujeres que están cambiando la forma de moverse hacia sus destinos cotidianos, ya sea por hartazgo del tráfico –los chilangos invierten 227 horas al año en congestión vial– o por lo molesto que puede resultar, si se considera que 74 % de las denuncias de violencia contra las mujeres son piropos o frases ofensivas, como indican el índice de tráfico Tomtom y ONU Mujeres.

Y no es que con andar en bicicleta en zonas urbanas o con la construcción de políticas de movilidad desaparezca el machismo. Estas mujeres coinciden en que pedalear te da independencia, te hace feliz y te brinda mayor sensación de seguridad. Por eso, ellas piden más biciestaciones en más lugares para dejar seguros sus vehículos.

Además de en las calles, a Dana Corres se le puede ver diario en Twitter hablando sin temor sobre género y movilidad, sobre todo enfocada en que los niños y niñas puedan ir de forma segura en la Ciudad de México a sus escuelas. A Maya se le puede ver en su canal de Youtube, con su peinado infalible escondido bajo un chulo casco sin sudar una gota, explicándole el reglamento vial a un elemento de tránsito. Y a Elizabeth Santana en su columna digital “Rodada 2.0” dando tips sobre en qué lugares te malmiran o te aceptan con todo y carruaje.

La revelación

Las tres cuentan cómo y cuándo fueron los momentos en los que tomaron una bicicleta y ya jamás miraron atrás:

“Me fui a vivir a Europa a estudiar, y ahí fue cuando me di cuenta que había mucha gente con discapacidad en la calle y después de pensar el porqué había tanta gente con discapacidad en República Checa, yo decía ‘bueno igual y es porque hay nieve y la gente se cae’, porque había muchas personas enyesadas y en muletas. Fue hasta que regresé a México meses después que, estando en la calle, me di cuenta que es porque la gente en Europa sí puede salir y aquí no pueden, y eso fue un shock para mí y me dije que tenía que hacer algo por el tema de movilidad”, recuerda la coordinadora general Central de Liga Peatonal, Dana.

Para Maya fue su colmo: cuando al tener que atravesar casi dos colonias en su automóvil para llegar a una clase de yoga, asistía estresada y tarde, lo cual le hacía perder el propósito de siquiera llegar a su actividad.

Mientras que para Elizabeth, fue después de acostumbrarse al modo de vida en Montreal, donde vivió por un corto periodo, y aunque no fue lo mismo, ya no pudo regresar a otro tipo de transporte.

Y nada las ha detenido desde entonces. Ni siquiera a Elizabeth, el hecho de tener que descartar algunas faldas para no sentirse vulnerable, o que tenga que alertar a sus amigos mediante una aplicación cuando sale por las noches, ni que cuando empezaba a dar sugerencias para pedalear en sus redes sociales, sintiera que “hablaba con una pared”.

“El problema de fondo no es que nosotras nos movamos de una u otra forma para sentirnos más seguras, sino que los hombres dejen de violar, dejen de acosar, dejen de violentar y en ese sentido es súper importante que las mujeres estemos haciendo activismo de ciudad”, me dice Dana.

Las experiencias de viajes en la Ciudad de México explican mucho también: hay 3.3 por ciento de hombres que se trasladan en bicicleta frente a un 1.1 por ciento de mujeres que se movilizan por este medio. Dana me explica que el que la gente elija cierto modo de transporte no es sólo porque despertaron con esa decisión en mente.

“En automóvil se están moviendo un poco más las mujeres que los hombres, pero tenemos que hablar de que las mujeres se están subiendo al coche por un tema de seguridad”, me indica Dana.

En términos generales, hombre o mujer: el 16.2 % de la emisión de gases de efecto invernadero proviene de viajes en transporte individual motorizado, según el estudio “Programas sobre la Eficiencia Energética en el sector Transporte”, de Oscar S. Corzo de Adhock consultores.

Para Elizabeth y Dana, muchas veces la bicicleta parece un mejor vehículo en el cual transportarse por las noches, en lugar de caminar o pedir un Uber, por ejemplo.

Mientras muchos de los amigos de Elizabeth utilizan una app que da a conocer los kilómetros y rutas recorridas, para ella es una forma de dejar rastro por si algo le llega a suceder en la noche, a pesar de llevar más luces con ella para “estar más iluminada”.

Pedaleando en el camino de la felicidad

Durante muchos años, después de que dejé de jugar futbol, los scouts y el piano, me consideré una persona con pocas habilidades para coordinar mi cuerpo. Hasta la fecha tropiezo con frecuencia, la brecha de los días que pasan sin caerme se reduce y los moretones son una constante en mis piernas. Después de usar por primera vez sola la ecobici en las calles de la Narvarte de la Ciudad de México y casi endeudarme con un espejo de un auto ajeno, decidí continuar usando ese medio. No porque quisiera ejercitarme o disminuir mi huella de carbono, sino porque las calles se me hacen incaminables y el metro me fatiga. Cuando logré cruzar Viaducto, sortear Bucareli y Avenida Cuauhtémoc, superé a mi yo torpe y disminuí mis tiempos de traslados.

Al parecer, son varias de estas sensaciones las constantes entre las ciclistas.

“Saber que sí puedes dominarte y dominar manejando en zonas complicadas, sí pienso que aumenta la seguridad en ti. Te hace sentir feliz y conoces a más personas que también usan la bici.  Es una herramienta muy noble y democrática y te identifica con muchas personas que, aunque puedan ser totalmente distintas, sí te conecta con ellas”, me confirma Elizabeth.

Aunque hay menos mujeres líderes en los movimientos de movilidad urbana que hombres –a pesar de que hay mujeres que saben mucho y que pueden perfectamente liderar– Dana cree que como respuesta a esto han surgido movimientos separatistas de la bicicleta, ya que las mujeres no están esperando que les cedan sus lugares, sino que están abriendo sus propios espacios para empezar a hablar de temas de género.

“La bicicleta la verdad es que sí te da una independencia bárbara y ese es un punto que he detectado en los últimos años, cómo la bicicleta te brinda otra independencia tremenda y eso lo detectas en el momento en el que tienes que cambiar al transporte público, lo notas, porque efectivamente te falta tu espacio”, me dice Maya.

Pedalear por las calles para transportarte o simplemente como pasatiempo puede ser un ejercicio retador que cambie algunas de tus rutinas, o intimidante por el diseño de la ciudad que prioriza a los automóviles, pero de algo estamos seguros quienes la usamos: la bicicleta no discrimina ni conoce géneros.

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