Periodismo imprescindible Miércoles 17 de Abril 2024

Black mirror

Una serie adictiva que relata historias sobre las implicaciones de la tecnología en la vida actual
14 de Noviembre 2016
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No es común que la televisión o el cine hablen con verdadero pesimismo, incluso paranoia, respecto al presente y al futuro que nos depara la tecnología. Hasta las distopías más populares como Terminator (Cameron, 1984) pertenecen más al terreno de la fantasía que al de la ciencia ficción. Probablemente las grandes excepciones sean Blade Runner (Scott, 1982) y Matrix (Wachowskis, 1999), pero aun así ninguno de estos títulos resulta tan oscuro, incómodo y perturbador como Black Mirror.

Heredera del estilo de la magnífica serie de televisión The Twilight Zone (1959), Black Mirror se especializa en mostrar historias sobre las implicaciones de la tecnología (actual o futura) en la vida humana: las redes sociales, la hiperconectividad, la realidad virtual, la computación en la nube y muchas más son abordadas sin el menor dejo de optimismo, siempre bajo una óptica oscura, siniestra y paranoica.

El primer capítulo de la serie sentaba bien el tono de la misma: un pirata cibernético pone en jaque al primer ministro de Gran Bretaña no solo al revelar algunos de sus secretos más íntimos, sino al obligarlo (de una manera cruel e inteligente) a mostrarse de la manera más vulnerable (no le diremos cómo) en la televisión británica. ¿Suena a algo que podría pasar hoy?, ¿esto le recuerda a ciertos mails de Hillary Clinton?

La característica principal de Black Mirror es que sin importar que tanto se asome al futuro (o al presente), toda la tecnología que se muestra suena plausible, solo hay que esperar algunos años. Otro ejemplo: en un día no muy lejano, todos tendremos un implante que nos permitirá grabar lo que nuestros ojos vean y nuestros oídos escuchen durante las 24 horas del día. No solo guardamos momentos felices o íntimos, sino que podemos revisar exhaustivamente aquellos instantes donde pensamos que alguien nos engaña. Así le sucede a Liam (Toby Kebbell) en “The Entire History of You (tercer capítulo de la primera temporada), donde gracias a su implante se da cuenta de que su esposa le miente.

El formato de la serie (originalmente británica) es propio de la BBC: episodios largos, de una hora u hora y media, con altos valores de producción que los empatan en calidad y duración con el cine mismo.

Netflix estrenó este mes la tercera temporada de Black Mirror, que gracias a un presupuesto mucho mayor, ahora cuenta con directores de cierto renombre y actores conocidos. Afortunadamente, esta abundancia de recursos no ha comprometido el espíritu tenebroso y alarmista de la serie, al contrario, ese sentimiento de derrota, de miedo, de desesperanza en el futuro, se potencializa.

El primer capítulo de esta tercera temporada está dirigido por Joe Wright (director de Atonement, Pride and Prejudice, entre otras) y protagonizado por Bryce Dallas Howard. En él, Lacie (Howard) vive en un mundo donde todo está regido por la cantidad de “likes” que recibe en sus redes sociales, los más populares tienen acceso a los mejores servicios, mientras que los impopulares apenas y pueden conservar su trabajo. ¿Les recuerda a la reciente moda de los “influencers”?

La nueva temporada de Black Mirror presenta tramas más complejas, en mundos más vastos e inmersivos. Por ejemplo, en “San Junipero” se relata la historia de amor entre la tímida Yorkie (Mackenzie Davis) y la deshinibida Kelly (Gugu Mbatha-Raw). La historia es tan original que hasta el final de la misma se revela el papel que juega la tecnología en esta trama que comienza como comedia romántica y termina en drama.

Black Mirror es una serie adictiva, pero a la vez complicada visualmente. A diferencia de muchas otras series, esta no solo te deja un agujero en el estómago, sino que te hace dudar en ver el siguiente capítulo de inmediato: lo más conveniente es descansar, quitarse el miedo y regresar a ese mundo hostil, tenebroso y cruel que puede ser nuestro futuro.

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