Periodismo imprescindible Sábado 20 de Abril 2024

Jackie

Pablo Larraín debuta en Hollywood con una cinta que aborda el lado B del asesinato del expresidente norteamericano John F. Kennedy. El cineasta chileno pone en el centro de la trama a Jacqueline Kennedy
20 de Febrero 2017
Jackie
Jackie

La mañana del viernes 22 de noviembre de 1963, Jacqueline Kennedy Onassis se despertó como si fuera un día más. Se preparó frente al espejo para una mañana de giras protocolarias por Texas, se enfundó un hermoso vestido rosa diseñado por Dior. Era un día más en su nueva vida como primera dama de los Estados Unidos.

Para la noche, Jacqueline Kennedy Onassis era una viuda, su vestido rosa estaba manchado con la sangre de su marido y ya no era más la primera dama, ahora era una habitante de aquel Camelot en que se convirtió la Casa Blanca en el funesto 1963.

En Jackie, séptimo largometraje del director chileno Pablo Larraín y primero dirigido dentro de la máquina de Hollywood, acompañamos a la cara B de la tragedia en el asesinato de John F. Kennedy: su esposa, una mujer a la que el oropel de la Casa Blanca y las responsabilidades como cónyuge del líder del mundo libre en plena Guerra Fría le abrumaban.

La pareja Kennedy-Onassis, en el exterior, parecía salida de un cuento de hadas. Él, un apuesto político, demócrata, con una alta popularidad por sus ideas progresistas, conquistaba la Casa Blanca como parte de un plan no de vida, sino familiar. Ella, la hermosa princesa, una de las primeras damas más jóvenes hasta entonces, una mujer refinada, de buen gusto. La princesa del pueblo.

Pero aquellas balas cancelaron el sueño e inauguraron la pesadilla. Si Jackie se mostraba perdida ante la vastedad de la Casa Blanca, el tamaño del abismo que inauguraba aquella tarde de 1963 le era inasible. ¿Cómo decirle a sus hijos que su padre había sido asesinado?, ¿cómo hacer maletas para que el nuevo presidente entrara de inmediato a la Casa Blanca?, ¿cómo regresar a la que ya no era su casa con su marido dentro de una caja y su vestido manchado de sangre? La confusión y el pasmo de Jackie eran la confusión y el pasmo de una nación entera.

Con un guion de Noah Oppenheim, Larraín descubre ese laberinto mezquino en que se convirtió el poder a los ojos de Jackie. Su mayor preocupación: que su marido fuera despedido con los mayores honores, con una procesión y una carreta fúnebre jalada por caballos, tal y como sucediera con Abraham Lincoln; pero el gobierno de Lyndon B. Johnson tenía otros planes, le urgía que la mujer empacara y se largara; al poder le urgía que JFK se fuera lo más pronto posible al olvido. La necedad de Jackie por honrar dignamente a su marido era vista como una necedad de todos sus allegados. “¿Por qué no mejor te vas lo antes posible y te encierras?, el mundo se ha vuelto un lugar loco”.

En la mañana era la princesa, para la tarde era un estorbo.

Natalie Portman interpreta a Jacqueline Onassis en el mismo registro de su conocida actuación (premiada con el Óscar) de Black Swan (2010): una mujer perdida en el abismo, al borde de la locura, que se despega poco a poco de la realidad. Por su parte, el director Pablo Larraín parece haber perdido parte de su estilo. Su cine usualmente es sobre personajes oscurísimos, perdidos dentro de sus infiernos personales. En Jackie el tropo se cumple, pero el montaje de las escenas, muchas de ellas con cámara al hombro, emulando un documental, hacen de esta una cinta muy diferente dentro de la filmografía del chileno Larraín. Una que al menos en la imagen parece más tersa y en las intenciones raya incluso en el melodrama.

Pero al final queda la entereza y la dignidad de una mujer que pudo eludir el dolor para salir a dar la cara, enterrar a su marido frente a la prensa, y agrandar más el mito de JFK. Al menos su mayor preocupación fue resuelta: nadie en el mundo cree que su marido haya muerto en vano, JFK todavía es mártir, recordatorio e inspiración para el poder en Norteamérica.

Más sobre


Recientes