Periodismo imprescindible Lunes 14 de Octubre 2024

Feliz cumpleaños Stevie Wonder; su historia al llegar al éxito

Su vida estuvo llena de tragedias pero eso no le impidió triunfar el mundo de la música.
13 de Mayo 2020
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Cuenta Berry Gordy, fundador del sello Motown, que mientras estaba en pleno desayuno, una mañana de 1962, el productor Mickey Stevenson lo interrumpió: –Tenés que venir a escuchar a este chico. ¡Ya!. Cuando bajó, se encontró con Ronnie White, integrante de The Miracles, junto a un joven muchacho ciego. “Estaba cantando, tocando el bongo y soplando la armónica. Su voz no me impactó, pero su manera de tocar la armónica, sí. Algo en torno a eso resultaba pegadizo”, recuerda.

“Presentado como Stephen Hardaway Judkins, el chico tenía apenas 11 años, y la gente ya estaba diciendo que podría ser el nuevo Ray Charles. Realmente no recuerdo si fue así, pero mi hermana Esther me dijo que un día, en el estudio, mirando a Stevie tocar, dije: ‘¡Muchacho! Este chico es una maravilla’, y el nombre prendió”, sigue Gordy. Entonces, Steveland Judkins se transformó en Stevie Wonder.

Desde entonces, el hombre Maravilla lleva algo así como 58 años haciéndole honor a su apellido “postizo”. Con una treintena de álbumes editados, 25 premios Grammy ganados, más de un centenar de millones de copias vendidas y una lista interminable de hits inoxidables, Wonder, que este miércoles 13 de mayo cumple 70 años, hace rato dejó impreso su nombre en el cuadro de honor de la música popular universal.

Stevie Wonder cumple 70 años: son casi 60 de trayectoria, 30 discos publicados, 25 premios Grammy ganados y más de 100 millones de copias vendidas.

“A mí me parece que es esencial por lo que hace con la música popular. Logra esa amalgama que es muy difícil de encontrar en nuestro siglo y en los artistas en general, que es lograr que lo popular esté bueno”, dice, desde Francia, el escritor, periodista, analista y también “wonderólogo” Edgardo Scott, autor del libro Por qué escuchamos a Stevie Wonder, publicado por Gourmet Musical a comienzos de este 2020.

En el segundo capítulo de su ensayo, que dedica al tema All I Do, del álbum Hotter Than July, publicado por Wonder en 1980, Scott recuerda la escena de la película Amadeus en la cual Salieri pone a prueba a su confesor, y tras fallar en el intento de que el religioso reconozca alguna de sus melodías -que las compuso y de a montones-, apenas toca las primeras notas de Pequeña Serenata Nocturna logra una sonrisa en el rostro de su interlocutor, que le pregunta con admiración: “¿Es suya?”. “No, eso es Mozart”, responde el atribulado compositor.

Stevie Wonder y su versión de Purple Rain.

“Me parece que ahí esta la clave con Stevie. Ciertas canciones suyas, y la obra en sí es muy particular, con un estilo muy personal, que cualquiera puede escuchar y a la que se puede acceder sin tener ningún background en particular. Tiene ese cosa de los clásicos, o de un tipo de arte que fue el de la segunda mitad del siglo XX, que logró -no siempre- eso de poder llegar a las masas, pero conservando cierta idiosincracia. Eso me parece que lo hace único” reflexiona Scott. Y completa: “Además, consigue llevar la música negra hacia el pop, sin que deje de ser negra. Algo que había hecho primero Ray Charles, que es medio como su padre espiritual, y que luego toma Prince. Pero Prince es otra cosa, porque ya no es para todos”.

-No mencionaste a Michael Jackson.

-No lo menciono y no lo mencionaría. Entiendo el valor comercial de Michael Jackson, pero como artista, me parece un artista menor. No me parece gran cosa. Me parece que él toma elementos de varios lugares y le agrega la particularidad del show, que comparte con Madonna, del performer pop, que sí ha llegado a nuestros días. Pero no deja de ser un producto, cultural, comercial, pero producto al fin. No le veo la fibra artística, tal como yo la entiendo.

Stevie Wonder, Esther Gordy Edwars, hermana de Berry, Fundador de Motown, y Michael Jackson, en Detroit, en 1998. (Foto: Rebecca Cook/Reuters)

“Ciego, negro y pobre”

Wonder se pudo haber muerto apenas nació, o a poco de haber pasado ese 13 de mayo de 1950, en Saginaw, Michigan. Es que Steveland llegó al mundo unas seis semanas antes de lo aconsejable, y la administración de más oxígeno de lo debido mientras estaba en la incubadora le provocó una retinopatía del prematuro, que resultó en una ceguera que lo acompañaría para siempre.

“Una nena que había nacido el mismo día que yo también fue puesta en una incubadora y murió. Personalmente, creo que soy afortunado al estar vivo”, explicó el músico, con su mirada puesta en la mitad llena del vaso. Un gesto que se convirtió en una actitud de vida del tercero de seis hermanos, que conoció la pobreza más miserable desde muy chico, y también el abandono paterno.

“Ciego, negro y pobre”; una maestra le dijo a Stevie que la vida lo había marcado con esas tres cualidades. Negativas, claro. Pero al chico eso poco le importó. Ni en aquel entonces, ni mucho tiempo después, cuando en su biografía I Wish, editada en 1976, retrató su infancia como la de un chico como cualquier otro, tan travieso como los demás de su edad y vecindario.

Nada excepcional, salvo que en sus momentos libres de juegos y estudio sus sentidos estaban puestos al servicio de la música que sonaba en la frecuencia de WCHB, una radio local en la que predominaban el blues y el R&B de Jackie Wilson, the Coasters, Bobby Bland y B.B. King, entre otros; y su atención, en los cascos de una batería, el piano que le habilitaba su vecina y la armónica que le compró un tío.

No pasó mucho para que su fama de entretenedor, construida en sociedad con un tal John Glover, trascendiera los límites del barrio y llegara a los oídos del White de la anécdota inicial, integrante del grupo del gran Smokey Robinson. El camino hacia la maravillización ya lo había pavimentado, y había llegado la hora de recorrerlo.

Un “viejo genio de 12 años”

La escena siguiente es la de Stevie presentado el 1 de junio de 1962 como “el viejo genio de 12 años” en el Regal Theater de Chicago, vestido de esmoquin y guiado de la mano hasta el micrófono, frente al cual comienza a arengar al público mientras toca el bongó, para enseguida marcar el rumbo de la orquesta desde su armónica y poner proa, a bordo del instrumental Fingertips, hacia su primer número uno en Billboard.

“No tenía ninguna expectativa en especial. Mi deseo era dar lo mejor de mí haciendo canciones. Cantándolas, primero; interpretándolas, después. Y poder compartir con la gente ese amor y esa mirada que yo tenía para con la música”, dijo Wonder a este cronista en noviembre de 2013, en la previa de su única visita a la Argentina. Y sus declaraciones parecen seguir más que vigentes:

-¿ Cambió en algo, desde entonces, el sentido que tiene para usted hacer música?

-No. Cada día, en cada momento, a cada hora, recibimos muchos tipos de estímulos. Pero, como amante de la música, a pesar de eso sigo tratando de aprovechar cada oportunidad que tengo para transmitirle a la gente un mensaje de alegría, de paz, que apunte a que todos juntos hagamos de este lugar un sitio mejor para vivir. De transmitirle inspiración y coraje para que pelee por eso.

-¿Tiene algo que ver en su vocación por transmitir este mensaje el modo en que vivió su infancia?

-Puede ser. En el sitio en el que yo crecí, la gente estaba muy conectada entre sí y no existía el tipo de violencia con el que convivimos en estos días. No había armas alrededor, como las hay ahora. En ese sentido, creo que hoy, una de las cruzadas en las que debemos comprometernos es en la pelea contra la facilidad de acceso a las armas de la que disponen los jóvenes, y la gente en general.

Tras aquella irrupción triunfal, pasaron varios años hasta que Wonder volviera al centro de la escena, para ya no abandonarlo. Primero fue Uptight Everything’s Alright, en 1966, y al año siguiente, I Was Made to Love Her, punto de partida de una etapa ya mucho más madura, personal y desproporcionadamente creativa.

Everybody Needs Somebody (I Need You); For Once In My Life; My Cherie Amour; Ain’t No Love; At Last (¡por todos los dioses, el groove del bajo!); Signed, Sealed, Delivered (I’m Yours) -tan jamesbrowniana-; Never Dreamed You’d Leave in Summer. Stop. Scott escribe que ese último detalle, el de la estación del año en el que ocurre la pérdida, es lo que hace la diferencia. De abandonos cantan muchos. De abandonos en verano, sólo Wonder.

Sigue la lista: Sunshine In Their EyesEl brillo del sol en sus ojos; ¿cómo sería el brillo del sol para Wonder? “Nos vemos pronto”, saludó el músico a este cronista al término de la entrevista citada. You’re the Sunshine of My Life; el clavinet de Superstition socializado a todos los oídos del mundo; la psicodelia de Too High, el creciendo de Higher Ground (los dos últimos del estupendo Innervisions, de 1973); Love’s In Need of Love Today e Isn’t She Lovely (ambas en Songs in the Key of Life), Send One Your Love y The Secret Life of Plants, de Journey Through The Secret Life of Plantsla mejor despedida que Wonder podía dispensarle a su gloriosa década del 70.

A tal punto Wonder era el que ponía la vara de calidad en el mundo del pop, que entre sus agradecimientos, al recibir su Grammy por Still Crazy After All These Years, en 1976, Paul Simon le agradeció que no sacara ningún disco ese año, lo que le permitió quedarse con el gramófono.

La muerte a la vuelta de la esquina

Esos años habían mostrado a un creador en plena efervescencia, abordando cuestiones de fe, amor, drogas, amor, violencia, amor. Y también dolor. Camino al Este por una ruta de Carolina del Norte, el primo de Stevie al volante intenta sobrepasar a un camión cargado de troncos. Uno se desprende del acoplado, cae sobre el parabrisas del vehículo y golpea en la cabeza del hombre que va durmiendo en el asiento del acompañante, que no es otro que el cantante.

El diagnóstico, a poco de llegar al hospital su cuerpo ensangrentado e inconsciente es el peor. El cráneo partido, el cerebro lesionado; y en coma. Sus amigos cantan junto a su cama, hay oraciones, hay llantos; las jornadas pasan, y nada. Hasta que, de pronto, un día su amigo Ira Tucker le susurra los versos de Higher Ground al oído, y Wonder comienza a mover sus dedos al compás.

“Para mí fue como un nuevo nacimiento. Pude haber muerto, pero no ocurrió; y eso hace que esté profundamente agradecido. Al mismo tiempo, hizo que yo valorara aún más cada momento de mi vida”, recordaba en 2013, sin dramatizar el tema. Tampoco lo había hecho con su ceguera, ni con su pobreza.

“La muerte -reflexionaba a sus 62- es algo directamente relacionado con la vida real. Morir es parte de la vida en la misma medida en que lo es vivir. Por esa misma razón es que defiendo cada día más la idea de disfrutar cada momento que pasamos en este planeta.”

Los ’80, colaboraciones y después…

Los ’80 llegaron cambiados. Ebony and Ivory (con Paul McCartney en 1982), I Just Called to Say I Love You (para la película La chica de rojo, en 1984), We Are the World y That’s What Friends Are For (las dos, sendas colaboraciones de 1985).

Hay una escena de la película High Fidelity (2000) en la que un cliente entra a la disquería de Rob Gordon (John Cussack), dispuesto a comprar un regalo de cumpleaños para su hija. Lo atiende Barry (Jack Black), una especie de empleado/amigo del dueño.

-Tiene el tema I Just Called to Say I Love You?

-Si.

-Grandioso. ¿Lo puedo llevar?

-No. No puede.

-¿Por qué no?

-Bien, es una mierda chabacana y sentimental. Esa es la razón. ¿Le parece que somos el tipo de disquería que vende I Just Called to Say I Love You? Váyase.

-(El cliente duda, e insiste) ¿Cuál es su problema?

-(Estalla) ¿Acaso conoce a su hija? No hay manera de que le guste esa canción… Oh, uh… ¿está en coma?

En “Por qué escuchamos a Stevie Wonder”, publicado a inicios del 2020 por la Editorial Gourmet Musical, el escritor y periodista argentino Edgardo Scott analiza la genialidad del músico a través de un muy interesante recorrido por su discografía.

“Si hubiese sabido de la escena, la incluía en el libro”, admite Scott, que dedica dos capítulos del mismo a castigar por igual al tema del filme dirigido por Gene Wilder (por el cual Wonder ganó un Oscar) y al que hizo con el beatle: “Para mí, escribir el libro fue revisar y ver qué quedaba artísticamente de aquello que me cautivó, sin la complacencia del niño. En un momento dudé, porque llegaba el momento de abordar esa zona, la de lo que no me gustaba, la de ver cómo había cambiado la enunciación de Stevie en los 80, que de algún modo se agotó. Tal vez por haber sido tan precoz, por grabar mil discos… Pero, ¿qué importa eso?”.

El artista, en cambio, tiene una visión diferente de las cosas. Y así lo compartió con Clarín, casi siete años atrás:

-¿Alguna vez sintió la presión de lograr el mismo éxito que tuvo con muchos de aquellos temas?

-No. Creo que la gente naturalmente compara todo lo que hago con lo anterior. Es inevitable. Lo cierto es que siempre habrá puntos de contacto entre las viejas y las nuevas canciones, porque estoy yo de por medio. Pero cuando escribo o canto una canción no pienso que tengo que superar a otra. No funciona así. Simplemente trato de hacer lo mejor que puedo cada vez.

-¿Es eso lo que le permitió traspasar las fronteras del soul y el R&B?

-Fue algo natural. Desde muy chico tuve múltiples influencias. Soy un amante de la música, de modo que nunca hubo un género que me despertara interés de manera excluyente. Eso me permitió, además, compartir música con artistas muy valiosos. Lo importante es la musicalidad.

El 24 de noviembre del 2014, el presidente estadounidense,Barack Obama galardonó al músico con la Medalla Presidencial de la Libertad, en la Casa Blanca. (Foto: EFE/MICHAEL REYNOLDS)

Activismo vs. música, no; activismo Y música​

Aún sin tanta presencia en las listas de lanzamientos, Stevie Wonder no dejó de lado la vocación por marcar tendencia o abonar los charts con hits. De hecho, con For Your Love, uno de los temas de Conversation Peace lo logró ya bien entrados los ’90. Sólo que tras dos décadas dedicadas de lleno a su pasión por la música, Wonder asumió con intenso fervor el activismo, a la par que el arte. El medio ambiente, la violencia policial, la defensa de los Derechos Humanos; Africa, Polonia, Rumania o Los Angeles… El foco del artista, padre de nueve hijos y con tres matrimonios en su haber, era luchar por un mundo mejor.

¿Y la música? Muy bien, gracias. En la Argentina lo vimos dar un show fantástico, en Vélez, en diciembre de 2013; y su performance de 2019 en el Hyde Park de Londres, en el marco del British Summer Time es un buen parámetro de cuál es la vara de Wonder hoy en día. Y es, por supuesto, altísima. Su más reciente aparición fue en el marco del festival One World: All Together Al Home, para interpretar, desde su casa, Lean On Me y Love’s In Need of Love Today.

“Me llamas hermano, cuando necesites una mano/Todos necesitamos a alguien en quien apoyarnos/Puede que tenga un problema que entiendas/Todos necesitamos a alguien en quien apoyarnos”, cantó Stevie; y cerró: “Tengo noticias serias para transmitirles/Lo que estoy por decir/podría significar un desastre para el mundo/Podría cambiar tu alegría y tu risa en lágrimas y dolor/Es que/Hoy el amor necesita amor/no te demores”.

Stevie Wonder, un niño genial de 12; un hombre genial de 70. La esencia es la misma.

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