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Soñar con volver a casa

Sin importar que tuvieran hijos pequeños, incluso en edad de ser amamantados, muchas madres de familia fueron deportadas durante la administración Obama. Estas son algunas de sus historias
06 de Marzo 2017
Irma_Gallo
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Por Irma Gallo

Construido en 2007 durante el gobierno de George W. Bush como parte del programa contra la inmigración ilegal llamado ‘Operación Guardián’ que se implementa desde 1994 en zonas fronterizas con México, este muro, pintado con leyendas como “Aquí es donde se estrellan los sueños”, divide las ciudades de Tijuana en este país, y San Diego, en Estados Unidos.

Ojalá el ya conocido como el “muro de la ignominia” sólo dividiera territorios y no familias. A Barack Obama, el primer presidente afro- americano, el que llegó a la Casa Blanca con las más altas expectativas por parte de los sectores más progresistas de Estados Unidos, y con un importante porcentaje de voto latino (decisivo para su victoria en algunos estados) hoy le llaman “el presidente de las deportaciones”: organizaciones civiles sostienen la cifra de dos millones de casos hasta enero de 2016.

Sin importar que tengan hijos pequeños, incluso en edad de ser amamantados, muchas madres de familia han sido deportadas durante la administración Obama. Aunque, según el Departamento de Seguridad Nacional, se dio “prioridad a la deportación de indocumentados con antecedentes criminales”, pero el único delito de estas mujeres fue el de entrar a Estados Unidos sin papeles.

Con el cabello teñido de rojo y una sonrisa que se esfuerza por esconder la tristeza que nunca se va, Emma Sánchez, deportada desde junio de 2006, cuenta su historia:

—Yo salí a Ciudad Juárez para la cita migratoria. Ahí me dijeron que no podía regresar en diez años. Mis hijos estaban muy chiquitos. Tengo tres hijos que son nacidos en Estados Unidos, ciudadanos norteamericanos. El más pequeñito tenía dos meses. Eran bebés. El más grande tenía cuatro años, el mediano tenía tres años.

Emma intenta contener las lágrimas, pero el aire helado de Playas de Tijuana no ayuda. La voz se le quiebra:

—Con toda la crueldad del mundo y con toda la inhumanidad de no tentarse el corazón. Mi esposo le decía “mis hijos son pequeños, necesitan de su mamá. Al más chiquito todavía lo está amamantando”. No les importó, nada les importaba.

Sólo hace una pausa breve para respirar:

—Salimos de ahí y sentíamos que el mundo se nos derrumbaba, que todo se nos venía encima.

Muchas de las mujeres deportadas fueron víctimas de violencia doméstica a manos de sus parejas, que después, cuando creyeron otra vez en ellos y decidieron regresar a casa, las denunciaron a Migración.

Este es el caso de Montserrat Galván Godoy, pelo oscuro y rizado, ojos grandes y negros, deportada desde 2011:

—Yo salí por violencia doméstica. Denuncié a mi ex esposo. Estuve en un refugio para mujeres por un mes; él estuvo en prisión por cuatro días. Pero como siempre, error de toda mujer, regresé a vivir con él. Fue más la violencia, había amenazas de arma, entonces él me obligó a salir de Estados Unidos, y ya voy a cumplir cinco años aquí.

María de la Luz Montalvo es madre de cinco hijos, con dos de los cuales ya no puede mantener contacto ni siquiera vía telefónica o por internet. Después de sufrir violencia doméstica y amenazas, hace cinco años fue deportada desde Palm Springs, California, en circunstancias que le hacen pensar que su esposo la denunció:

—No resistí más, busqué ayuda a un refugio de mujeres. Pero estuve tres semanas tomando terapia con mis niños, los cuatro. En estos refugios que te ofrecen en Estados Unidos tú puedes arreglar papeles pero tienes que quedarte dos meses ahí, encerrada, sin comunicarte con tu esposo. Y tienes que poner una orden de restricción. Yo la puse. Estaba segura de que ya no podía regresar a mi casa porque de verdad él había sido muy violento conmigo, además de eso me había amenazado de que iba a hacer algo muy fuerte en contra mía si yo no le decía la verdad de que lo estaba engañando.

Después de tres semanas de estar en el refugio con sus hijos, María de la Luz obtuvo permiso para salir de paseo. Ese día todo se empezó a descomponer:

—Cometí el error de prender el teléfono y encontré como mil mensajes de mi esposo y mi mente no lo pudo resistir porque todavía no estaba completamente fuerte.

Apenas unas semanas después de que María de la Luz regresó a casa de su esposo y retiró la orden de restricción que había puesto contra él, notó que un carro la seguía. Saliendo del conjunto residencial en el que vivía, dos oficiales vestidos de civiles la detuvieron y le anunciaron que había una denuncia en contra de ella por vivir en Estados Unidos sin documentos. Asustada, llamó a su marido y le pidió que consiguiera un abogado y que recogiera a los niños, porque la iban a deportar. Pero cuando él llegó, su actitud fue muy extraña: sólo le dijo que pronto iba a buscar a un abogado y se llevó a los niños, sin más.

Después de tenerla encerrada en un cuarto sin ventanas, María de la Luz fue transportada en un camión, junto con otros migrantes, a Tijuana, por la Garita de San Isidro:

—Obviamente llegué sin dinero, sin ropa. La ciudad donde vivía es desierto, entonces hacía mucho calor. Aquí en Tijuana siempre hace frío, entonces estaba con unas sandalias, un vestidito. Hacía mucho frío. Tenía mucho miedo de regresar a México, tenía muchos años que no regresaba, entonces me sentía confundida.

Fragmento de Cuando el cielo se pinta de anaranjado. Ser mujer en México, de Irma Gallo.

Universidad Autónoma de Nuevo León, 2016. El libro será presentado en la Ciudad de México el próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en la sala Adamo Boari, del Palacio de Bellas Artes.

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