La canciller alemana Angela Merkel es, desde hace una década, la mujer más poderosa del mundo. Pero antes de sobresalir en la política, Merkel fue una estudiante ejemplar en la Universidad de Leipzig, donde cursó la carrera de Física e hizo un doctorado, también en Física, mediante una tesis de química cuántica (Influencia de la correlación espacial de la velocidad de reacción bimolecular de reacciones elementales en los medios densos). No es de extrañar entonces que haya decidido fortalecer año con año el presupuesto que su país destina a la ciencia y la investigación, pues cree que esa es la base para el desarrollo de una sociedad que apuesta por el futuro.
Tampoco es de extrañar que Merkel haya invitado a vivir y trabajar en Alemania a varias de las mentes más brillantes del planeta. Una de ellas, Viatcheslav Mukhanov, el astrofísico ruso, cuya inteligencia sólo es comparable con la de su colega británico Stephen Hawking, con el que coincidió –casi al mismo tiempo, pero trabajando cada uno por su lado– en los postulados de la fluctuación cuántica del cosmos, o lo que es lo mismo, la teoría del Big Bang.
Viatcheslav Mukhanov es quien hace 30 años, sólo con lápiz y papel, calculó la edad del universo en 13 700 millones de años, cifra que fue corroborada hace unos años por el sofisticado telescopio de la sonda Planck, de la Agencia Espacial Europea, que nos ofrece la imagen más completa hasta la fecha de un universo en expansión.
Y en buena medida han sido los trabajos de Mukhanov los que llevaron a que se anunciara con bombo y platillo, por parte de un equipo internacional de astrónomos, el descubrimiento de TRAPPIST-1, un nuevo sistema solar ubicado a 40 años luz de nosotros, el cual estaría integrado por siete planetas, de los cuales seis serían de un tamaño y composición rocosa muy similares a los de la Tierra. Y no sólo eso, todos ellos podrían tener agua líquida en su superficie, al menos en teoría.
El entusiasmo de los científicos ha sido desbordante y aseguran que TRAPPIST-1, que se encuentra en la Constelación de Acuario, es una estrella enana roja con brillo tenue de categoría “m”, diez veces más pequeña que el Sol y apenas un poco mayor que Júpiter. Creen que tres de sus planetas reciben una cantidad de calor comparable a la que reciben Venus, Tierra y Marte. Además, los siete planetas están muy juntos entre sí y muy cerca de su estrella, tanto, que el más próximo sólo tarda un día en completar una vuelta a TRAPPIST-1, en otras palabras, su año dura apenas un día.
Y mientras el Instituto para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI, por sus siglas en inglés), encargado de rastrear señales de vida inteligente más allá de nuestro planeta, apunta sus radares a la enana roja en espera de captar algún sonido, el que sea, el astrónomo Mukhanov también celebra el descubrimiento espacial con la canciller Merkel, pero hace un pequeño señalamiento: TRAPPIST-1 está a 40 millones de años luz; la Luna la tenemos a 1.3 segundos luz y la misión Apolo tardó 51 horas y 49 minutos en llegar. Es decir, si quisiéramos llegar a este nuevo sistema con un transbordador espacial de la NASA, a una velocidad de 28 000 kilómetros por hora, tardaríamos 1 500 millones de años. Ahora que si viajamos a la velocidad de la nave Juno, la que fue enviada a explorar Júpiter, y desarrolla 265 000 kilómetros por hora, entonces llegaríamos más rápido y unicamente haríamos 159 000 años. Casi el mismo tiempo que tiene el hombre de existir en la Tierra.
Sólo haría falta ver a un científico mexicano en ese programa… y que la canciller alemana financie un proyecto para que Stephen Hawking y Viatcheslav Mukhanov desarrollen sillones que eviten el entumesimiento del trasero durante ese largo viaje a las estrellas.