Cuando pienso en el cine mexicano, de inmediato llega a mi mente una avalancha de imágenes y secuencias de muchas, muchas películas. Me resulta imposible imaginar sólo una cinta, un actor o un director. Son como piezas de un enorme rompecabezas en donde lo mismo me encuentro con Tin Tan bailando con su reflejo en el espejo (Calabacitas tiernas), con Pedro Infante “picudeandose” con Jorge Negrete (Dos tipos de cuidado) y con Mario Almada peleando con una pandilla de punks (Siete en la mira), que con David Silva vendiendo aspiradoras (Una familia de tantas), Arturo de Córdova carcajeándose con una calavera (El esqueleto de la señora Morales) o con Ernesto Alonso quemando un maniquí (Ensayo de un crimen).
Mientras escribo, más y más flashazos llegan a mi cabeza sin un orden definido, sin un género que domine, sin una corriente estética determinada: Pancho besando a La Manuela (El lugar sin límites), la muerte de Melitón Botello (¡Vámonos con Pancho Villa!), Piporro bailando cumbia norteña con las extraterrestres Gamma y Beta (La nave de los monstruos)… Ahora entiendo cuando el crítico Gustavo García decía: “Todo cinéfilo es un fetichista de la imagen que privilegia momentos entrañables, sorprendentes, prodigiosos”.
Y en esta delirante “orgía” de momentos icónicos del cine mexicano, las poderosas estampas creadas por el cinefotógrafo Gabriel Figueroa terminan por ocupar los principales espacios en la mente de cualquiera que conozca su trabajo realizado entre 1933 y 1983, cuando inició con ¡Viva Villa! de Howard Hawks, y culminó con Bajo el volcán de John Huston. Medio siglo en el que don Gabriel Figueroa, el maestro de la fotografía en blanco y negro, se dedicó a forjar en el imaginario colectivo de muchas generaciones de cinéfilos en todo el mundo, una idea a base de luces y sombras de lo que es “México” y “lo mexicano”.
La obra de Figueroa es rica y abundante (hizo más de 250 películas) por estar compuesta de muchas facetas marcadas por los diferentes cineastas con los que trabajó y de los géneros, temas y ambientes que retrató. Sin embargo, la mancuerna que hizo con Emilio El indio Fernández ocupa un lugar significativo en su filmografía, pues fue con él con quien desarrolló y perfeccionó, a lo largo de 24 películas (María Candelaria, Enamorada, Pueblerina, La perla, Salón México, Víctimas del pecado), un estilo visual “preciosista” del México rural y urbano, que se convirtió en su sello distintivo.
Gabriel Figueroa, quien por un tiempo tomó clases de pintura en la Academia de San Carlos, dijo en más de una ocasión que su intención como cinefotógrafo fue llevar a la pantalla no nada más la fuerza de la pintura y el muralismo mexicanos, sino de otro arte en el que también nuestros artistas han destacado: el grabado. “El cine en blanco y negro es como un grabado. Y este tiene una fuerza con la que no puede rivalizar el color; ni en el cine ni en nada. Picasso hizo su famosa obra Guernica en blanco y negro, porque necesitaba una fuerza mayor. En las películas de color es muy difícil lograr el dramatismo que hay en las imágenes en blanco y negro”.
Por cierto, la investigadora Itzia Ruiz Correa, del Conacyt, realiza un minucioso trabajo para analizar científicamente la metodología utilizada por Gabriel Figueroa en las secuencias de varias de sus películas. Es decir, Ruiz Correa pretende demostrar que en la obra de Figueroa hay una serie de patrones que se repiten una y otra vez , con lo que se podría establecer una fórmula matemática que cualquier cinefotógrafo novato sería capaz de repetir para alcanzar los mismos resultados artísticos. Eso cree ella.
Y bueno, esta semana se conmemora el aniversario 110 del nacimiento de “don Gaby”, así como 20 años de su muerte. Y a pesar de ser considerado uno de los diez artistas mexicanos más importantes del siglo XX, las autoridades culturales no sólo no tienen programado ningún homenaje a Figueroa, sino que ni la Cineteca Nacional preparó un ciclo dedicado a él. Una verdadera lástima, ¿así como las nuevas generaciones van a apreciar su cultura cinematográfica?
*Periodista especializado en cultura.
@rogersegoviano.