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Orgasmos fingidos

12 de Junio 2017
Rocío Sánchez
Rocío Sánchez

Todo parece perfecto: luz tenue, aromas exóticos, sábanas de seda, un gran amante y luego… nada. El orgasmo no se asoma ni por equivocación. La involucrada tiene dos opciones: decirle al galán, con todas sus letras, que ya puede terminar el encuentro, o fingir.

Actuar el orgasmo puede resultar práctico para salir del paso –hay hombres que, muy acomedidos, están dispuestos a seguir y seguir con el coito hasta que la mujer logre ese clímax–, pero a la larga puede ser contraproducente.

Las consecuencias dependen de la situación y de la pareja con la que esté. Si se trata de un compañero ocasional, tal vez sería más fácil que muerda el anzuelo y que nadie salga herido. Es más, de esta manera la mujer no queda mal y abre la posibilidad a un segundo, tercero y más encuentros.

En cambio, cuando ella está con su pareja estable, todo se vuelve más complicado. Si ya ha tenido orgasmos antes, lo más probable es que él detecte la diferencia entre uno genuino y uno actuado, ya sea en las actitudes o en los cambios corporales que se presentan durante ese momento –y que a veces ni la propia mujer sabe que le pasan.

Y una tercera situación que mezcla lo más nefasto de los dos anteriores es cuando se finge en la primera relación sexual y luego aquello se vuelve una relación de pareja estable. En ese caso, la señal equivocada deja su impronta y el hombre puede quedarse con la idea de que a ella la hace ver estrellitas una caricia que en realidad le da exactamente igual. Es por esto que conviene pensarlo dos veces antes de fingir la petite mort, porque si se finge una vez habrá que aparentar la siguiente y la siguiente… y cuando la mujer desee tener un orgasmo real, todo será mucho más difícil.

Hay diversas razones por las que ellas simulan un orgasmo. Según la legendaria encuesta de Alfred Kinsey, los principales motivos se pueden enlistar así: por vergüenza (¿de no alcanzar el orgasmo?, quizá la mujer lo percibe como una obligación), para hacer feliz a su compañero, porque lo ven tan obsesionado que sienten pena por él, porque se aburren y quieren acabar, porque no saben cómo decirle que lo hagan de otra manera o porque saben que no van a llegar.

Pero uno de los principales motivos por los cuales las mujeres hacen el montaje debe ser porque a hombres y mujeres se nos ha enseñado que el orgasmo es el fin último, el objetivo de la relación sexual, y que sin él el esfuerzo no vale la pena. Por ejemplo, el verbo terminar se utiliza frecuentemente como sinónimo de llegar al orgasmo, seguramente por la idea de que cuando un hombre eyacula, el intercambio sexual se acaba junto con su erección.

Aunque es cierto que a nadie le gusta dejar algo sin terminar, también lo es que, para muchas mujeres, el orgasmo no es el invitado estelar de todas sus noches. Es así que pueden disfrutar perfectamente de un intercambio sexual sin llegar al clímax y no por eso el sexo es menos satisfactorio.

Así es, por si necesitábamos una complicación más para entender a la mujer, el chiste es que el orgasmo aparezca cuando ella lo necesite y que se deje de lado cuando ella no lo requiera. ¿Cómo saberlo? No queda otra que recurrir al cliché: la comunicación. Es importante saber comunicar qué quieres, cuándo y cómo, así se evitarán malas interpretaciones y tomar las cosas personales. Aunque sea el más grande anhelo de ambos, él no puede leer el pensamiento, así que necesita información precisa para que las cosas fluyan y los encuentros se disfruten, aunque de vez en cuando no aparezca ese último suspiro.

 

*Periodista especializada en salud sexual.
@RocioSanchez

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