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Felicidad bicultural

Todos queremos a alguien es la segunda cinta dirigida por Catalina Aguilar Mastretta, en ella explora los vínculos de dos países a partir del amor
13 de Febrero 2017
Cine_Especial1
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Por Javier Pérez

Catalina Aguilar Mastretta apenas cumplirá 33 este año y ya tiene tres guiones filmados (dos por ella misma) y una novela publicada. Las horas contigo, un drama sobre la maternidad, fue su afortunado debut como directora. Ahora, esta chica sonriente, de cabello largo y lacio y de grandes ojos oscuros se arriesga a incursionar en el denostado género de la comedia romántica con su segunda película como directora: Todos queremos a alguien, protagonizada por Karla Souza y José María Yazpik.

Ella dice que este tipo de películas tiene una fama negativa mal ganada. “El término está un poco angosto en la imaginación de la gente. Las comedias románticas son observaciones sociales, incluso una exploración de los roles de género y de por qué y cómo queremos a la gente a la que queremos. Esas son materias universales, humanas, con las que todo mundo podemos conectar y al mismo tiempo divertirnos y tener una experiencia catártica, emotiva, que nos exige, nos conmueve y, a la vez, nos deja pasar la tarde a gusto. Es una mezcla fascinante como género”.

La cinta cuenta la historia de Clara (Souza), una ginecóloga mexicana que trabaja en un hospital de Los Ángeles, que sale de fiesta cada tanto y encuentra una pareja ocasional a la que bota enseguida. Cuando tiene que ir a la boda de sus papás (interpretados por Patricia Bernal y Alejandro Camacho), el único elemento más o menos autobiográfico que tiene la cinta, ella decide invitar a Asher (Ben O’Toole), un pediatra australiano que trabaja en el mismo hospital. Lo presenta como su novio, pero a la fiesta llega Daniel (Yazpik), el ex que había desaparecido sin aviso de su vida ocho años atrás y que la había dejado devastada.

Mundo de cabeza

Catalina buscó que eso pudiera notarse en su manera de filmar. En Los Ángeles (los exteriores los hizo en el mismo barrio en el que ella vive; los interiores, en los Estudios Churubusco), retrató a Clara como una persona que tiene todo bajo control, con reglas claras y segura de sí misma. Pero cuando la lleva a Ensenada, donde ocurre la mayor parte de la historia, y se encuentra con Daniel, de repente ya no sabe dónde está parada. “Entonces usamos más cámaras en mano, más steadycams, y algunas tomas más abiertas, para reflejar que ella está más confundida”.

La cineasta, hija de los escritores Héctor Aguilar Camín y Ángeles Mastretta, sostiene que “cada quien pone sus intereses en la pantalla”, y que las comedias románticas son mucho más que las relaciones sentimentales entre dos personas. Su intención no fue innovar; de hecho, sabe bien que Todos queremos a alguien tiene una narrativa tradicional con un punto de vista muy positivo. “Así es como filmo en general, mi primer película también da el punto de vista de la protagonista. El personaje de Karla está en el 95 por ciento de las escenas y dónde pongo la cámara, cómo ilumino está basado siempre en su punto de vista o en el humor que queremos transmitir a la audiencia y en el que ella está. Esa es la brújula principal”.

Aunque el guion es bastante viejo y cuando lo escribió no tenía a nadie en mente, al momento de buscar a los protagonistas necesitaba dos actores “profundamente bilingües y biculturales. Karla y Chema son ejemplo de eso. Karla nació en Estados Unidos, vive en Hollywood, pero creció en México, donde ha hecho carrera, entonces cumplía en cada parte de manera clarísima, igual que el personaje de Clara y yo. Y Chema creció en Tijuana, fue a la prepa en San Diego, por lo que entiende ese mundo muy bien. Y ambos son actores extraordinarios, inteligentes, generosos. Fueron los primeros en quedar en el proyecto; luego, armamos a su familia alrededor”.

A Catalina le interesaba que el asunto de la frontera que conecta a las Californias, que prácticamente no es retratado en el cine mexicano, se viera como lo que es: un tránsito regular y cotidiano de mucha gente que vive entre los dos lugares de manera muy natural. Le interesaba, además, retratarlo de forma positiva.

“Cualquier película necesita personas felices, sobre todo en este género. Pero si la retratas, sean hombres o mujeres, de manera simplista y estereotipada, rápidamente pierdes a la audiencia. Aquí necesitábamos un personaje de Clara que se equivocara, acertara, estuviera confundida, y fuera convincente, simpática y cabroncita, todo al mismo tiempo, un poco como la gente es. El amor no necesariamente es difícil, pero siempre es complejo. Es importante ponerlo en la pantalla”.

Catalina dice casi riendo que ella no es la mejor persona para decir a qué atribuye el éxito reciente de las comedias en el cine mexicano. Sin embargo, tiene su respuesta: “Supongo que la gente quiere verse retratada en la pantalla y la comedia tiene la bondad de permitirle a los mexicanos ver películas en su idioma, ver actores y lugares que reconocen como suyos sin clavarse. Quizá hay algo de escapismo en eso, por la complicada realidad de México, y el hecho de ver algún espejo de tu cotidianidad, que no refleje solo lo negativo, a la gente le da paz y probablemente de ahí viene el éxito”.

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