Periodismo imprescindible Martes 16 de Abril 2024

La historia que debía ser contada

El azar –y los desastres naturales– llevaron a la cineasta Laura Herrero a adentrarse en la vida cotidiana de los habitantes de El Remolino
31 de Octubre 2016
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Por Rogelio Segoviano

El Remolino es un sitio muy hermoso, pero también es un lugar tan pobre y olvidado en Chiapas (el estado más pobre y olvidado de México), que ni siquiera aparece en casi ningún mapa. Ahí solo se puede llegar en lancha por el Río Usumacinta, o a caballo durante algunas épocas del año. El pequeño pueblo, ubicado en el municipio de Huitiupán, fue fundado hace poco más de cien años por tres familias, y al día de hoy no se cuentan más de 157 habitantes, quienes se dividen en tres religiones y cinco partidos políticos.

Conseguir algún medicamento en esta región puede convertirse en toda una odisea, pero resulta todo lo contrario si lo que se busca es una Pepsi Cola, unos Cheetos o una cerveza. La escuela es apenas un saloncito al que el maestro solo acude un par de meses al año. En algunas casas hay televisiones en donde la gente llega a ver hasta ocho telenovelas al día.

Sin embargo, si hay algo que realmente caracteriza a la comunidad de El Remolino es que cada año, durante la temporada de lluvias, el río crece, se desborda e inunda absolutamente todo a su alrededor. El ciclo nunca falla, y poco o nada pueden hacer los lugareños para evitarlo. Es más, desde hace décadas se han adaptado perfectamente para vivir en la que es considerada, por autoridades y organizaciones no gubernamentales, como una de las zonas que más padece inundaciones en todo el país y, por ende, son de mayor riesgo para la población. Pero a la mayoría de los 157 habitantes de El Remolino ese riesgo parece no importarle y se las ingenia para salir adelante.

Con esos antecedentes, hace casi cuatro años, la cineasta española Laura Herrero y la productora Anais Vignal llegaron a El Remolino mientras hacían el documental Son duros los días sin nada, un trabajo que hace énfasis en lo que ellas llaman “el papel de las mujeres en la reconstrucción del tejido social en zonas de desastres naturales”. Apenas llegaron a la comunidad ubicada en los márgenes del Usumacinta, Herrero y Vignal quedaron cautivadas por el lugar y por su gente, y se dieron cuenta de que ahí había una gran historia que necesitaba ser contada.

“La primera vez que llegamos en la lancha salieron casi todos los del pueblo a recibirnos. Desde que escucharon el motor, sabían que esa lancha no era de por ahí. Tenían curiosidad y había esta cosa de autenticidad, porque nadie pasaba por ahí. Esto me pareció una conexión muy fuerte. Además el espacio me llamó mucho la atención, la luz, los árboles, el sonido, la paz que me transmitía. Es un lugar con tintes de realismo mágico”, nos dice en entrevista Laura Herrero.

Así surgió el documental El Remolino, un hermoso filme que toma como pretexto las inundaciones cíclicas en el lugar y nos presenta fragmentos de la vida de Pedro, Esther, Dana Paola y don Edelio, cuatro integrantes de una familia que no solo luchan por salir adelante ante un desastre natural, sino que, cada uno a su modo, enfrenta con gran dignidad sus propios miedos, demonios y prejuicios sociales, morales y existenciales. Es así que la realizadora logra capturar en su película la manera en cómo cualquiera se puede ver reflejado en ese microcosmos, con personajes que hacen frente a la adversidad.

Pedro, por ejemplo, es un campesino de 44 años que lucha con su identidad sexual en un ambiente machista. Durante el día se parte el lomo trabajando en la milpa y criando a sus animales, pero por las noches se viste y arregla como mujer. Es un hombre que sueña con irse a Mérida, operarse para cambiar de sexo, encontrar una pareja y, tal vez, poder adoptar un niño. Pero también es feliz ahí en su paraíso, en donde se conforma con inyectarse aceite de cocina en las nalgas, ver crecer a sus gallinitas y cuidar de sus padres, aunque a veces don Edelio, un tipo por demás conservador, lo llame “puto” o le diga que está poseído por el demonio.

Por su parte, Esther, la hermana de Pedro, es una mujer de 36 años que busca romper los esquemas del rol de género. No está de acuerdo con que su padre la haya sacado de la escuela para hacer “labores de mujeres” –limpia la casa y prepara la comida– y ahora busca terminar sus estudios en Catazajá, una pequeña ciudad a casi una hora en lancha de su pueblo. Además, luego de conocer a Laura y Anais, las cineastas que llegaron a su pueblo a grabar su vida, a Esther le entraron ganas de aprender a hacer cine y hasta ahorró durante un año para comprar una videocámara y documentar lo que sucedía en su entorno, principalmente con su hija Dana Paola. Varias de esas secuencias fueron incluidas en la versión final de El Remolino.

Cuenta Laura Herrero que para la realización de su documental tuvo que visitar la comunidad chiapaneca en once ocasiones a lo largo de dos años. En cada viaje, recuerda, pasaba ahí periodos de entre dos y cuatro semanas, pues sabía que tenía que ganarse la confianza de la gente para que muchos de los habitantes pudieran abrirse y permitirle entrar en su intimidad. Además, la historia requería que se abarcaran los ciclos de lluvias, inundaciones, retorno a los niveles normales de agua en el río y, nuevamente, el ciclo de lluvias e inundaciones.

Para que la historia de El Remolino fluyera como ella quería, reconoce Herrero, en la sala de edición tuvo que descartar a muchos personajes de la comunidad, pues aunque le resultaban muy entrañables se convertía en un trabajo muy disperso, de ahí que se concretara en contar básicamente la historia de Pedro y Esther.

El Remolino es una película con un mensaje esperanzador, que hace mención de los ciclos –dice la directora–. La naturaleza tiene sus ciclos y nosotros, al final, somos naturaleza y tenemos nuestros ciclos personales y físicos. Esther y Pedro son personajes del presente y luchan enfrentando a don Edelio que es el pasado, pero también mirando hacia el futuro que es Dana. Esa lucha por querer ser lo que quieren. Al final todos tenemos por dentro esa lucha”.

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