POR ALEJANDRO ALEMÁN
Hay días en los que es difícil cometer suicidio. En Un hombre gruñón (En man som heter Ove, Suecia, 2015), Ove (Rolf Lassgård) es un viudo de 60 años que ha pasado los últimos 34 trabajando en el mismo lugar (supervisor en una estación de trenes). Como lo dice el título en español, se queja de todo y con todos: le grita a los automovilistas que no respetan los señalamientos, se enoja con la encargada de la tienda por no validar una promoción y se lleva mal con unos vecinos que antes eran sus amigos.
Un mal día le notifican en su trabajo que sus servicios ya no son requeridos. Frustrado, Ove se pone su mejor traje, prepara un banquito, una soga, y justo cuando está listo para colgarse, la molesta llegada de unos nuevos vecinos extranjeros que no saben ni estacionarse frustra sus planes. Al día siguiente lo mismo, a nada de quitarse la vida, la vecina latosa le toca el timbre a fin de pedirle algo. El pobre Ove intentará una y otra vez, infructuosamente, suicidarse, mientras los vecinos, los conocidos o alguna otra persona frustrará (aunque sin saberlo) su tétrico plan.
En medio de todos estos intentos de muerte hay también destellos de vida. El que hasta el momento se nos ha mostrado como un viejo amargado y enojado, poco a poco se revela como un hombre que ha tenido demasiadas pérdidas y sin embargo siguió adelante en la vida.
El décimo largometraje del sueco Hannes Holm es un filme que mezcla dos géneros. Por un lado es un drama dulce –que de inmediato remite el estilo de Cinema Paradiso (Tornatore, 1988)–, bien ejecutado, no exento de un poco de cursilería pero auténticamente conmovedor, que mediante flashbacks narra la niñez y juventud del ahora viejo Ove, así justifica ese enojo con la vida que lo ha convertido en un viejito gruñón quien sólo desea que lo dejen en paz con la finalidad de amarrarse la soga al cuello y decir adiós a este mundo, el cual ya no tiene nada que ofrecerle.
Sin embargo, por otro lado es también una farsa sobre un fenómeno cada vez más común en Suecia. En este país, que posee uno de los niveles de vida más altos en todo el mundo, es muy común que los ancianos, ya solos porque sus hijos se han ido al extranjero o simplemente viven lejos, se suiciden en su casa, y no son encontrados sino hasta meses después debido a que en Suecia, las relaciones entre vecinos (entre extraños) son casi nulas. El Estado sueco tiene una unidad encargada no sólo de recuperar los cuerpos de las decenas de personas que se suicidan en sus propias casas, además se encargan de la investigación para contactar a los familiares de la víctima y que se enteren de la trágica noticia.
Por ello no es gratuito que los vecinos de Ove sean extranjeros. El guion, escrito por el mismo director pero basado en el best seller homónimo de Fredrik Backman, habla justamente de lo ridículamente frías que pueden llegar a ser las relaciones en Suecia y cómo usualmente nos conformamos con la primera impresión de la gente, siendo que en cada hombre, por gruñón que sea, hay siempre una historia.
La cinta fue nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera y sorpresivamente al de Mejor Maquillaje. Este último por su increíble trabajo de caracterización en el rostro del actor y protagonista Rolf Lassgård, mismo que lleva sobre sus hombros toda la cinta.
Aunque trata un fenómeno local, Un hombre gruñón es lo suficientemente universal, de modo que es relevante para el gran público. Es una cinta que habla de la dignidad de la tercera edad y la importancia de la vida en comunidad como una forma no sólo de sobrevivencia, sino de trascendencia cultural y afectiva.
Dirección: Hannes Holm.
Guion: Hannes Holm, basado en la novela homónima escrita por Fredrik Backman
Producción: Annica Bellander, Nicklas Wikström Nicastro. Suecia, 2015.
Fotografía: Göran Hallberg.
Edición: Frederik Morheden.
Con: Rolf Lassgård, Ida Engvoll, entre otros.