E l 2017 nos dio la bienvenida con una sorpresa: el ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, regresó al gabinete vestido de gloria, luego de haberse ido unos cuantos meses atrás, literal, con la cola entre las patas después del escándalo por la visita de Donald Trump a México.
Videgaray fue el artífice de la visita del republicano a la Residencia Oficial de Los Pinos en la que en nuestra cara y en la del presidente vino a amenazarnos sobre su famoso muro. La justificación para ahora colocarlo en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) es su cercana relación con el próximo presidente de Estados Unidos, no obstante, hasta donde sabemos, el nuevo canciller no tiene derecho de picaporte con Trump, sino con su yerno, lo cual no garantiza que vaya a ser un puente para tender una buena relación entre los dos países.
No sé si lo notaron, pero el Videgaray que se fue no es el mismo que regresó, y no lo digo por su nuevo look con barba a lo hípster maduro, sino por la frialdad que había en su mirada.
Esos ojos me hicieron recordar a un gato enojado que trama un plan para cobrar venganza. Una cosa es tener un actitud seria, pero otra muy diferente lo que reflejaba su mirada, aún más felina que la de Claudia Ruiz Massieu a quien casi le daban ganas de soltar un zarpazo.
El gato es un excelente cazador nocturno, en la oscuridad sus ojos brillan con un doble propósito: para atraer a las presas y para tener mejores fotoreceptores que le permitan ver con más claridad.
La mirada de Videgaray parecía querer atravesar todo lo que tenía enfrente y también parecía estar a la caza no de una, sino de muchas presas.
Y es que Videgaray se fue en medio de toda una campaña de desprestigio: sus resultados como secretario de Hacienda eran ampliamente cuestionados; su amigo, el presidente, decidió mandarlo a la banca para aligerar la presión que había sobre él por la visita de Trump; los medios de comunicación mexicanos y extranjeros le hicieron la guerra por la visita del magnate estadounidense y el mismo Peña Nieto reconoció que en ese momento, su hombre de confianza, atravesaba un mal momento y no estaba lo suficientemente fortalecido para negociar con las cámaras de Diputados y Senadores el paquete económico 2017.
Apenas se fue Videgaray, su sucesor, José Antonio Meade, se convirtió en el político de moda que se pavoneaba presumiendo su pelaje en medios de comunicación y en reuniones oficiales, pero ahora que “Luisvi” ha vuelto, Meade volvió a pasar a un segundo plano.
Sin embargo hay que concentrarnos en la mirada felina del nuevo canciller, que seguramente no va por una, sino por muchas presas, por lo que auguro que pronto veremos cómo corren muchos ratones cada que se acerque el gato.
Solo espero que se dedique a cazar a sus presas en su tiempo libre, porque nos cuesta muy caro que venga a “aprender” y que aparte en sus horas de trabajo se dedique a perseguir a los ratones, o lo que es lo mismo, a ajustar cuentas.
DharmaTip:
Cuando veas los ojos de un gato brillar en la oscuridad, mejor resígnate porque no hay forma de esconderse. Él siempre irá por ti.
@dharmaqueen1