Según la FAO, la comida que se vende en la calle representa una parte importante del consumo urbano de alimentos diarios para millones de consumidores de ingresos bajos y medios en las zonas urbanas. Para un gran número de personas, los alimentos callejeros pueden ser el medio menos costoso y más accesible de obtener una comida balanceada a nivel nutricional fuera del hogar, siempre y cuando estén informadas y sean capaces de escoger una apropiada combinación de los mismos.
La preparación de la comida callejera y su venta proporcionan una fuente regular de ingresos a millones de hombres y mujeres de los países en desarrollo con escasa educación o con habilidades limitadas, especialmente porque la actividad requiere una baja inversión inicial.
En la actualidad, las autoridades locales, las organizaciones internacionales y las asociaciones de consumidores son cada vez más conscientes de la importancia socioeconómica de los alimentos vendidos en las calles, pero también de sus riesgos.
La principal preocupación se refiere a la inocuidad de dicha comida, pero también se presentan otros problemas, como las cuestiones relacionadas con la sanidad (acumulación de desechos en las calles y congestión de los desagües), los embotellamientos en la ciudad provocados también por los peatones (ocupación de las aceras por los vendedores ambulantes y accidentes de tránsito), la ocupación ilegal del espacio público o privado y los problemas sociales (mano de obra infantil, competencia desleal con el comercio formal, etcétera).
Si bien muchos consumidores le atribuyen importancia a la higiene cuando escogen su vendedor de alimentos en la calle, con frecuencia no tienen conciencia de los riesgos para la salud que dichos alimentos conllevan.
Con información de la FAO.