Periodismo imprescindible Lunes 18 de Marzo 2024

Hecho en casa

Ellas decidieron dar un giro a su vida. Comenzaron a buscar productos más limpios, frescos, locales y orgánicos para mejorar su forma de consumo, pero ante las pocas alternativas que no las satisfacían, optaron por elaborar sus propios insumos. Ahora no son sólo más amigables con el planeta, sino también con sus cuerpos
10 de Noviembre 2018
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POR SEBASTIÁN SERRANO

Para Tania Arroyo todo empezó en 2013, y fue como una bola de nieve: una cosa fue llevando a la otra y crecía a cada momento. Empezó por darse cuenta de los problemas sociales y ambientales que provocan la basura que generamos, e inició con un cambio simple: dejar de utilizar bolsas plásticas y llevar bolsas de tela, así como recipientes.

Luego empezó a separar, pero al encontrar que realmente no había un sistema eficiente de recolección, decidió que lo mejor era dejar de generar residuos y no tener papeles, cartón o envolturas inútiles. “A partir de la basura empecé a ver qué estaba comiendo, dejé de comprar productos empacados o instantáneos y decidí comprar alimentos más limpios, frescos, locales y orgánicos”. Con el fin de evitar empaques separados, compra las cosas no perecederas a granel; el jamón y los lácteos los adquiere en los mercados.

Sin embargo, los principales campos de experimentación de Tania han sido los productos de limpieza, así nació uno de sus principales retos: vivir más de un año sin comprar champú. A partir de los consejos y tutoriales que vio e Internet, empezó a probar una mezcla de bicarbonato de sodio y vinagre de manzana. Me explica que luego experimentó con miel diluida, pero no era tan bueno; y finalmente con yema de huevo –su mamá tenía una tienda y le regalaba los que estaban rotos–. ¿Huevo con vinagre? Le pregunté que si no resultaba una mezcla muy olorosa, me respondió que para nada. “El vinagre de manzana no huele. Mojas el pelo, te pones la yema, luego te tallas y te pones vinagre de manzana diluido, es como si utilizaras un acondicionador más suave”. Incluso prepara su pasta de dientes. En un frasco pequeño, con el objetivo de que dure un mes, mezcla bicarbonato, aceite de coco, un poco de estevia o azúcar y gotitas de menta. Para limpiar las superficies no utiliza ningún detergente industrializado o cloro, en la cubeta simplemente pone jabón y vinagre de manzana. Lava la ropa con jabón sólido mezclado con bicarbonato y vinagre.

Tania tiene la ventaja de que es organizadora de un bazar de productos sustentables, así que casi todo lo de cuidado personal lo consigue directamente de la gente que los elabora, utilizando insumos orgánicos y locales. Por ejemplo, encontró un muy buen proveedor de champú natural, y en la actualidad está probando un champú sólido que le ofrecieron con el fin de que escribiera una reseña. De acuerdo con ella, otro punto fundamental es que todo lo que compre debe estar en envases que pueda reciclar y regresar a los productores

¿Qué ha sido lo más difícil, qué no ha podido dejar? Uno de sus puntos débiles es el maquillaje, no ha logrado encontrar una alternativa orgánica, incluso experimentó con productos naturales, pero sin éxito. El otro producto al que no le ha encontrado un sustituto y que no quiere dejar es el perfume.

HECHOS A MANO

Carolina era muy consumista, compraba cosas y acumulaba productos que no necesitaba. Un día decidió empezar a sacar todo lo que tenía, mezclarlo y reutilizarlo: realizó combinaciones de cremas que fundía con restos de jabón comerciales y los juntaba en una sola barra. Incluso empezó a utilizar lo que le quedaba en otros usos, como champú para lavar la ropa. Me explica que mucha de esta tradición vienen de su familia, pues a su mamá también le gustaba hacer sus combinaciones y cremas. Sobre todo tiene la imagen grabada de su bisabuela, quien batía en una cazuela la sosa y el aceite; verla mezclar a mano con el objetivo de producir jabón quedó en su inconsciente.

Así que cuando dejó su trabajo de oficinista, decidió que quería desarrollar su emprendimiento de jabones naturales caseros. Primero empezó a averiguar los elementos que necesitaba para fabricarlos, y consultó tutoriales por Internet que mostraban recetas naturales. “Voy imaginando cómo se puede combinar con el fin de mejorar la receta. Antes le agregaba toda la miel del mundo quedaba como para comer, hasta que supe la cantidad exacta. También aprendí que el carbón es muy buen antioxidante, y que la sal es mejor que el azúcar y lastima menos la piel”.

Así que empezó a fabricar jabones en la casa, los vendía a la familia y amigos. Actualmente también los ofrece en un tianguis sostenible que se pone el tercer domingo de cada mes en Tepepan, en donde sólo se ofertan productos hechos a mano. Además vende a través de su página de Facebook y tiene 8 puntos de venta. A partir de lo aprendido con el jabón, fabrica diferentes productos, desde champú hasta crema; aceites, aromatizantes naturales para la piel y para limpiar, e incluso cosméticos para hombres: espuma de afeitar o suero.

Carolina conoció a unos productores yucatecos que hacen a mano y de forma local los insumos básicos para sus productos: aceites orgánicos de almendras o caléndula; las bases para los champús: sosa y sulfatos más suaves; las bases de las cremas de manteca y ceras de panal de abeja. Según ella, es fundamental que venga lo máximo posible de productos naturales con el mínimo de efectos al medio ambiente y que se pague un precio justo por el trabajo de las personas que también lo hacen a mano. Además busca reutilizar todo con el propósito de no dejar residuos, porque considera que la industria de los cosméticos y los productos de limpieza está muy viciada actualmente.

Con la idea de producir mucho en muy poco tiempo, al menor costo posible, con los máximos rendimientos económicos, al final están afectando los recursos naturales y al medio ambiente. Además le agregan químicos y otros derivados del petróleo que contaminan, con los desechos de producción, los ríos y el mar. Por otra parte, ella considera que estos procesos tampoco son buenos para la piel. “Si usara jabón comercial me resecaría la piel, tiene mucha glicerina. No lo hacen a mano, no le ponen aceites”.

Mientras que envuelve unos jabones, me comenta que lo único de sus productos que sigue siendo contaminante son los empaques, aunque busca que se puedan reciclar y así evitar al máximo tirarlos. Agrega que ha generado un esquema en el que cuando los clientes le regresan el empaque ella les devuelve 10 pesos o les da descuentos en otros productos, según lo decidan.

QUE LLEGUE A MÁS GENTE

La meta de Tania no consiste sólo en cambiar algunos hábitos, también quiere llegar a más gente, dar consejos para que todos veamos que es posible y empecemos a actuar. Por eso desde hace un año, con una amiga, abrió su página de Facebook, Gramo, en donde dan consejos útiles, que parten de la experiencia propia o de grupos y páginas de Internet de donde obtienen información.

A partir de la experiencia del bazar también puede compartir a los usuarios en dónde conseguir productos y servicios sustentables. Buscan generar una comunidad que fomente un consumo responsable, consciente y bien informado, en donde se genere menos basura. Por ejemplo, están diseñando una campaña con Ecolillas, en donde en vez de juzgar a los fumadores que no quieren dejar el cigarrillo, los impulsan para que se hagan responsables de las colillas, pues estas son muy contaminantes.

Su enfoque es generar una comunicación que no sea crítica, sino todo lo contrario: que sea propositiva y que invite a las personas a ser conscientes del cambio que pueden lograr modificando ciertos hábitos. Aunque más allá de las campañas, la comunicación y los videos educativos a través de las redes, desean generar alianzas con el objetivo de que los cambios se materialicen con leyes y acciones en los gobiernos locales.

Me explica que si alguien quisiera empezar hoy, el consejo que ella le daría sería llevar a todas partes una bolsa de tela con un kit básico de cosas que tenemos en casa: una botella para el agua o un tarro para el café, cubiertos y un tóper dónde guardar la comida. “Así puedes comer lo que quieras en la calle, o si quieres llevarte la comida, vas a evitar que te den desechables, sobre todo unicel. Cualquiera puede empezar hoy, es un cambio simple”.

Cuando le pregunto a Tania si es más costoso consumir este tipo de productos, me responde que su filosofía es comprar menos y mejor; lo realmente necesario, y de buena calidad. “Algunos productos pueden ser más caros, pero sé que no dañan mi cuerpo, así que prefiero pagar un poco más. Además al evitar comprar cosas que no necesito, me ahorro dinero y tengo para darme estos gustos”. Agrega que, por otra parte, siente una gran satisfacción cuando mira atrás y se da cuenta de que en todo el día no recibió una pieza de basura, y eso la anima a dar otro paso.

EL CAMBIO ES POSIBLE

Carolina, quien es técnica en Computación, nunca pensó que al iniciar Oona en febrero de 2015 iba a hacer un negocio de impacto ambiental y social; sin embargo, las cosas se han dado y le ha ido bastante bien. Le han ofrecido industrializarlo y hacerlo a gran escala; ella se niega y prefiere mantenerlo como algo propio y casero. “No me interesa perder el detalle importante que es producirlo con cariño y que los que trabajan conmigo reciben un pago justo. El billete no puede ser la base para hacer las cosas, es una herramienta de intercambio”.

La filosofía del consumo responsable y de cero basura, la empezó hace 30 años Bea Johnson, y aunque en la actualidad sigue conformada por un núcleo pequeño de personas inquietas, es una tendencia que cada vez mueve a más personas que apuestan por productos diferentes, ya sea fabricados en casa o por productores locales, lo cual abre todo un espacio al emprendimiento de impacto que puede impulsar esta economía alternativa.

Prácticas como llevar nuestros frascos, comprar a granel o fomentar el reciclaje en las tiendas ayudarán mucho a reducir la basura que generamos. Este ideal incluso puede llegar a empujar a las grandes industrias, para que se vean obligadas a transitar hacia un modelo que genere el mínimo de basura y que fomente estos cambios.

Para ella, lo fundamental es volver a ser muy conscientes y no optar con nuestro dinero por mantener un sistema contaminante e injusto. Empezando por la empatía desde quien hizo las cosas y en qué condiciones, toca el tema de la producción de ropa y la explotación laboral a niños y mujeres, a quienes les pagan una miseria. “Tenemos que ser consumidores responsables y empoderados, conscientes de los efectos que tiene lo que compramos en la naturaleza, en nuestro entorno y comunidad. También es fundamental tener amor, además de por los otros, por nosotros, por nuestro cuerpo, cómo lo alimentamos y qué le ponemos”. Me explica que ha pasado por todo un proceso de desintoxicación y de aprender a leer su cuerpo. “Siento que esto me ha enseñado mucho para estar conmigo misma; aprender cómo funciona mi cuerpo, reconocer mi olor y mis humores”.

Finalmente, Tania me dice que “la clave está en la basura, me hice consciente de muchas variables, y al hacer un cambio de hábitos, me di cuenta de que también se resuelven varias cosas; es cuestión de tener conciencia y asumir un consumo responsable”.

 

Las 5 erres del consumo responsable

1. Rechazar la basura inútil: popotes, servilletas, desechables, unicel, el papel plástico en el que envuelven el pan.

2. Reducir: utilizar y comprar únicamente lo que necesites, por ejemplo, en vez de usar cotonetes puedes limpiarte las orejas con una toalla húmeda o con un palito de madera.

3. Reutilizar y reparar: compra frascos de vidrio que puedas utilizar para guardar otras cosas o para vasos. Remendar ropa, arreglar electrodomésticos o muebles. Reusar todas las veces posibles.

4. Reciclar: cartón, pet, latas. Existe un portal de Internet, Ecolana, que te indica los puntos de acopio de diferentes materiales de acuerdo con tu ubicación.

5. Reincorporar: los residuos orgánicos, como cascaras y restos de comida, los podemos compartir con nuestras mascotas o mezclarlas para hacer composta. También hay gente que produce fermentos que pueden servir para aromatizar o limpiar.

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