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Hombres enfrentando el dolor

Siempre les dijeron que “los hombres no lloran”, así que cuando su salud comenzó a mermar y el dolor se reveló tuvieron también que vencer sus más grandes miedos
04 de Febrero 2018
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POR ABIGAIL GÓMEZ

Los dolores del papá de Aurelio comenzaron casi cinco años antes del diagnóstico que les cambió la vida. Punzadas constantes de estómago, vómito y otros síntomas que parecían una común gastritis eran cotidianos. Pero sin importar el esfuerzo que hicieran sus hijos por llevarlo con los doctores para que atendieran  sus problemas de salud, don Saúl siempre encontraba una forma de evadirlos. Así fue como perdió a varios médicos que se negaban a seguir atendiéndolo debido a las constantes cancelaciones de sus citas.

Estar entre doctores dejó de ser decisión de don Saúl el día que comenzó a vomitar sangre y, sin pedirle permiso, sus hijos lo llevaron a la sala de urgencias de un hospital. Pocos días después, él y su familia sabrían que los constantes malestares estomacales eran causados por un adenocarcinoma gástrico que para esas alturas tenía el tamaño de una pelota de ping pong. Un cáncer de estómago, el tercero más común en hombres, después del de próstata y el de pulmón, pondría fin a sus días 18 meses después del diagnóstico.

Es Aurelio, uno de los cinco hijos de don Saúl, quien cuenta su historia. La de un hombre que aprendió a expresar sus emociones hasta que sintió en carne propia la fragilidad de la vida.

“El cáncer es una situación que te cambia por completo y que puede derribar muchas de las barreras o creencias que tenías. En este caso el cáncer cambió el paradigma de las emociones de mi padre. Mi papá era una persona muy callada, un hombre que no decía ‘te quiero’, lo manifestaba a su manera pero nunca en sentido literal. La enfermedad hizo que se abriera mucho y que pudiera decir cosas que nunca antes había manifestado. Después de ser un hombre muy callado, reservado, que no expresaba lo que sentía, empezó a abrirse y a contarnos muchas cosas”, platica.

Los primeros meses de la enfermedad don Saúl no decía nada. No se quejaba del dolor ni manifestaba tristeza ante su padecimiento. Fue hasta que llegó diciembre, con las fiestas navideñas, que su familia se dio cuenta de que dentro de él muchas emociones estaban manifestándose aunque no supiera cómo expresarlas.

“Él nunca se quedaba con nosotros a convivir, siempre que terminaba la cena se iba a su cuartito a dormir con mi mamá; en esa ocasión se quedó hasta las 5 de la mañana y nos decía ‘vamos a seguir cantando’. Ya todos estábamos bien cansados porque lo habíamos estado cuidando, pero cuando nos dijo eso se le salieron unas lagrimitas. Así fue como supimos que quería sentirse vivo, sentirse bien, aunque no podía decirlo de otra manera más que así, tratando de quedarse con nosotros despierto y cantando”, recuerda.

Aurelio es artista y reconoce en sí mismo una sensibilidad mayor a la de otras personas. Durante toda su vida ha tenido que dar explicaciones sobre por qué llora de más o ríe de más ante las situaciones de la vida, por eso entiende lo difícil que es para un hombre llorar o emocionarse sin ser señalado. “Creo que es una condicionante social muy fuerte. Los hombres somos educados para no llorar, para ser los fuertes, los invencibles, los que no deben tener miedo ni sentir nada, en el caso de mi papá era así, se veía esa escuela muy marcada”.

Aprender a sentir

De acuerdo con la psicooncóloga Mariela Calzada, el que los hombres guarden sus emociones ante un diagnóstico de cáncer es una situación sumamente común en nuestro país. Educados bajo el principio de que deben ser fuertes, es muy difícil para ellos lidiar con emociones tan intensas. Desde su experiencia tratando a pacientes que enfrentan este padecimiento, Mariela comenta que la manera en que un hombre y una mujer reaccionan y se enfrentan a esta enfermedad puede ser completamente distinta.

“En general, ante un diagnóstico de cáncer la primera reacción de un hombre es una sensación de que tiene que ser fuerte, y con eso viene el poner las emociones a un lado y preguntarse ‘¿y luego qué sigue, cómo me curo, qué me tomo, cuándo se me quita?’, es como si guardaran lo que están sintiendo en un cajón y dijeran ‘bueno, si tiene remedio cúrenme, si no que me muera rápido’, porque para los hombres el sufrimiento físico es muy complicado, tienen un umbral del dolor muchísimo más pequeño que las mujeres y el sufrimiento les viene muy mal”, explica.

La especialista comenta que en su esfuerzo por verse fuertes guardan las emociones en un cajón, y aunque queden devastados cuando les dicen que tienen cáncer, no saben cómo expresarlo. Ante esta situación, la doctora asegura que es común que el dolor o la angustia que no saben cómo sacar se traduzca en mucho enojo.

“Lo que ocurre con muchos es que se vuelven irritables, poco tolerantes, le gritan al personal que los atiende, a sus familias o a quienes los cuidan; es tanto dolor que no saben qué hacer con él porque nunca les enseñaron a manejar sus emociones. Por esta razón, lo primero, y lo más importante, es que el paciente identifique qué emoción está sintiendo. Muchas veces los hombres ni siquiera saben decir qué sienten, pero nosotros buscamos la palabra con ellos y nombramos la emoción. En terapia trabajamos para que se den permiso de sentir. Les decimos que está bien llorar, gritar, enojarse y todo lo que deseen sin pensar en el qué dirán”, asegura.

Masculinidad

El coro de una de las canciones más famosas de la icónica banda británica The Cure dice así: Intento reírme de eso, cubriéndolo con todas sus mentiras, intento y me río de eso, escondiendo las lágrimas en mis ojos, porque los muchachos no lloran. “Boys don`t cry” (Los muchachos no lloran) es el título de la canción, y habla de un hombre que sufre pero debe ocultar su dolor porque no le está permitido llorar.

A pesar de que los estereotipos de género se han diluido poco a poco, aún existen muchos hombres en nuestro país que crecieron bajo el principio de que “los hombres no lloran”. Ser fuerte, valiente, no quejarse del dolor, ser el proveedor son características que se asocian al concepto de masculinidad y que evitan que un hombre pueda manifestar abiertamente su sufrimiento.

Sobre los factores sociales que pueden influir en el concepto de lo masculino platica un poco el psicólogo social Cristopher Mondragón. “Está muy marcado en la sociedad que la sensibilidad sea un atributo más bien femenino, sobre todo en una sociedad como la nuestra. En México, desde la figura del charro mexicano venimos arrastrando un estereotipo del hombre fuerte y sin miedo que no llora porque eso te convierte, automáticamente, en un ser débil. De los cincuenta hasta hace algunos años en la televisión, y en los medios de comunicación en general, se difundió mucho esta imagen del hombre masculino, rudo, y que no se permite expresar sus emociones, distante de la familia, con un rol muy marcado, pero considero que de un tiempo para acá han empezado a permear nuevas representaciones de lo que significa ser hombre y lo que puede o no puede hacer. Creo que estamos en una época en la que a los hombres se les está permitiendo más expresar lo que sienten”, asegura.

Aurelio se despidió de su papá un 6 de diciembre de 2015. Don Saúl tenía 70 años. Durante el tiempo de la enfermedad vio al que había sido su gigante de hierro consumirse poco a poco sin poder hacer nada, y también observó cómo ese hierro se derretía lentamente. Desde adentro de esa coraza salió un hombre que sentía: un ser humano que amaba, lloraba y se emocionada como todos los demás. En sus últimos momentos don Saúl pudo decir cosas que había guardado durante toda su vida; pidió perdón, con lágrimas en los ojos, a cada uno de sus hijos, por no poder quedarse a ver los momentos importantes que venían por delante; y, sobre todo, pudo decir “te quiero” como debe ser, con todas sus letras.

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