Periodismo imprescindible Viernes 26 de Abril 2024

¿Sigues ahí? Lo adictivo de lo virtual

¿No es una droga aquella que te provoca un bienestar momentáneo del que no te puedes desprender? Quizás ya puedo considerar a Netflix un narcótico, un placer culposo de fácil acceso, aunque como cualquier adicción me aleja de una vida sana física y mentalmente
18 de Noviembre 2018
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POR KATTYA GUTHER

Me cuestiona la pantalla que ha cautivado mi atención en las últimas horas (quizá días). Se ha pausado la transmisión, los brillantes colores se han opacado y por un momento regreso a mi realidad, esa que se me escapa capitulo a capitulo; serie tras serie. No todo está perdido ya que mi compañía fiel aún me permite seguir a su lado. “Continuar viendo” o “Regresar a la búsqueda” son las dos opciones que tengo. En esta pausa obligada tengo que tomar una decisión y es justamente lo que no quiero.

En tiempos donde todo era incertidumbre a mi alrededor, el ocio se apoderaba de mí como una segunda piel que escondía debajo de la pijama que apenas me quitaba. Necesitaba regresar a una rutina, y esa que comenzó con un falso optimismo de levantarme temprano a buscar trabajo y un mejor futuro se fue agotando junto con los ahorros. Salir a la calle significaba enfrentar un mundo laboral al que ya no pertenecía y gastar en todos esos antojos y caprichos que al principio creía merecer y que con el paso del tiempo sólo sumaron a la lista de auto reclamos.

¿Por qué no exigí la liquidación que por ley me correspondía?, ¿por qué no ahorré más?, ¿por qué no me exigí más?, ¿por qué no estudié una maestría?, ¿por qué no me largo a conocer el mundo? Después del tortuoso juicio de preguntas al que me sometía a diario, me seguía una tanda de reclamos de las personas que adquirían con su preocupación por mi inactividad un pase para atacarme con su filosa insistencia del futuro, como si no fuese suficiente ya tener que enfrentar el mundo. Más pesado que salir a la calles es contemplar, desde esta esfera de imposibilidad, como es de fácil para los demás mantener tantas exigencias y estándares de calidad de vida que a mi en este momento me parecen sólo posibles en la vida de las personas que están detrás de la pantalla. ¿Sigues ahí? Me pregunta la pantalla que no me exige nada, sólo que esté, no importa cómo.

Con esfuerzo me levanto y aprovecho la pausa para ir al baño, y veo mi reflejo en el espejo; no me reconozco, evado esa imagen que sólo me trae decepciones, me sirvo otro plato de cereal a las 6 de la tarde y presiono el botón “Continuar viendo” (decido, y todo está bien ahora).

Hace un mes aproximadamente me topé con una recurrente y peculiar nota: varios portales anunciaban el primer caso diagnosticado de adicción a Netflix. Lo leí en portales serios y no tan serios. Cada uno desde su perspectiva editorial contaba la historia de un joven que fue diagnosticado por la Clínica de Servicio para el Uso Saludable de la Tecnología, situado en el Instituto Nacional de Salud Mental y Neurociencias en India, como el primer caso de adicción al consumo de la plataforma de streaming. En las notas se mencionaba que el joven desempleado consumía entre siete y nueve horas diarias de contenido y que esto se repitió durante seis meses.

Recordé mis propias tardes de inocentes maratones de Netflix y me sentí un poco avergonzada, ya que 7 horas no me pareció grave – La primera temporada de Stranger Things me la aventé de corrido, toda una noche sin parar–. Y en mi etapa de desempleo podría pasar un buen rato viendo series, me hacían sentir bien aunque después venía una sensación de arrepentimiento cuando de pronto ya era de noche y no había logrado hacer otra cosa; entonces en mis redes sociales alguien hablaba de otra serie y comenzaba otra vez el maratón, o mejor aún, la serie que estaba viendo era trending topic y yo podía participar en la discusión, me sentía parte de algo y el bienestar regresaba, aunque había una voz que nunca se iba del todo, una voz que me recordaba que la serie seguiría ahí aunque apagará el monitor, y que las horas que pasaba frente al televisor es tiempo que ya no regresaría nunca más. Me prometía que sólo un capítulo más y ya, no contaba con que ese capítulo sólo se quedaría más bueno que el anterior.

Reflexionando esto, caí en cuenta: ¿no es una droga aquella que te provoca un bienestar momentáneo del que no te puedes desprender? Pensé por primera vez en Netflix como una droga socialmente aceptada, porque cuando el asunto es colectivo repartimos la culpa y nos escondemos en la complicidad social que nos da el valor de seguir, como aquel que sólo se toma unas copitas en la comida o que es fumador social.

Antes, ya se habían reportado casos de adictos a la televisión; no es novedad que los contenidos audiovisuales causan severos casos de aislamiento. Lo que ha logrado Netflix es que los más exigentes tengamos el contenido de nuestra preferencia a la mano, un menú con cientos de opciones para saciar el deseo de contenido; y como si esto no fuese suficiente, aplican algoritmos que nos muestran, sin necesidad de buscar los programas, películas, series que más nos pueden interesar; es como tener un bartender que nos conoce de años siempre listo para servirnos nuestras bebidas preferidas en cualquier lugar y a cualquier hora. Difícil superar un placer culposo cuando es de tan fácil acceso.

La clínica en la que fue tratado el primer adicto a Netflix, el Instituto de Salud Mental y Neurociencia de India, menciona algunos síntomas que podrían alertarnos:

– Comportamiento agresivo. Contestar de forma violenta si nos cuestionan sobre el abuso de la plataforma.

– Tensión extrema en los ojos. Si sientes dolores de cabeza, sequedad en los ojos y presión en los nervios ópticos, puede ser que sólo necesites lentes o bien, que sea momento de apagar Netflix un rato.

– Fatiga continua y trastornos de sueño. Aunque parezca que no es cansado estar tirado viendo un capítulo tras otro, la falta de sueño tiene consecuencias graves en el cuerpo, así como en la salud física y mental.

– Aislamiento. ¿Prefieres ver películas que pasar rato al aire libre o con tus amigos? Yo no lo veo grave, pero es de alarmarse cuando no sales de casa varios días y tu única actividad es ver series. Si empiezas a faltar a la escuela y al trabajo por ello, por favor busca ayuda.

– Ansiedad y depresión: Ambos trastornos mentales pueden esconderse tras esos inocentes maratones que todos disfrutamos.

– Sobrepeso. Muchos disfrutamos comer frente a la pantalla, pero aunado a la inactividad en tiempos prolongados es un síntoma que resultará evidente.

El avance de la tecnologías nos ha traído tanto comodidades como ventajas, sin embargo, también conlleva consecuencias de salud a corto, mediano y largo plazo; entre estas consecuencias está la necesidad de enfrentarnos a nuevas patologías mentales. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud ha clasificado la adicción a los videojuegos como un problema de salud. Es un asunto de atenderse la adicción a los celulares, redes sociales e Internet.

Se están tomando cartas sobre el asunto, quizá no a la velocidad de lo que crecen las tecnologías, ya que parece complicado encontrar el límite en la virtualidad, pero como con toda adicción empecemos con el primer paso: reconocer el problema. Las razones de trasfondo que hacen que una persona se vuelva adicta al alcohol, al cigarro, a los likes o los maratones de Netflix son razones que en el fondo son iguales a otros problemas de dependencia: todo lo que nos provoca adicción en un primer momento nos alivia del estrés, nos da placer, aunque nos aleja de una vida sana física y mentalmente.

¿Sigues ahí?, ¿o continuarás con la búsqueda?

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