Muchos lo hemos vivido. Tus padres, maestros y hasta tus amigos te advierten que tatuarte podría ser el primer paso hacia un camino sin retorno: el de la discriminación, que por supuesto, comienza justo con esa advertencia “amorosa” de quienes están cerca.
Lo cierto es que, afortunadamente, las personas tatuadas hemos comenzado a ganar la larga batalla contra el estigma y los prejuicios, sin embargo, en algunos ámbitos, como el laboral o escolar, aún persiste el rechazo por la apariencia de la piel tatuada.
Por ello, esta semana el equipo de CAMBIO se avocó a contar las historias de aquellas personas que han decidido usar su piel como un lienzo dónde plasmar obras de arte, como un libro en blanco para escribir su propia historia y hasta como un memorial dedicado a quienes se han ido.
En estas páginas conocerás el episodio de odio y rechazo que la misma presidenta del Consejo para Prevenir la Discriminación en la Ciudad de México experimentó en carne propia por tener un tatuaje, y cómo eso la ha motivado a trabajar a favor de los derechos de las personas tatuadas.
También encontramos que hay otra brecha de desigualdad que poco a poco se reduce dentro del mismo universo del tatuaje: la de género. Cada vez hay más mujeres tatuadoras y con ello, cada vez más mujeres también deciden apostar por usar su piel como espacio de libre expresión. Así, nos dimos a la tarea de platicar con las mujeres que están revolucionando la escena de la tinta sobre la piel en México.
Una de las frases más comunes con las que los padres pretendían asustar a sus hijos a fin de que desistieran de la idea de tatuarse era “parecerás presidiario”, y nosotros encontramos que sí, los tatuajes y la cárcel están relacionados, pero esa relación puede transformarse en una herramienta de reintegración social y hasta de oportunidad de emprendimiento para los jóvenes infractores, por ello hablamos con Dr. Lakra, un artista del tatuaje que además es hijo del reconocido artista plástico Francisco Toledo. Dr. Lakra nos relató su experiencia como instructor de un taller de tatuajes en un centro de readaptación social para menores infractores, en la Ciudad de México.
Las generaciones todavía luchan contra la discriminación y el estigma, sin embargo, mientras que los que hoy son adultos mayores han llegado incluso a avergonzarse de sus tatuajes, los adultos de hoy los lucen con orgullo, y sus hijos, los adultos del futuro, miran ya a la tinta sobre la piel como algo natural, decorativo y con significado, un compromiso con el propio cuerpo.
La deconstrucción de los paradigmas que dieron una etiqueta negativa a los tatuajes avanza; y si alguien te dice que tengas cuidado porque tatuarte se vuelve una adicción, préstale atención porque es verdad. ¿Sabes por qué? Porque saberte dueño pleno de tu cuerpo, usar tu piel como un gran lienzo para contar tu propia historia, para hacer compromisos contigo, con tus emociones, con tus recuerdos o tus sueños, es un derecho, un pleno ejercicio de la libertad y entonces ¡claro que se hace adicción! O acaso ¿no es la libertad el mejor motivo para volverse adicto?
