Todavía nos cuesta trabajo. A muchos aún se nos quiebra la voz cuando nos preguntan algo sobre aquella tarde, cuando la tierra debajo de nuestros pies se cimbró tan fuerte que nos despertó el corazón.
Para muchos, pensar en el 19 de septiembre de 2017 podría ser un día más, tal vez su cumpleaños, un aniversario, o una fecha cualquiera, sin embargo, para quienes vivimos en la Ciudad de México, Morelos o Puebla, sin duda es una fecha que se ha quedado no en la memoria, sino a flor de piel en una herida que todavía no termina de cerrar.
Y cómo esperar que cierre, si todavía caminamos por los parques de siempre y vemos cintas amarillas, naranjas y hasta rojas en los edificios dañados que siguen en pie, algunos milagrosamente. Si aún en cada reunión no falta el amigo que nos cuenta por qué tuvo que mudarse lejos de la zona más afectada y empezar de nuevo tras descubrir que su hogar había sido dañado, y lo peor, ¿cómo dar vuelta a la página cuando todavía hay personas sin techo, algunos incluso viviendo en la calle? Y eso que no nos ponemos a pensar en que algunos políticos de muy alto rango han sido seriamente cuestionados por su posible responsabilidad en casos tan dolorosos como el del colegio Rébsamen, o bien por supuestos donativos que no se han transparentado, lo mismo de partidos políticos que de artistas y youtubers que, tristemente, no han llegado a las manos de las familias damnificadas.
Lo cierto es que la vida sigue y el tiempo no se detiene, por eso, a un año de distancia del sismo que nos cimbró la vida a millones de personas, esta edición especial es una invitación a reflexionar sobre cuáles fueron las lecciones que aprendimos –y las que nos quedan por delante– de la tragedia.
De entrada, visitamos a las personas que están a cargo del funcionamiento de la Alerta Sísmica. Nos comparten cómo vivieron aquel 19 de septiembre hace 12 meses. También nos cuentan cómo el sistema se está mejorando y qué necesita con el fin de salvar la vida de más personas pues, como sabemos, los terremotos son inherentes a la naturaleza de nuestro país y no se pueden prevenir, mucho menos evitar, pero sí podemos usar la tecnología para ganarles cada vez más tiempo.
Sin embargo, no todo depende de “los expertos”, también nosotros, como ciudadanía, podemos y debemos tomar nota y aprender las lecciones que el sismo nos trajo y con eso, seguir adelante, apoyar a quienes aún no reciben una respuesta favorable por parte de las autoridades con el propósito de recuperar su patrimonio, diseñar soluciones innovadoras en vivienda, protección civil y, claro, organización y participación ciudadana porque todos jugamos un papel clave en una mejor cultura cívica al enfrentar un desastre natural.
Un gran ejemplo a seguir son las personas que integran el colectivo Ciudadanía 19S, que diseñó un manual para ayudarnos a vivir mejor en esta ciudad, que es de todas las personas que la habitamos y transitamos.
Otro caso digno de resaltar es el del Tec de Monterrey, campus Ciudad de México, cuya comunidad ha participado en un proyecto de reconstrucción. Platicamos con algunos de los involucrados en él; ellos nos cuentan cómo una crisis tan severa también puede ser transformada en una oportunidad.
El arte ha sido un espacio no sólo de expresión ante la tragedia, también de acción. En este sentido, algunos artistas, escritores y periodistas usaron su talento con el objetivo de reunir fondos para seguir reconstruyendo este país que no se nos puede caer a pedazos; por mucho que la tierra insista en temblar, nos tiene que encontrar bien parados, firmes y con la convicción de que unidos siempre seremos más fuertes.
