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El valor de la inclusión

02 de Diciembre 2018
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Hace algunos días, representantes de una marca deportiva me invitaron a una de sus inauguraciones. Yo estaba muy feliz porque sentía que hablábamos el mismo idioma, en el sentido de que ellos saben que para mí Rodada 2.0 implica “celebrar la inclusión de la bicicleta como estilo de vida en todas sus modalidades”, mientras que para ellos el aspecto de comercializar ciertos productos a costos bajos se trata de democratizar el acceso al deporte.

Justo de eso trata Rodada 2.0, de visibilizar los aspectos ligados, de una forma u otra, a una bici, pues considero que por mucho tiempo hablar del concepto de estilo de vida estuvo meramente relacionado al poder adquisitivo, y si bien es cierto que el dinero es un medio para llegar a ciertas cosas, sería una visión muy reducida no practicar ninguna actividad física responsabilizando al mismo.

Y es que en realidad el estilo de vida es la forma en que cada quien vive, hace o dice; sus valores y las formas en que se relaciona. Son nuestras actitudes y comportamientos, individuales y  colectivos, y creo que ignoramos demasiado o vivimos apáticos por completo. Entonces, ¿cómo hacer valer mis derechos? Ahora imagina esto en el caso de las personas con alguna discapacidad.

Hasta donde yo comprendo, para las personas que viven con alguna discapacidad las palabras accesibilidad e inclusión tienen una connotación muy relevante. En más de una ocasión, en viajes por el Metro de la CDMX he auxiliado a gente ciega, debido a que cerca de las zonas que transito existe una escuela de ciegos; el ritmo de nuestra urbe es tal que es común que cuando su bastón no encuentra orientación soliciten ayuda y nadie los oriente.

Regresando al día en que comenzó esta historia –uno de esos días en los que el Metro colapsó–, como no sabía qué hacer ni comprendía si eso era normal porque esa línea no  forma parte de mi estilo de vida, y aún me iba trasladar lejos, decidí abandonar la misión y tomar un taxi. Subí y di los buenos días mientras arreglaba mi bolsa y esperaba la respuesta del conductor, en eso señaló el taxímetro y gesticuló con las manos, pero yo no entendía.

Opté por observarlo y limitarme a decirle mi destino y rematar con un “por favor”. Me observó, sorprendido, y yo seguía sin entender. Cuando de nueva cuenta levantó su mano y señaló su espejo retrovisor, pude ver un papel enmicado que decía: “Hola. Soy sordomudo. Explícame cómo llegar por favor”. Desconcertada, tiré la discreción y fue obvia mi gesticulación con los ojos.

La realidad es que yo no sabía cómo llegar a dónde iba. Así que sólo pude pensar en dos opciones: bajarme (aunque por mi cabeza atravesó un pensamiento que me dijo que eso era discriminar) o escribir mi dirección en el celular. En realidad omití la primera, y la segunda no funcionó, así que nos entendimos a señas y llegamos. ¿Él escuchaba los cláxones de los demás? ¿Su percepción del tránsito y seguridad será como la nuestra?

Llegué con los representantes de la marca deportiva y no hablamos de bicis ni nos quejamos del tránsito, todos nos hicimos preguntas al darnos cuenta de cuánto ignorábamos. En el Reglamento de Tránsito de la CDMX hay al menos 20 enunciados que involucran la palabra discapacidad, y yo te pregunto: ¿te habrías bajado del taxi o habrías seguido en él?

 

Elizabeth Santana es periodista, autora de Rodada 2.0, marca que celebra la inclusión de la bici como estilo de vida en todas sus modalidades.

@Rodada2Punto0 

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