Periodismo imprescindible Martes 16 de Abril 2024

Los Hámsters

Gilberto González sitúa su ópera prima en Tijuana y retrata a una familia disfuncional típicamente mexicana
05 de Diciembre 2016
Cine
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Una de las críticas recurrentes contra el cine mexicano es su poca variedad de temas. Migración, miseria y narcotráfico parecen ser los tópicos predilectos de aquellos que salen de las escuelas de cine para filmar su ópera prima (que muchas veces termina como su ópera póstuma, dado que nunca más vuelven a tomar una cámara).

Pero esa tendencia se está rompiendo. En su tesis para graduarse del CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), el realizador Gilberto González filma su ópera prima en la frontera (Tijuana), pero no lo hace para hablar de migrantes ni homicidios sino para hacer un interesante y bien logrado retrato de una familia disfuncional típicamente mexicana, o como dijera un clásico, de Una familia de tantas (Galindo, 1949).

Las mentiras son la base que sostiene unida –para bien o para mal– a esta familia mal avenida donde todos tienen una doble cara. La madre (Gisela Madrigal), en plena crisis emocional, le roba dinero a su esposo (Ángel Norzagaray) mientras este duerme; aquel –recién desempleado pero que se niega a comentarlo frente a todos– le roba la laptop a su hijo adolescente (Hoze Meléndez) para ir a dejarla a una casa de empeño mientras su hija (Montserrat Minor) le roba horas a la escuela (se va de pinta con su mejor amiga) y al final el hijo, que probablemente sea el más honesto de todos, descubre que pronto va a ser papá.

A medio camino entre el deseo y la frustración por los sueños no alcanzados, el guion del propio director junto con Carlos Rodríguez encuentra en cada uno de estos pequeños actos de mezquindad, mentira y engaño, la verdadera personalidad de sus cuatro criaturas tan particulares. No obstante, la película no los condena ni los vanagloria, en todo caso al final surge una empatía con todos ellos, puesto que nos recuerdan alguna etapa de nosotros mismos.

La película se desarrolla suavemente, con muchos momentos de humor negro, pero jamás con tremendismo ni “pornomiseria”. El México en el que viven nuestros cuatro personajes es el México actual, con los problemas de desempleo, falta de oportunidades e indiferencia hacia los jóvenes. Es notable aquella secuencia donde el hijo mayor, ya frente a la responsabilidad de mantener a su futuro vástago, se imagina como cajero de una tienda de conveniencia como si ello fuera símbolo de estatus y éxito.

Es claro que el director se encariña con sus personajes, al grado que dentro de tantas capas de engaños e hipocresía, surge cierta luz entre ellos mismos: la madre que prefiere hacerse de la vista gorda frente al reciente descubrimiento de la sexualidad de su hija, el padre que pareciera encontrar esperanza en el cielo estrellado de Tijuana junto al six de chelas, el hijo que –conmovedor hasta las lágrimas– le dice a su madre con toda honestidad: “Ahora te entiendo, ¡qué difícil es ser padre!”.

La exploración del universo familiar ha sido una constante en el cine mexicano (Familia Tortuga, Intimidades de un Cuarto de Baño, El Castillo de la Pureza, Crónica de un Desayuno), el gran aporte de Gilberto González es la exploración de la familia moderna que encuentra en el celular y el Internet el medio idóneo para aislarse, negarse al diálogo y vivir una doble vida que es más satisfactoria que su propia realidad. Para muestra la escena final, donde únicamente en la oscuridad máxima (un apagón que afecta a toda la colonia) es donde este núcleo familiar finalmente ve la luz, aunque sea tan solo por un instante.

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