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No ti mexcondas: Bebamos, soñadores, antes de quedar sedientos

10 de Febrero 2020
CULTURA
CULTURA

Por Víctor Roura

 

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Este jueves 13 de febrero el británico Peter Gabriel cumple 70 años de vida. Sin contar a Genesis, la banda con la que se diera a conocer, posee en su haber más de medio centenar de grabaciones de las cuales probablemente sólo una decena es de su total autoría, ya que los otros o son compilaciones o música para cine o audiciones en vivo o colaboraciones con varios músicos.

      Pero Peter Gabriel es Peter Gabriel…

 

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Después de haber grabado el álbum doble The Lamb Lies Down on Broadway, en 1974, Peter Gabriel abandonaría el grupo británico Genesis para dedicarse a su carrera como solista, misma que creció de manera desmesurada en cuatro décadas (desde mediados de los setenta a la fecha, con la debida advertencia que en un lapso de 20 años no ha producido una obra realmente suya) con apenas, y esto es lo relevante, un puñado de discos, acaso una decena, porque lo último, que no ha sido poca cosa: nada menos que la fundación de la orquesta New Blood para grabar sus composiciones sinfónicamente.

      Como con Sting que dejara a Police para perfeccionar su camino musical, de modo similar Peter Gabriel (Surrey, Inglaterra, 1950) se ha introducido en sí mismo, en diferentes etapas, para definir su creación musical. Primero de manera ardua: cuatro discos de 1977 a 1982; luego espaciadamente: tres discos en tres lustros (de 1986 a 2002 grabó So, Us y Up): de modo intermitente sus dos pistas cinematográficas Passion y Birdy; sus sesiones en vivo como Secret World Live en 1994; su trabajo colectivo para despedir el milenio: Ovo, del año 2000, que más que una meticulosa labor individual consistió en un laboratorio de ideas improvisadas, trabajos con el fin de tratar de llegar hasta el fondo de su veta creativa, dejándolo prácticamente exhausto. (Y no hablemos de las generosas colaboraciones con múltiples artistas acorde a su propia ideología cultural como, digamos, Johnny Warman.)

 

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Pero no sólo eso.

      El compositor, además, se ha interesado por todas esas músicas, tradicionales o no, que se realizan fuera del orbe gravitacional de la centralizadora industria roquera, que no quiere sino recuperar y ganar con amplio margen, rápidamente, sus inversiones. De ahí que, a principios de los ochenta, Peter Gabriel organizara el Festival Womad, consistente en agrupar conjuntos instrumentales de los países no desarrollados —o en vías de— tales como los africanos, asiáticos e incluso (latino)americanos. El festival fue, evidentemente, un total fracaso económico, aunque no cultural. Fue precisamente su ex grupo Genesis, con un concierto solidario, el que lo ayudara a recuperar su cuantiosa pérdida financiera.

      Otra actividad sorprendente de Peter Gabriel es su habitual participación en la programación escolar para un contacto permanente con las tradiciones musicales. Con el paso de los años, y viendo que, pese a su denodado empeño, las casas discográficas seguían ignorando las otras músicas del mundo, Peter Gabriel se construyó, en las afueras de Bath —en su natal Reino Unido—, los estudios de Real World, su propia compañía grabadora que ha dado a conocer a veintenas de magníficos, mas desconocidos y [¿ex?]anónimos, instrumentistas y compositores cuyo mercado no se halla en el descarado despliegue mercantilista de los centros comerciales establecidos a instancias de las discográficas transnacionales.

      Es ingente esta labor, sin duda. En 2014 Peter Gabriel editó un álbum triple para celebrar el primer cuarto de siglo de su Real World Records que, a la fecha, ha grabado alrededor de medio centenar de discos. Su caso es señero, acaso sólo equiparable a las búsquedas sonoras que hace el californiano Ry Cooder (1947) respaldando a y respaldándose con diversos músicos del mundo

 

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Ya desde 1980, con su tercer álbum personal, Peter Gabriel derrumbaba mitos y convenciones de la música financiada por las grandes empresas: con su pieza “Biko”, convertida en un clásico himno contra el apartheid en Sudáfrica, se internaba, con solvencia y esmero, en la independencia roquera. Pero sus decires no son nada más de palabra: no sólo se preocupa por las intervenciones ecologistas de Greenpeace sino, en 1992 (una década después de haber lanzado por vez primera su necesario Festival Womad), funda el programa Witness, el cual consiste en la entrega de videos a los activistas en favor de los derechos humanos para que sus denuncias sean objetivamente irrefutadas. También se sabe de sus colaboraciones con Amnistía Internacional. Al igual que Bono, el vocalista de U2, Peter Gabriel viaja por el mundo (vivió una temporada en Dakar para mirar de cerca los problemas de la miseria humana) no como turista ejecutivo, como lo hace Bono, sino como un ser afligido por el pesaroso desengaño político que tiene en la penuria al orgullosamente “globalizado” mundo. Pero lo hace con discreción, nunca con énfasis exhibicionista, como ya saben quién.

 

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A fines de los setenta, cuando Peter Gabriel edita su primer disco solista, ya hay en él esa inquietud por las letras que digan algo, por la música perfecta (¡cuando se integra a la poderosa banda Genesis tiene apenas 16 años de edad!), por la sonoridad conceptual de un trabajo discográfico: en la canción “Moribund, the burgermeister” habla del caos en la plaza del mercado, de la fiera multitud, de algunos cuerpos que saltan al aire y de gritos que dicen que se ahogan en un torrente de agua, “otros se arrodillan mirando a un salvador que emerge del barro / oh, madre, me está devorando el alma: / destruyendo la ley y el orden voy a perder el control”.

      En este mismo disco (sus cuatro primeras grabaciones se intitulan de idéntica manera: Peter Gabriel, volúmenes primero al cuarto), en “Here comes the flood”, también transmite su pesadumbre por la especie humana, asunto que ha hecho a lo largo de su carrera sin caer en la depresión: “Harto, el bajo mundo navegaba en las alturas. / Olas de acero arrojadas al cielo. / Y mientras los clavos se perdían en la nube, / la cálida lluvia empapaba a la multitud. / Señor, aquí llega el diluvio. / Diremos adiós a la carne y a la sangre / si de nuevo los mares quedan en silencio. / Si queda alguien vivo / será quien dio sus islas para sobrevivir. / Bebamos, soñadores, antes de quedar sedientos”.

      Si ya desde sus primeros discos su escepticismo era demasiado visible (en la canción “Mother of violence”, del segundo álbum, decía que cada vez se hacía más difícil respirar y “creer en cualquier cosa”), cuantimás posteriormente, con un poco menos de 70 años de vida y la madurez en su cenit, que logra cristalizar, de forma paradójica, en hermosas piezas sonoramente complejas pero abiertamente accesibles: la absorción de los sonidos del mundo, y la disposición suya de ser copado por mentalidades musicales tan contrarias a su cultura, han hecho de Peter Gabriel un compositor y un instrumentista realmente sin par en la escala del rock contemporáneo.

      Su vanguardismo, en un medio donde la vanguardia no es sino una etiqueta pop comercializadora más, es tan palpable que su propia música se distancia, en verdad, kilométricamente de los demás productos roqueros. Su Up del año 2002 (disco que ha tardado en salir una década, si tomamos en estricta consideración que su anterior trabajo en el estudio de grabación data de 1992: Us) es, artísticamente, una propuesta musical invaluable de principios del siglo XXI. Un disco perfecto, por donde lo quiera uno escuchar.

 

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Es una verdadera lástima que las nuevas disposiciones auditivas digitales lo hayan distanciado bruscamente del acto mismo de grabar conceptos sonoros al percatarse, Peter Gabriel de que con una sola canción ahora los “artistas” consiguen ser reproducidos, sin necesidad de acudir a un disco completo (donde se puede, o podía, apreciar la propuesta creativa del autor), miles de millones de veces en impulsos espontáneos colectivos necesariamente transitorios…

NTX/VRP/JC

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