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Apostarle 
al oriente

06 de Enero 2019
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Desgraciadamente, la Ciudad de México está atravesando una crisis ambiental tremenda que debemos reconocer por sus condiciones geográficas y la evolución de su desarrollo frente al cambio climático. Las áreas verdes en la capital son sinónimo de desigualdad y marginación con respecto a su ubicación y, por ende, a la facilidad de su acceso.

Los estudios científicos demuestran que el desarrollo de las áreas verdes en las ciudades impacta sensiblemente y de manera positiva en la salud pública, la esperanza de vida, la economía, el desarrollo y el bienestar local, y contribuye a mitigar los efectos del cambio climático y el calentamiento global.

Al respecto, ciudades como Buenos Aires, Chicago, París, Berlín y Londres han detonado estrategias innovadoras de recuperación de áreas abandonadas u ocupadas por los coches para transitar a un modelo de zonas frescas. Ello, mediante paredes o azoteas verdes y la creación de áreas verdes en contextos urbanos.

La ciudadanía se ha hecho corresponsable del impulso y cuidado de esas áreas gracias a la creación, por ejemplo en Francia, del Observatorio de Ciudades Verdes, que analiza el mantenimiento y la progresión, y promueve la reflexión alrededor del paradigma de la sostenibilidad y la presencia de la vegetación en las urbes.

Si bien las autoridades tienen la competencia de crear más áreas verdes, siempre se planteará la cuestión de su mantenimiento, la cual pasa de manera obligada por la apropiación social y ciudadana, pero también por la investigación de mecanismos nuevos de coinversión y corresponsabilidad público privada; sin caer en la privatización del espacio público, proponer una alianza verde con actores corresponsable del desarrollo de la ciudad y de la mano con la ciudadanía y la sociedad civil para multiplicar los oasis verdes reales en la capital con visión de justicia social. Es decir, es necesario privilegiar la inversión presupuestal en donde más se necesite, a partir de un censo de las áreas abandonadas o disponibles con el objetivo de hacer respirar la ciudad.

La Organización Mundial de la Salud recomienda a las ciudades contar con un mínimo de 9 m2 de áreas verdes por habitante. Sin embargo, según cifras oficiales del gobierno de la Ciudad de México, cabe constatar las disparidades territoriales extremas existentes en la actualidad. Por ejemplo, Iztapalapa, la demarcación más poblada, cuenta con 3.4 m2 de áreas verdes por habitante en comparación a Miguel Hidalgo, la cual contempla 35.2 m2.

En aras del derecho al medio ambiente sano y a la salud, contemplado en los ordenamientos jurídicos locales, nacionales e internacionales, es urgente definir una estrategia prioritaria de desarrollo de áreas verdes hacia el oriente de la ciudad desde una visión de lucha contra las desigualdades, la redistribución de riquezas e igualdad de derechos. Pero es también la oportunidad de apostarle a una zona marginada y estigmatizada con el fin de detonar un polo con alto potencial humano para un desarrollo inédito, como lo ha logrado en su momento la ciudad de Medellín; una estrategia emblemática coordinada por el gobierno central, pero con participación y apropiación local para la transformación verde e incluyente del oriente.

*Fundador de Espacio Progresista, A. C. Asesor en estrategias de políticas públicas, incidencia social y cooperación internacional.
@aurel_gt

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